PSICOLOGíA
DE LA LECTURA DEL INCONSCIENTE A SU ESCRITURA
› Por Héctor Franch *
Constatar es confirmar, hacer constar. Cuando algo ha tenido lugar levantamos un acta, lo dejamos escrito para hacerlo constar. Constatar el deseo en el análisis nos indica, entonces, una dirección. Los medios son la palabra y el lenguaje, la lectura y la escritura. Freud nos enseñó a leer el inconsciente, nos resta ahora la difícil tarea de escribir esa lectura. Una escritura apropiada al discurso del psicoanálisis no necesita ser exclusivamente topológica. ¿Pero no necesitará ser inclusivamente topológica? Teniendo en cuenta la especificidad del objeto en el análisis y tratándose del deseo en el lugar del objeto, es el deseo lo que nos queda por constatar. El deseo es inconsciente lo que significa descifrarlo y este desciframiento tiene como condición que se diga.
Es común intentar hacer pasar por verdadero algo falso, se trata simplemente del hecho de fingir. Los seres hablantes además de fingir podemos fingir que fingimos. Esto último está reservado sólo a nosotros. Fingir fingir es hacer pasar por falso algo verdadero. ¿Pero quién podría querer hacer eso? Y además ¿para qué, con qué fin? Aunque no se lo capte de inmediato, esto tiene un sentido. Supongamos que tenemos la necesidad de ocultar algo que no podemos hacer desaparecer. ¿Qué mejor que hacerlo pasar desapercibido colocándolo a la vista pero entre otros falsos, sin importancia? Para ocultar un arma de verdad bastaría colocarla entre otras de juguete, por ejemplo.
En "El chiste y su relación con lo inconsciente" Freud analiza un ejemplo de chiste que califica de escéptico. Dos judíos se encuentran en una estación de trenes y uno le pregunta al otro a dónde va. A Cracovia le responde el primero. A lo que el otro contesta: "¡Mentiroso! Me dices que vas a Cracovia para que yo crea que vas a Lemberg cuando en realidad es a Cracovia a donde vas". Se ve inmediatamente que para uno de ellos, el otro finge fingir e intenta hacer pasar por falso lo que es verdadero. La anécdota no tiene nada de ilógico a pesar de nuestra extrañeza y, tal vez, la del personaje. De ella resulta que no tiene ningún sentido aclarar nunca nada. Imaginemos a uno de estos personajes intentando explicar la situación. ¡Qué enredo! Es condición de la verdad que deba plantearse como mentira. Se ve que cuando hago pasar por verdadero algo falso no se trata de la verdad, en cambio en el otro caso es de la verdad que se trata. Tratándose de la verdad lo menos que se puede decir es que estamos en problemas.
El que indudablemente está en problemas es Hamlet conducido por la pluma de Shakespeare. Este problema es, tal vez, el problema por excelencia de la modernidad. Como solemos decir, Hamlet 'no sabe lo que quiere' o, lo que es peor aún, 'no puede querer', por eso tiene muchas dificultades para actuar. Debe vengar la muerte de su padre y no encuentra cómo hacerlo. La obra muestra hasta qué punto está desorientado. Hay, sin embargo, un hecho que lo reorienta. Hamlet le encomienda a un grupo de comediantes que represente el asesinato de su padre con los detalles que el espectro le hizo saber. Este teatro dentro del teatro abre una dimensión que permite ordenar lo que continúa. Ahora bien, no ha ocurrido otra cosa que tomar un hecho verdadero, el asesinato, para hacerlo pasar por falso, su representación teatral. Pero, ¿por qué decimos que es esto lo que constituye un comienzo para lo que será el reencuentro de Hamlet con su acto? El acto, en la modernidad, se ha refugiado en el inconsciente y es por el inconsciente que la verdad necesita de una estructura de ficción.
Ahora bien, Hamlet no es un caso clínico. Se trata de una construcción que resulta ejemplar para la constatación del deseo, del encuentro con el deseo. Nos interesa su estructura y su lógica, cómo a partir de una secuencia, el personaje de Hamlet logra encontrarse con su acto y mata a Claudio, el tío asesino, vengando, al final, la muerte de su padre. Hamlet es una buena pista para entender lo que ocurre con el deseo en la modernidad. Lacan dice que Hamlet nos permite situar nuestra ignorancia, nuestro nosaber y la obra es en ese sentido una presentificación del inconsciente.
La tragedia de Hamlet permite aproximarse a lo que es hacer el giro completo, realizar el ciclo que capta el deseo más allá de la demanda. Es en este sentido que va más lejos que lo habitual, que Shakespeare logra ir más lejos que la neurosis. Pero es recién Freud el que da estatuto de discurso a esta aventura que no es otra que la aventura del deseo.
* Psicoanalista.(Versión para móviles / versión de escritorio)
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