Jue 28.12.2006
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PSICOLOGíA › FREUD Y LO SINIESTRO EN LA LITERATURA FANTASTICA

El destino como maldición

Se explora la "escena fantasmática del deseo" justo cuando se quiebra la dimensión significante que lo soporta.

› Por Alberto Tudurí *

Sigmund Freud fue un maestro singular en su trabajo sobre lo Unheimlich (siniestro, ominoso, extraño): "ese relámpago fugaz e inquietante, donde una extrañeza irrumpe y no puede ser ordenada, puesta en discurso". Se trata allí de lo familiar que retorna desde otro escenario bajo el signo del espanto, compulsión de un sujeto obligado a repetir un lejano pretérito. El significante ha quedado suspendido y el objeto de deseo extraviado. Reconocemos allí mismo ese invento propio de Lacan, el objeto a, objeto resto, que vino a poner una cesura en el horror.

El maestro vienés fue un amante ferviente de la poesía, "lenguaje de lo imposible", de la literatura, y de la tragedia. Recorrió y ejecutó su travesía, con una oreja siempre atenta, que lo llevó a encontrar la llave, la clave, de lo que hoy nos convoca, en la literatura fantástica y antes en el mito, en la tragedia, en la poesía -que precisamente recrea el horror y la belleza, la vida y la muerte, lethe y mnemosine, solidarios, intrínsecos, no hay uno sin el otro.

Este punto de articulación del psicoanálisis, la "estructura fantasmática del sujeto del inconsciente en relación a su objeto causa de deseo", con la literatura fantástica que muestra precisamente la ficción del fantasma así como la bisagra del horror con la belleza, siempre lo produjo Freud por "après-coup" (retroactivamente, a-posteriori), a partir de aquellas primeras pacientes, de quienes escuchó la música del lenguaje, es decir la dimensión de la "otra escena".

El 12 de mayo de 1919 le envía Freud una carta a Ferenczi con la reescritura de un viejo trabajo recuperado en un cajón de su escritorio, "Das unheimliche", (Lo siniestro), que estamos comentando; éste será publicado por primera vez en una selección de textos realizados por el autor y editado bajo el título: "Poesía y Arte". Artículo decisivo para la anticipación e intelección de temas como la angustia, la repetición y el concepto de destino, así como la categoría de la belleza es subvertida, produciendo una transformación en la estética al introducir la categoría de lo siniestro-ominoso; ¡cómo no recordar el cuadro "Los Embajadores" de Hölbein!, soberbios, altivos, arrogantes, como sosteniendo "una fornitura romana" y ahí por efecto de la anamorfosis, sobre la alfombra inquietante, la calavera, presencia escondida de la muerte rechazada en la vanidad y en la apariencia.

En mayo de 1919, un año después del doble suicidio de Tausk, Freud había concluido ya el primer borrador de su importante trabajo "Más allá del principio del placer".

Aparecerá aquí por primera vez el estatuto de la "pulsión de muerte" y el mito del retorno a lo inanimado ("aspiración más general de todo lo animado, a retornar a la quietud del mundo inorgánico"). Aquí, a mi entender, se abren dos vías importantes para poder seguir trabajando la cuestión que hoy nos ocupa: "la mimesis de lo inanimado" y el tema de la Mantis religiosa, máquina insectoide, robótica, insensible, implacable, que aún "muerta simula estar muerta", así como en el Teatro lo representa a este tema la escritura de Harold Pinter (Premio Novel 2006).

Amadeus Hoffmann, autor del cuento "El hombre de la arena" en que se inspira Freud para escribir "Lo siniestro", fue "el hechicero, el mago", -a quien Freud admiraba-, se espantó de las criaturas de su propia imaginación y luchó por no convertirse en ayudante espeluznante de seres mágicos infernales; lo que más lo subyugaba era la muñeca que parecía tener vida. Recordemos a la bella Olimpia, aparentemente animada, de quién se enamora Nataniel en "El Hombre de la Arena" (1817) que marca el inicio de una clase de literatura fantástica. Hoffmann ha impactado a las mentes creadoras, hasta el punto de ser tomado a la vez por Freud en el artículo "Lo Siniestro" y por Offenbach en "Los Cuentos de Hoffmann".

El arte, la literatura fantástica, transmiten una "poética auténtica de la subjetividad", es decir la desocultación-celebración de la secreta interioridad del mundo, el ir y venir, lo infinito-finito, aura inquietante del tiempo, la descripción apasionada de los demonios y el fantasma, el hado inteligible de los lugares sagrados-vacíos, lo más propio de esa región del inconsciente "que no habla pero que dice la verdad": lo real imposible, de Lacan. La ficción de la literatura fantástica explora la "escena fantasmática del deseo" justo cuando se quiebra la dimensión significante que lo soporta.

El "cuento fantástico" surge a partir de esa inclinación por lo velado, oculto, misterioso, irracional-imprevisible y recordemos que la vida de Freud está transida por su pasión por el misterio, por el enigma.

Lo Unheimliche es un modo de reaccionar ante el peligro, de abordarlo, que muchísimas veces no es otra cosa sino algo antiguo, familiar, que cayó bajo la represión y que así retorna, no como síntoma sino como una fisura inesperada, y finalmente como la temida castración, que se transforma en fracaso, impotencia-resignación o paso de baile-advenimiento.

En este sentido desde Freud, el destino dejó de ser un "daimon fatal", un estigma, una condena, asistimos a "la muerte del Dios del destino". Freud en "Lo Siniestro", trata de desentrañar el sentimiento que se experimenta ante el súbito e inquietante "reconocimiento" de que uno se halla ante el destino. Observa Freud que ello ocurre frecuentemente cuando el sujeto siente que un suceso aparentemente casual es en realidad algo que el destino le tenía preparado, que bajo el aparente azar de las coincidencias yace un texto que espera ser leído. Es decir, que en un análisis se juega algo (que hay que desanudar-anudar) entre maldición y destino. Hay una diferencia entre reconocer un destino (situarse como tomado en ese destino) y transmitir ese destino como maldición ¿se puede "ir más allá" de la maldición y a la vez respetar el propio destino? Sin lugar a dudas, esa es una de las cuestiones del destino que trabajamos en el camino de un análisis.

Lo contrario sería un profundo sentimiento de ajenidad, de queja, impropio, injusto, extraño, incluso la muerte misma dice Rilke no sería un fruto dulce y oscuro, sino una muerte advenediza.

* Psicoanalista. Coordinador del Espacio de Cultura del Colegio de Psicólogos. Fragmento del trabajo leído en las Jornadas de junio/2006.

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