PSICOLOGíA › EL CIBERESPACIO OMNIPRESENTE EN EL ESTAR EN EL MUNDO
› Por Sergio Zabalza *
En estos días circula en las redes sociales una divertida pero inquisitiva pregunta: ¿de qué lado del plato se pone el celular en la mesa de Navidad?
Sin dudas, la agudeza ha sabido captar un rasgo decisivo de la época. Hoy el paisaje urbano está conformado por varias cabezas gachas que, en torno a una mesa común, no miran más que a sus respectivos celulares. Pero hay algo más: desde que aparecieron los smartphones, ya no se trata del objeto/celular en el bolsillo del caballero o la cartera de la dama, el ciberespacio mismo está presente en la corporeidad de nuestro ser y estar en el mundo.
En Ser y Tiempo, el filósofo Martín Heidegger destacaba la fugacidad constitutiva de la existencia por medio de un concepto que marcó rumbos indelebles en el pensamiento del siglo XX: el ser ahí. Figura que, como pocas, resulta afín a la inasible sustancia del sujeto del inconciente freudiano: un lapsus, un olvido, un error, testimonian la insondable decisión de una entidad, pasible de ser pensada, sólo cuando ya no está. Freud supo abordar esta temporalidad propia del ser hablante al describir el efecto retroactivo del lenguaje, esa "latencia de que adolece todo significable", según Lacan.
De allí que a veces transcurran muchos años antes de advertir el papel que hemos jugado en determinada circunstancia o escena. Hoy sin embargo, la demanda en tiempo real que impone el smartphone pareciera atentar contra el punto de capitón que otorga sentido a las cosas: más que del "ser ahí", bien podríamos hablar del "ser interruptus".
En efecto, sea mediante la respuesta que anticipa la pregunta, la imagen que obtura la palabra, la información que anula la ausencia o el ícono que desprecia el significante, el tráfico digital pareciera obturar la temporalidad que hace del trabajo interpretativo el albergue privilegiado del hablante ser.
Así vivimos inmersos en una suerte de "Previa" globalizada al servicio de postergar el corte que sin embargo nos alivia. De esta manera, "La sociedad del cansancio" de la que habla el filósofo germanocoreano Byung Chul Han no es un mero artilugio semántico.
La estructura del chiste, sin embargo, propone el camino inverso: es el trabajo psíquico del oyente el que sanciona como agudeza la frase del emisor. De esta manera se restituye el efecto retroactivo del lenguaje. Entonces, bienvenidos los chistes que denuncian la naturalización de la intrusión digital. Cualquiera sea su posición en la mesa, que el celu no te ponga a vos en el plato.
*Psicoanalista. Hospital Alvarez.
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