OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
Ya nadie duda de que la crisis con el campo atravesó a toda la sociedad y a las fuerzas políticas que buscan reacomodarse tras el desafío radicalizado del gobierno. En Santa Fe, a las extrañas alianzas y discursos habrá que sumarle el impacto que el fenómeno tendrá en las internas partidarias del 13 julio, en las que salga lo que salga, muchos habrán tenido la impresión de que algo se perdió.
› Por Leo Ricciardino
Muchas de las cosas que no se comprendían en 2003 y 2005, cuando Néstor Kirchner venía a la provincia y se acomodaba para la foto más cerca de Hermes Binner que de Carlos Reutemann y Jorge Obeid; hoy tienen su explicación. Está claro, ni él confiaba en estos dirigentes (menemistas y duhaldistas), ni ellos estaban desesperados por aparecer cerca de este nuevo presidente surgido de un escaso 22 por ciento de los votos y con la sombra aún nítida de Duhalde como bombero de la Nación tras la caída de De la Rúa, transitando por la provincia de Buenos Aires.
Ni siquiera cuando Kirchner venció a Duhalde en el terreno de las lábiles lealtades de los referentes del conurbano, Santa Fe apostó seriamente a alinear el partido con los Kirchner. Reutemann ya jugaba a "alambrar" la provincia y Obeid -se sabe- es incapaz de cualquier enfrentamiento. Obeid debió afrontar sólo -porque así lo definió Reutemann- las difíciles legislativas de 2005, cuando nadie quería encabezar la lista de candidatos a diputados contra Binner. Y ahí lo fue a buscar a Rossi, no por simpatía (nunca se la tuvo) sino por descarte. Rossi había llegado a una banca de concejal por la renuncia de Norberto Nicotra, si no otro hubiese sido su destino político. Su militancia y formación le hicieron llenar la candidatura nacional y por lo menos hacerle jugar al peronismo santafesino un digno papel en medio de la ola de cambios que ya venía a vislumbrarse en la provincia.
Entonces llegó el 2007, las generales contra Binner. Y ahí Obeid prefirió escuchar cantos de sirenas e ir a buscar a Rafael Bielsa antes que requirir nuevamente los servicios de Rossi, que peleó sólo y como pudo frente al aparato. Todavía Kirchner no lo había puesto bajo su ala y confiaba -el presidente- en respetar el armado provincial sin intervenir porque -hay que decirlo- no disgustaba al presidente que ganara un socialista que haría hocicar a estos timoratos que habían preferido no jugar. Por eso no eligió, y en la coyuntura de hoy parece increíble que un hombre con la decisión y el carácter para conducir que exhibe el actual titular del PJ nacional, nunca, pero nunca haya dicho si su preferido en 2007 era Rossi o Bielsa. Y tampoco visitó demasiado la provincia para tratar de inclinar la balanza.
Bueno, ahora el escenario cambió y la crisis del campo abrió grietas a lo largo y a lo ancho de la sociedad argentina, pero también del peronismo. Aquellos desplantes de Kirchner en 2003 y 2005 eran comprensibles, pero nadie imaginó que la devolución de gentilezas estaría a la vuelta de la esquina. Sólo ahora, Kirchner está interesado en armar en Santa Fe donde nunca hubo kirchnerismo hasta que Rossi tomó la decisión de que ese era su único camino de salvataje político en medio de un partido que jamás lo apoyaría en Santa Fe y donde el obeidismo estaría a su lado sólo si Reutemann permanecía camino a la oficina de trámites jubilatorios. Esto no pasó, y con el hombre de regreso, la "ayuda" del obeidismo se limitará a unos pocos armados con los hombres del sur, donde nunca jamás Reutemann se esforzó por hacer pie.
Se como sea, ya nada es igual como era tan sólo dos meses y medio atrás, cuando las internas se imaginaban en otro contexto. Cuando muchos dudaban si se harían finalmente y cuando la pelea lo ponía a Ricardo Spinozzi con mucha desventaja frente a la candidatura de Rossi. "Si Lole juega es por bronca y porque siente que puede llegar a ganar", dicen de un lado. "Con Kirchner decidido, las cartas están echadas", sostienen desde el otro lado sabiendo que la pelea de fondo en Santa Fe tiene hoy otros nombres más pesados. Como sea, y más allá del resultado del 13 de julio próximo, si en el PJ vuelve a darse para las legislativas de 2009 la fuga de candidatos que se vio en el 2005; no habrá para el peronismo horizontes definidos para el 2011, cuando otra vez haya que elegir gobernador.
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