PSICOLOGíA › LOS CASOS DE NIñAS Y NIñOS MUERTOS Y MUJERES ASESINADAS CON FUEGO
El Foro en Defensa de los DDHH del Colegio de Psicólogos propone como tema de particular relevancia estos actos recientes, que muestran la forma de las relaciones de poder. El Estado debe velar para que las denuncias puedan ser dichas.
› Por Carla Valverde y Stella Maris Orzuza*
El 10 de diciembre de cada año se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, conmemorando el aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948. Algunos grupos, por su nivel socioeconómico, por su género, por su pertenencia étnica o por su edad ven en mayor medida restringido el ejercicio de sus derechos, y el Estado tiene la obligación no solamente de no violarlos, sino de garantizarlos.
Para el próximo año, el Foro en Defensa de los DDHH del Colegio de Psicólogos (FODEHUPSI) propone como tema de particular relevancia los DDHH y Violencia de Género, a la luz de los asesinatos de niñas, niños y mujeres en este año. Las y los niños Candela Rodríguez, Gastón Bustamante y Tomás Santillán son el rostro del ejercicio desmedido del poder sobre otro más débil. En sintonía con estas tragedias, entre noviembre del 2010 y los primeros meses de este año, cuatro varones rociaron a sus esposas o novias con sustancias combustibles y les prendieron fuego.
Estos actos que parecen no tener nombre, los tienen. Son actos de violencia de género. La violencia de género es un ejemplo de la forma que adoptan las relaciones de poder entre los géneros. Estas relaciones son construidas social e históricamente. Los hechos referidos de violencia de género evidencian la perpetuación del ejercicio de poder del varón como grupo social sobre los otros grupos (en estos casos, mujeres, niñas y niños). Las diferencias de género atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión. Así es que esta situación desventajosa para mujeres, niñas y niños se perpetúan y reproducen sumándose a otras condiciones que son vividas también de forma desventajosa (ser pobre, ser mujer, ser descendiente o perteneciente a un pueblo originario, ser judío, etc).
Una de las facetas que adopta este problema es la Violencia Familiar. Las dos cuestiones más graves son las que se refieren a la "mujer golpeada" y al "niño agredido". Para las mujeres, niñas y niños agredidos, la vida familiar suele diferenciarse bastante de la imagen idílica que muestran algunos libros de cuentos, o de las familias de las comedias televisivas. Su hogar es un ámbito de terror y de riesgo fatal, como conceptualiza Graciela Ferreira en su libro La mujer maltratada. Es preciso señalar que cuando se habla de golpes o maltrato no se está haciendo referencia sólo a una forma de ataque físico, sino que abarca todo tipo de acciones agresivas como los insultos, actitudes de humillación, críticas y desprecio, amenazas y forzamiento sexual.
Una Mujer Golpeada es aquella que sufre maltrato intencional, de orden emocional, físico y sexual, ocasionado por el varón con quien mantiene un vínculo íntimo. No hay ninguna característica individual o conducta que pueda justificar el empleo de la violencia por otra persona. Lo que una mujer pueda hacer o no, es la excusa pero no el motivo del comportamiento del Hombre Golpeador. El ataque, el acto violento se origina y parte de quien lo comete, aunque socialmente se tiende a culpar o responsabilizar a la víctima. La violencia doméstica en general tiene efectos muy graves y perjudiciales que irradian a todos los miembros de la familia. Ese comportamiento violento es generador de delitos de diversa índole, con sus consecuencias y víctimas correspondientes, aunque muchas veces sólo toma visibilidad cuando ya se han perpetuado esos hechos. Para prevenir la tragedia, es necesario tomar conciencia de que se está en presencia de un delito, de que nadie merece ni debe ser maltratado por ningún motivo, de que la víctima requiere apoyo y protección en lugar de prejuicios. Es allí donde el Estado juega un papel principal. El Estado debe velar para que las denuncias de las mujeres y de las y los niños puedan ser dichas, sean escuchadas, y se actúe en consecuencia, si estamos en un Estado de Derecho como la democracia implica.
*Psicólogas del Foro en Defensa de los Derechos Humanos del Colegio de Psicólogos, Rosario.
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