PSICOLOGíA › LA DEGRADACIóN QUE EMPOBRECE LA PALABRA
› Por Sergio Zabalza *
Los epítetos empleados al pie de las páginas web de algunos periódicos suelen mentar expresiones injuriosas, xenófobas o discriminatorias que corren parejas con el militante anonimato que profesan sus autores. Desde esta perspectiva, los atroces linchamientos ocurridos en las calles de Rosario y Buenos Aires escasos meses atrás, constituyen el correlato de aquellas nominaciones a pie de página. En efecto, lo que distingue a la horda de vecinos honestos y asesinos que se agolparon para matar gente con el supuesto objetivo de restablecer el orden, es el carácter anónimo de su barbarie y la imposibilidad de brindar testimonio o compartir la experiencia.
Encontramos así un puente de continuidad en los extremos del line que -desde el on hasta el off- transita nuestra experiencia cotidiana. En efecto, la ignominia -palabra cuya etimología remite a perder el nombre parece vertebrar un oscuro eje entre el cuerpo y la virtualidad, entre "la realidad" y el ciberespacio: inquietante articulación que nos acerca a la conclusión según la cual cuanta más exposición imaginaria menos rúbrica simbólica.
Un ejemplo de esta degradación que empobrece la palabra figura en Relatos salvajes, la película que ha concitado el interés del público bajo el lema: todos nos podemos descontrolar. Porque, si bien en casi todos los capítulos que exponen hechos de demencial violencia los protagonistas ponen la firma a cada uno de sus actos -incluso hasta el punto de morir en su desquiciado intento, la excepción está en el relato del padre que, con el fin de salvar su buen nombre y honor, soborna a un funcionario judicial para que nada se descontrole. Se trata entonces de la saga de una familia que, con el fin de mantener el orden, se constituye por lejos en la historia más salvaje y controlada de la película. Una vez más queda claro que la raíz de toda violencia es simbólica.
Convendría indagar, entonces, la naturaleza de esta degradación del nombre presente en las redes sociales, las historias de ficción y los horrores que la gente "honesta" comete escudados en el anonimato. Quizás no sea casualidad que al hablar de nudo social, Lacan distinga el Nombre del Padre del "nombrar para" (1), cuya desquiciada deriva conduce a una "degeneración catastrófica" al servicio de un "orden de hierro".
Desde esta perspectiva, me pregunto entonces si nominar como personalidad destacada de la cultura a un animador de televisión que hace de la cosificación de las personas, las banalidades y el mal gusto el leit motiv de su programa, no es un signo de este "nombrar para" que degrada la palabra al servicio de un "orden de hierro".
* Psicoanalista. Fragmento texto publicado en www.elsigma.com
1) "¿Acaso ese "nombrar para" no es el signo de una degeneración catastrófica?
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