PSICOLOGíA › ANTICIPO DEL LIBRO DEL PSICOANALISTA DOMINGO CARATOZZOLO
Se reproduce un fragmento de uno de los casos escritos y tratados en la consulta clínica que dio en llamar "El Gordo", donde el personaje se lamentaba de que, estando con gente desconocida, solían llamarlo así para caracterizarlo.
› Por Domingo Caratozzolo
Después de tres años de análisis, Emilio comenzó a aumentar de peso. Primero insensiblemente y luego de una manera en que se iban acumulando kilos de forma alarmante, tanto para su salud como para su estética personal. Sus esfuerzos por controlar esto terminaban siempre en fracaso. Se lamentaba de que, estando con gente desconocida, le solían decir Gordo, no para molestarlo ni ofenderlo, sino para caracterizarlo (Gordo, dame lugar, o ¿cuál es tu auto, Gordo?).
Sus propósitos de adelgazar comienzan los lunes y finalizaban a más tardar los miércoles. Le encantaba comer y beber, no podía parar, le encantaba 'chupetear' (así describe su afición a la bebida). En una sesión me comentó su extrañeza, ya que comía 'normal' y, sin embargo, aumentaba de peso. Yo recordé en ese momento una experiencia que había tenido en mis primeros años de experiencia profesional y que me había avergonzado por mi impericia. Me habían enviado al servicio del hospital un paciente alcohólico sin mencionar tal circunstancia. Cuando le pregunté si bebía me respondió que 'lo normal' y así lo especifiqué en mi informe, causando la hilaridad del colega que lo había derivado. 'Lo normal' para este señor era una damajuana de vino al mediodía y otra a la noche. De la misma manera pregunté a mi paciente qué había comido la noche anterior y me explicó que diez 'milanesitas', además de entrada, postre y bebidas.
Cuando le veía recostado en el diván con su abultado abdomen hacía arriba, sus papadas rellenas y su rostro de gordito, surgía en mí la imagen de fotos infantiles que fueron muy comunes en una época. Las mamás llevaban a sus pequeños al negocio de un conocido fotógrafo para que les tomara una foto desnudito, boca abajo sobre un almohadón. Estas fotos, de las cuales conservo la mía, satisfacían a las madres, ya que mostraban sus virtudes en ese nene rozagante y relleno. Podían sentirse orgullosas, pues cuanto más gordo, más sano, mejor alimentado, más cuidado.
La insistencia con que esta imagen aparecía en mí, me decidió a interpretarle que él no quería adelgazar pues de esa manera -comiendo y "chupeteando"- era el bebe gordito, orgullo de toda madre, y que se ofrecía así para complacerme y mostrarme lo bien que yo lo alimentaba.
Su lucha por adelgazar continuó durante largo tiempo, sobre todo en función de sus deseos de conquista. Quería estar en forma, para poder acercarse y ser aceptado por las mujeres apetecidas. Veía que su peso era un obstáculo para esto. Si bien, en la medida en que es una persona muy seductora, está rodeado de amigos y sobre todo de "amigas", siempre estaba preocupado (concientemente) por mejorar su aspecto y llegar a las mujeres codiciadas.
Yo le interpretaba que si bien quería salir con mujeres, ése era un aspecto que sucumbía ante el deseo de ser mi bebote. Al respecto, afirman Czernikowski y Gomel: "No se nos escapa que todas estas situaciones tienen un punto en el cual se anudan: la imposibilidad de instalar un proceso de duelo. A partir de allí se produce la emergencia de angustia ligada al temor al derrumbe del goce que sustenta el vínculo".
Junto a varios temas recurrentes en el análisis que dejo de lado para no distraer al lector del tema que nos ocupa, comienza a aparecer un rechazo a encontrarse con la madre y atender a sus demandas. El no encuentra justificación a sus sentimientos. "Es como si le tuviera bronca, doctor".
* Psicoanalista. Fue docente universitario y publicó libros sobre la relación de pareja.
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