PSICOLOGíA › EL PSICOANáLISIS Y EL FIN DE LA ERA DEL PADRE
› Por Graciela Giraldi*
El siglo XXI confronta a los practicantes de psicoanálisis al desafío de cuestionarnos cómo leer o interpretar las nuevas sintomatologías que presentan los niños y jóvenes manifestadas en el fracaso y la violencia escolar, las adicciones a la pantalla, al alcohol y los tóxicos, los actos delictivos, las somatizaciones del cuerpo, los autismos, angustia de pánico, entre otros.
En la contratapa del libro "El deseo y su interpretación", JacquesAlain Miller dice: "Qué muestra Lacan? Que el deseo no es una función biológica, que no está coordinado a un objeto natural, que su objeto es fantasmático. Por lo tanto, el deseo es extravagante. Es indomable cuando se lo quiere domesticar. Juega trucos. Pero, si él no es reconocido produce un síntoma. En un análisis se trata de interpretar, esto es decir, de leer en el síntoma el mensaje del deseo que aquel encubre".
Si el deseo despista, él suscita en contrapartida la invención de artificios que juegan el rol de brújula. Una especie animal tiene su brújula natural que es única. En la especie humana, las brújulas son múltiples, son los montajes significantes de los discursos. Ellos dicen lo que hay que hacer: Cómo pensar, cómo gozar, cómo reproducirse.
Sin embargo, el fantasma de cada uno se demuestra irreductible a los ideales comunes. Hasta una época reciente, nuestras brújulas, si bien diversas, todas ellas indicaban el mismo norte: el Padre. Se creía al patriarcado una invariante antropológica. Su decadencia se ha acelerado con la igualdad de condiciones, el poderío creciente del capitalismo, la dominación de la técnica. Nosotros estamos en la fase de la salida de la era del Padre.
Otro discurso está en vías de suplantar al antiguo. La innovación, en el lugar de la tradición. Antes que la jerarquía, la red. El atractivo del porvenir le gana al peso del pasado. Lo femenino sobrepasa lo viril. Allí donde había un orden inmutable, flujos transformacionales empujan corriendo los límites.
Freud es de la edad del Padre, hizo mucho por salvarlo. La Iglesia terminó dándose cuenta de ello. Lacan siguió la vía abierta por Freud pero lo condujo a plantear que el padre es un síntoma. Aquí lo demuestra siguiendo el ejemplo de Hamlet.
Eso que hemos retenido de Lacan --la formalización del Edipo, el acento puesto sobre el Nombre del Padre- no era más que su punto de partida.
El Seminario VI ya lo reformula: El Edipo no es la única solución del deseo, es sólo su forma normalizada, cuando ésta es patógena no agota el destino del deseo.
De allí el elogio de la perversión con lo que termina el volumen.
Lacan le otorga el valor de una rebelión contra las identificaciones que aseguran el mantenimiento de la rutina social.
Este Seminario anunciaba "la remodelación de los conformismos instaurados anteriormente, o incluso su estallido".
Nosotros estamos en este punto. Lacan habla de nosotros.
*Miembro EOL y AMP.
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