Jue 15.02.2007
rosario

PSICOLOGíA › LOS CUIDADOS DEDICADOS AL ASPECTO FISICO

Cuerpo, narcisismo y decepción

Caratozzolo desarrolla en su libro "Mujeres y Hombres en el Tercer Milenio ﷓ Vivir en la posmodernidad" una visión particular sobre la cultura de la imagen en unos de sus capítulos.

› Por Domingo Caratozzolo *

Ya había señalado Freud en diversos escritos que la libido, en la medida que es retirada del mundo exterior, retorna al Yo transformándose en "libido narcisista", es decir en una energía sexual que depende del Yo mismo y se sacia en él de la misma forma que lo hace en el objeto (Freud, 1919).

En El malestar en la cultura (Frued, 1930 (1929)) expresa que el Yo mismo es investido con libido y considera que éste es su hogar original. Si se vuelca a los objetos deviene libido objetal, vuelta hacia el Yo, libido narcisista. El narcisismo volcado en los ideales culturales y las creaciones de una cultura son mencionados en 'El porvenir de una ilusión' (Freud, 1927), donde afirma que la satisfacción que el ideal dispensa a los miembros de una cultura es de naturaleza narcisista y que se experimenta un orgullo cuando estos ideales se logran.

Vemos entonces que desde el psicoanálisis se señala la posibilidad de depositación de la libido narcisista en las otras personas y en los objetos culturales. Así, las instituciones en las que se desenvuelve la vida del sujeto psíquico, los valores de los que participa, los ideales que profesa, están intensamente narcisizados y la retirada posmoderna de estas instituciones, valores e ideales provocará una vuelta de la libido al Yo; la consecuencia de esta retracción libidinal dará como resultante una psicopatología especial que se agrega a los cuadros clásicos narcisistas (hipocondrías, enfermedades psicosomáticas, melancolía): las toxicomanías, la bulimia﷓anorexia, y otros que se caracterizan por una variada sintomatología: angustia difusa, un sentimiento de vacío y una merma del significado de la vida por pérdida o carencia de ideales trascendentes. Otra consecuencia es constituida por la exacerbación de la búsqueda de satisfacciones personales y una preocupación desmedida por la salud corporal, por conservar la juventud y por lograr la belleza.

Estamos inmersos en una cultura de la imagen donde la apariencia es fundamental; si somos sólo cuerpo, éste debe ser atractivo. En este terreno de las apariencias el sujeto queda excluido, la imagen es confundida con el sujeto total; encierro en un mundo imaginario, alienados a la imagen, principal protagonista de nuestra época. En la sociedad posmoderna, la obesidad se ha convertido en un estigma que osesiona a mujeres y hombres que viven en países donde el alimento es abundante y barato. No debemos olvidar que la admiración por la obesidad fue una característica de las sociedades subalimentadas; en las ciudades italianas de la Edad Media, popolo grasso, designaba a la aristocracia dirigiente, y popolo magro, a la gente pobre.

El concepto moderno de belleza corporal femenino es diametralmente opuesto al retratado por Rubens. La pasión por la esbeltez, la alergia femenina a los volúmenes adiposos, a la celulitis, a los michelines y a las carnes fofas y fláccidas, traduce, en el plano estético, el deseo de emancipación de las mujeres con respecto a su destino tradicional de madres, y al mismo tiempo, una exigencia de ejercer el control sobre su persona, cualidades tradicionalmente atribuidas al varón.

En los comienzos de nuestro siglo, el trabajador estimaba su fuerza física y su resistencia, ambas necesarias para su trabajo; en la misma época, la burguesía cuidaba de su apariencia, desvinculada de un cuerpo que estaba cubierto y no se exhibía. Hoy día, la evolución de la vestimenta que va descubriendo el cuerpo hace que la apariencia dependa cada vez más de la belleza corporal.

Dice Lipovetsky (1997) que durante largo tiempo los cuidados dedicados al aspecto físico estuvieron dominados por la obsesión del rostro, por una lógica que se concentraba en el uso de productos de maquillaje, en los artificios de la moda y del peinado. Esta tendencia ya no es la nuestra, en la actualidad, las prácticas de belleza buscan conservar un cuerpo joven y esbelto; la finalidad buscada no es tanto la sofisticación del aspecto físico como rejuvenecer, tonificar y reafirmar la piel.

La obesidad comienza a ser considerada como enemigo. Para un hombre tener barriga deja de ser una marca de respetabilidad y comienza a considerarse un signo de abandono. Cuando se aleja el fantasma de la subalimentación, aparece la preocupación por la delgadez y se descubre que la grasa es causa de diversos males: arteriosclerosis, presión sanguínea elevada, enfermedades cardíacas, diabetes. Un creciente cuidado del cuerpo es necesario si éste es objeto de las miradas, si es mostrado y se convierte en la carta de presentación; la apariencia depende más que en el pasado de un cuerpo que se va desnudando a la vista del semejante. Se hace ostentación de las formas, de la agilidad, del bronceado, de la textura de la piel, de la calidad de los cabellos, siendo el verano la época de máxima exhibición, ocasionando un incremento de los cuidados corporales. Este cuerpo, ahora preparado para ser ofrecido a la vista de los demás, proporciona muchas gratificaciones narcisistas, así como también decepciones.

* Psicólogo. Psicoanalista. Ejerció la docencia universitaria en la Facultad de Psicología. Actualmente dicta seminarios en la misma sobre temas relativos a la pareja. Publicó varios libros.

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