Jue 26.06.2014
rosario

PSICOLOGíA › CONFERENCIA SOBRE LA FORMACIóN DEL ANALISTA EN EL SEMINARIO DE LA EOL

Un síntoma para cada hablante

Uno de los desafíos del psicoanálisis es formar analistas ciudadanos, a la altura de la época, de acuerdo con la premisa de Lacan: "No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización". El tiempo del "niño generalizado".

› Por Ana Ruth Najles*

Por qué hablar de la formación de los analistas hoy? Porque para el psicoanalista "no hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización". Por eso, es de absoluta actualidad la "Proposición... sobre el psicoanalista de la escuela", en cuanto a la importancia que le otorga Lacan a las condiciones de la civilización en las que el psicoanalista debe operar. El jamás dejó de leer a su época, lo que lo condujo a reformular hasta el final las condiciones de la práctica analítica para dar cuenta de los cambios que el avance del discurso científico de la mano del capitalismo introduce en el hombre. En resumidas cuentas, los psicoanalistas debemos poder responder al malestar en la cultura de la época en que nos toca vivir. Y eso no sólo dentro de los consultorios, sino en el campo social, en tanto que analistas ciudadanos.

Podemos plantear que esta es la época de la caída del padre, o sea, de la caída de los ideales tradicionales que ordenaron otrora el mundo. Esto desencadena un llamado al padre que prepara el retorno de la autoridad en sus formas más terribles, no sin la aparición de segregaciones renovadas, por ejemplo, el avance de los fundamentalismos totalitaristas. Es evidente, además, que la ficción reguladora en el orden social actual es la de la "libertad del consumidor". Es discurso capitalista deja así al sujeto encerrado en un goce autístico que tapona toda pregunta que le permitiría dirigirse al Otro y a los otros, dejándolo por fuera de todo lazo social.

La operación de las administraciones actuales consiste, entonces, en retornar a un discurso de amo, sin olvidar la alianza actual del amo con el saber pseudocientífico. Esto da como resultado la burocracia caracterizada por el hecho de que el saber ejerce su dominio sobre un elemento de goce, con el fin de ordenar y regular la sociedad anticipando su porvenir.

Se trata de la "tiranía del saber" -﷓universitario-﷓ que pretende imponer un mismo modo de satisfacción para todos sostenido por ese saber de amo. Hay que tener en cuenta, también, que esta decadencia del amo/Ideal antiguo dio lugar al imperio de un régimen cuya ley es: "no hay excepción", o sea, "todos iguales". Es por ello que se impone la sospecha generalizada y, también, la evaluación para todo como su consecuencia lógica. Es por medio de la evaluación que los amos de la democracia 'verbal' han podido establecer la igualdad sumergiendo a los seres hablantes en el espacio de lo medible y de lo sustituible. Por eso se puede afirmar que la evaluación instala la transformación de los hombres en cosas.

En un texto del mismo año de la Proposición, Lacan plantea su hipótesis del "niño generalizado", para dar cuenta de "lo que rubrica la entrada de un inmenso gentío en el camino de la segregación". Esto sólo puede ser leído como la pérdida del estatuto de ser hablante para caer en el estatuto de objeto de manipulación por parte del mercado; objeto homologable a cualquier otro producido por la tecnociencia.

Lo que implica, entonces, dejar al ser hablante sin palabra, sin responsabilidad. "El niño generalizado" equivale a postular el mismo goce para todos, todos iguales. Pero contra la ilusión filosófica --y no sólo la del pragmatismo-- la práctica del psicoanálisis demuestra que los problemas de la vida no se disiparán jamás. Teniendo en cuenta que el problema de la vida es que no hay relación --ni entre las palabras y las cosas, ni entre hombres y mujeres--, sólo hay modos singulares de vida que en el psicoanálisis denominamos síntoma. Y éste objeta el lazo social ya que se reduce al goce autístico, vale decir, a un modo de vida singular de un cuerpo, lo que pone en evidencia en toda su crudeza la multiplicación geométrica de los denominados cuadros de autismo. Es decir que el síntoma en tanto marca singular de la lengua en el cuerpo es ineliminable. Porque las palabras marcan o recortan los cuerpos, o sea, que dan cuerpo al ser hablante, constituyéndose esta marca en el trauma para los humanos.

Para el psicoanálisis se trata de hacer uso de ese síntoma que le permite al neurótico vivir aunque sea incómodamente. Se apela al psicoanalista para hacerlo menos incómodo, para llegar a estar feliz de vivir. Pero, si bien el síntoma se reduce, siempre queda un relieve que da cuenta de que cada uno es sin par, y que su diferencia reside en ese resto opaco irreductible a la ficción. Ese resto le da a cada uno su valor, su diferencia absoluta, su nobleza ya que no hay ser hablante sin síntoma.

*Presidente Consejo Estatutario de EOL. Analista Miembro (AME) de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA), del Instituto Oscar Masotta (IOM) y de la Maestría de Psicoanálisis de la Universidad Católica San Pablo de la Paz, Bolivia, entre otros posgrados.

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