Jue 15.03.2007
rosario

PSICOLOGíA › LA NOSTALGIA POR EL GOCE Y LA IDEA DE POSESION

Los celos no significan amor

Es muy común que se llegue a la paradoja de que quien más cela más ama. Lo que el celoso busca es constituir el objeto de su goce. Así los celos y no el celado, son objeto erótico.

› Por José Manuel Ramírez *

"No te arrincones más a cavilar

sobre el misterio amargo del amor"

(Back Mulligan en el Ulises de James Joyce).

El último sábado tuve la oportunidad de participar en el programa radial que se emite por la FM Continental 107.5, que coordina Antonio Capriotti, de quien recibí una invitación a su programa "A través del espejo" para conversar sobre 'Los celos' con él y con José Gentilini que lo acompaña en la emisión del mismo en el cual abordan variados e interesantes temas.

Aprovecho este espacio para reseñar brevemente lo que sostuve en el mismo sobre los celos. Quise destacar de entrada como premisa a lo que podían ser mis comentarios la siguiente afirmación: "Los celos no son signo de amor". Es una afirmación difícil pues la experiencia y el pensamiento de la gente es precisamente que quien cela lo hace por amor y también que quienes los soportan lo hacen porque los consideran una prueba de amor proveniente del celoso, sin contar que el hecho mismo de soportarlos se entiende también como un gesto de amor hacia el celoso.

Se llega así al extremo de la paradoja de que entonces quien más cela más ama, y también de que quien más los soporta es porque mucho ama al celoso. Parece una competencia donde la cuestión es ver quién ama más al otro. En el colmo del transitivismo cabría la pregunta ¿quién cela más, el celoso o el celado? Esto es tan así, quiero decir de absurdo, que hay quiénes, se escucha, provocan celos porque de esa forma se aseguran del amor del otro. ¿Amor?

Parece esto un problema banal, pero es de consecuencias serias. El hecho de que los celos estén fuertemente asociados al amor, lleva a una confusión sobre el amor mismo, al punto de que se termine por perder la capacidad de amar, porque si en un grupo, digamos familiar, se asocia el amor a las manifestaciones celosas se termina ignorando o mejor padeciendo de una incapacidad para amar. No sólo se llega a esa incapacidad sino que una medida del amor termina siendo la medida del sufrimiento, incluso puede llegar a considerarse como amor la capacidad de soportar el desaire.

Está bien que los románticos anhelan ese padecimiento y les da la medida, y que estamos llenos de poesías que hacen copular el amor con los celos.

Para peor, todo esto lleva a la idea de que como el amor es siempre así, contaminado, impuro, etc., si uno llega a insinuar la posibilidad de un amor verdadero, la respuesta rápida es "No creo en el amor verdadero", entonces, sigamos así...

Pero se llega a esa idea de que es siempre así porque se desconoce que puede haber un amor más allá del Edipo. Es decir, todas las manifestaciones celosas están dentro del Edipo, son un remanente irresuelto del mismo, son un resto de los afectos no liquidados con la terminación del complejo. Esto al extremo y sin olvidar que tampoco en el nenito chiquito que tiene celos por el hermanito se trata de una cuestión relativa al amor, porque podríamos llegar a considerar eso, ¡que allí sí se trata del amor! Entonces lo justificamos e incluso nos parece simpático.

Hasta tal punto los celos no tiene que ver con el amor, humano diría, que he visto cómo cuando abrazo a su dueña, la perra de ella se abalanza sobre nosotros y se mete en el medio como podría hacerlo un chico. Si interpretamos ese salto como celoso porque la quiere o me quiere, ahí sí que no sabemos, entonces o humanizamos a la perra (cosa bastante frecuente) o el chico celoso no se diferencia del animal. Bueno, por eso digo, los celos son de otro orden al del amor. De un orden anterior lógicamente al amor.

Se dice que tienen que ver con la posesión, con el goce de algo, como quien dice con el uso de algo, o con el usufructo de algo. Parece más correcto, más verdadero. Pero veámoslo.

Si el nene mira con odio (apólogo de San Agustín) al hermanito prendido a la teta de su mamá. ¿Cuántos hay en esa escena? El nene, el hermanito, la mamá y,..., la teta. ¿Al nene le interesa la teta como proveedora de alimento cuando en una de esas ya come asado? No. Le interesa el goce, el placer, del que ha sido destetado, no es por otra cosa que cela al hermanito. Lo cela porque se identifica al hermanito cuando éste toma la teta, igualmente, el celoso se identifica con el rival, real o supuesto, que se interesa por su objeto. Lo que el celoso busca es constituir el objeto de su goce y detectar así si coincide o no con lo que tiene. O sea, no es el objeto (el otro celado) el que determina a los celos, sino que son los celos los que constituyen al objeto erótico.

El sujeto en cuestión se encuentra en una encrucijada: o se queda celando al hermanito con la finalidad de seguir poseyendo el objeto materno, o destetarse y dirigirse hacia lo real.

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