OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
Esta semana la oposición se levantó de sus bancas en el Concejo y dejó que la mayoría oficialista votara en soledad el nuevo Código Urbano de la ciudad. Más allá del tema, la puesta en escena tuvo su repercusión pública y esto preocupa al Ejecutivo municipal pese a los resultados en que obtuvo en el recinto.
› Por Leo Ricciardino
"Es una función constitucionalmente reconocida de la oposición el límite y el control crítico al poder de la mayoría...y se puede expresar con la defensa de los derechos de la minorías disidentes y de la alternativa política de poder". El notable politólogo italiano Norberto Bobbio, fallecido hace poco, reunió junto a Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino el más completo Diccionario de Política que se conozca y estudie por estos lados y que, claramente, muchos de nuestros dirigentes (y por qué no, también periodistas especializados) deberíamos revisar más a menudo.
Como sea, ni el gran Bobbio alcanza -o mejor dicho abunda y sobra- para explicar cómo debe comportarse en realidad una oposición. Casi siempre ésta tiene una imagen ilimitada de sí misma, y otra, muy disminuida de parte de las mayorías que terminan por determinarla, por definirla.
Esta semana, cuando un grupo de concejales de la oposición dejó en soledad a la mayoría socialista para aprobar el nuevo Código Urbano de la ciudad; se dio uno de estos clásicos debates. "No fue muy democrático", opinó el intendente Miguel Lifschitz. Pero en rigor, no hay demasiados elementos para esta aseveración. O, en todo caso, el intendente igual se muestra molesto a pesar de haber conseguido la aprobación por tener mayoría propia; porque retirarse del recinto pone en evidencia una situación inocultable: expresa claramente el escenario en el que se está dispuesto a "defender los derechos de las minorías disidentes", al decir y entender de Bobbio.
Sin entrar en la cuestión de fondo del nuevo Código Urbano -que si mereció fuertes cuestionamientos de las cámaras de constructores tan mal no debe estar-; lo que sí debe anotarse es que hay un rol diferente en los concejales opositores de Rosario. Y que esto se debe mucho más a algunas grietas que no puede ya ocultar el Ejecutivo antes que al descubrimiento de estas delicadas pero preocupantes fisuras en la hegemonía de la administración local, por parte de los propios interesados.
Lifschitz mismo dio esta entidad o nuevo rol a los mismos opositores de siempre cuando en una polémica de principios de año aseguró que había notado una expresión de oposición "más contundente" de parte del PJ en el Concejo, en coincidencia con lo que se estaba debatiendo a nivel provincial con la instalación en la Casa Gris del nuevo gobierno de Hermes Binner y el nuevo rol que le cabría al peronismo santafesino. Donde la expresión del ex intendente de Santo Tomé Angel Piaggio de "poner palos en la rueda del gobierno" no hizo más que ratificar por qué el peronismo había perdido las últimas elecciones en la provincia.
Pero muchos de los problemas que señalaban y señalan algunos opositores en Rosario, comienzan a verse y el intendente hoy se debate entre no poder pelearse con la provincia al ser del mismo signo político, pero tampoco poder contar con recursos extraordinarios para afrontar las crecientes demandas en servicios. Es por allí, en medio de los párrafos de esa lectura, por donde algunos creen que ha llegado el momento de golpear de manera más efectiva. No mucho más, ni mucho menos del juego histórico de la oposición. Pero atención, porque Bobbio también distingue entre quienes tienen verdaderas intenciones de ser alternativa de poder de aquellos que meramente se quedan en el rol clásico que se les ha tocado desempeñar.
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