PSICOLOGíA › ACERCA DE "LA GUíA DE LA INTERLOCUCIóN"
› Por Angel Fernández*
Es sorprendente lo poco que sabemos de la historia del movimiento psicoanalítico. Nombres del psicoanálisis como Abraham, Ferenczi, Tausk, Rank, Groddeck mismo --por nombrar sólo algunos-- nos suenan gastados y distantes, como si pertenecieran a un pasado con el que no tenemos derecho a guardar ningún vínculo y del que apenas conservamos unas pocas anécdotas pintorescas.
Sin embargo esta historia está tan lejos de una plácida sucesión de acontecimientos como de una guerra entre vecinos sin orden ni concierto. También sabemos bastante poco del lugar que ocupa en este juego, el nombre de Jacques Lacan, a quien se lo suele vender como un pensador insular, enredado en sus nudos, orgulloso de sus referencias eruditas, amante de la filosofía, separado irremediablemente de su lejano y vergonzante pasado psicoanalítico por la vía regia de la lectura francesa de la filosofía alemana y las maravillas de una escritura o si me permiten, de una escriatura sublime que hay que mimar con cuidado hermenéutico, arropar con paradojas y acunar con jerga, tópico y letanía.
Esta imago del "Lacanfilosóficoenigmáticodifícilculto" fue uno de los pilares (para nada incompatible con el "Lacanobra clara" o el "Lacansistema de pensamiento") del negocio "explicativo" que prosperó en los ochenta.
¿Pero cuál es la premisa de esta caricatura de feria?
Un quiasmo: Lacan sin lacanismo y lacanismo sin Lacan.
O bien un puro autor sin la mugre del amor y las querellas de los discípulos que tanto molestan a los ecuánimes productores de conocimiento... un autor entre otros, pero al igual que todos, un poco distinto, al que hay que estudiar con rigor, y que se integra fácilmente al universo de los discursos si se interpreta adecuadamente (posición universitaria de los psicólogos)... o bien una pura teoría sin el pathosbio bibliográfico del personaje (posición psicológica o antipsicológica de los universitarios).
Bajo el título La interlocución lacaniana entendemos que se encuentran condensados estos problemas y estas preguntas. Por último conviene subrayar que se trata menos de saber más sobre aquello que se sabe poco, como de hacer una arqueología de nuestra ignorancia, si es que entendemos que ella no es un defecto personal sino un objeto político.
Antes que saber aquello que ignoramos, saber primero, o a la vez, por qué ignoramos y qué y quienes se benefician con eso. Lo que acá estamos llamando nuestra ignorancia es eso: un objeto libidinal en la economía política de los discursos. Del psicoanálisis se aprende, si se desea, a decir bien lo que se hace mal. Esta lección, que recorre como una flecha envenenada todo el siglo XX, lo incluye. Su porvenir depende de mantener abierta esta posibilidad.
Porque cuando ya no podemos decir bien lo que hacemos mal, empezamos a maldecir lo que hacemos, a deshacer lo que decimos y a bendecir lo que silenciamos.
*Psicoanalista. Curso sobre la interlocución lacaniana. (En agendapsi). Además micro en programa radial «No te lo puedo ni explicar» por la Rock & Pop.
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