OPINIóN
Reutemann, Obeid y Rossi; son los tres referentes más importantes del peronismo santafesino. Un pedido de Néstor Kirchner pidió la suspensión de las internas del PJ a nivel provincial, pero esa "unidad" que se mostró en la asunción de las nuevas autoridades partidarias, lejos está de borrar la profunda distancia que aparece entre estos tres dirigentes totalmente distintos y entre quienes se debatirá el destino del este partido hoy en la oposición después de más de 20 años.
› Por Leo Ricciardino
El Partido Justicialista en Santa Fe tiene nuevas autoridades, pero la interna que no fue -no al menos en todo el territorio- no alcanzó para disimular las profundas grietas que separan a sus principales dirigentes. "Para que quede claro, al Turco no lo va a conducir el Chivo", le dijo a Rosario/12 un vocero del ex gobernador Jorge Obeid, exponiendo de un modo brutal que él y su corriente siguen jugando por más que en Rosario la mayoría de los obeidistas hayan apoyado a Luis Rubeo, el hombre de Agustín Rossi. Rubeo se quedó con la departamental local del partido tras las internas del 13 de julio pasado, que pasaron casi desapercibidas por la abultada diferencia del resultado y porque todavía el conflicto del campo absorbía toda la atención del público hacia la política. Precisamente, este conflicto que logró devolver al ruedo al aletargado senador Carlos Reutemann tuvo sus repercusiones entre sus seguidores: "El reutemismo va a armar en Rosario, desde abajo", prometió a este diario otro dirigente afín al sector envalentonado por el crecimiento de la figura del ex gobernador, impulsado por los comentarios favorables de la Mesa de Enlace del campo.
La definición de Obeid respecto de Rossi es casi obvia, si no no hubiera ido a tentar a Rafael Bielsa para que fuera candidato a gobernador para enfrentar a Hermes Binner el año pasado. El ex gobernador sólo convocó a Rossi cuándo éste era presidente del Concejo Municipal de Rosario y nadie de peso en el peronismo se decidía a encabezar la lista de diputados nacionales -también para enfrentar a Binner- en 2005. Después, la capacidad, la pericia y la militancia de Rossi terminaron por llenar la banca al punto de convertirse en el jefe de la bancada del Frente para la Victoria en Diputados.
Rossi aceptó en su momento la decisión de Néstor Kirchner de suspender las internas del peronismo en la provincia, aunque el ex presidente concedió la excepción para Rosario. Esto permitió el resurgimiento de un peronismo "rosarino" después de muchos años en los que Reutemann se encargó de un lento pero efectivo proceso de vaciamiento del PJ del sur; y donde Obeid intentó un armado con el diputado provincial Marcelo Gastaldi que trabajó duro para alcanzar los objetivos que logró en parte, pero que siempre tuvo el contrapeso santafesino de su propia corriente.
Hoy el senador provincial Ricardo Spinozzi no es un presidente para todo el Partido Justicialista, no porque no quiera, sino porque no le alcanza. Primero porque su contrafigura es el propio Rossi que no lo enfrentó el 13 de julio pasado por pedido de Kirchner, y segundo porque Spinozzi -sospechan desde aquí- terminará "jugando siempre para el tándem de los santafesinos", como lo admitió un dirigente local de la recientemente renovada cúpula del PJ local.
La línea sigue siendo, como en la vieja historia desde la recuperación de la democracia en 1983, el peronismo santafesino versus el rosarino que había logrado en aquel momento colar a su primer gobernador: José María Vernet y encima, después como vicegobernador a Nito Vanrell. Claro, el costo fue demasiado alto, poco y nada logró crecer después desde el PJ de estos lares tras aquella "épica" incursión en la Casa Gris. Porque poco puede anotarse a favor los Baltuzzi o los Nicotra quienes terminaron suscribiendo siempre las directivas capitalinas, con una carencia total no ya de ideas o impronta, sino de trabajo, carácter y decisión. La acción más arriesgada de Norbero Nicotra fue confensar públicamente en medio del conflicto con el campo que el peronismo santafesino "nunca fue kirchnerista" y hasta puso en duda haber votado por Cristina.
El "cuarto", para otorgarle un lugar, es el siempre expectante intendente de Rafaela Omar Perotti. Al santafesino con más alto cargo partidario a nivel nacional no es posible enrolarlo en ninguna corriente provincial, pero tampoco conforma una propia. Reutemann, Obeid, Rossi y el propio Néstor Kirchner tienen después de todos estos años, una radiografía exacta de este dirigente. Un peronista distinto, formado, pulido y con gran capacidad de trabajo lo que le ha granjeado demasiados celos y enemistades. Por momentos, también, se ha percibido que no ha arriesgado demasidado y eso, sobre todo en el peronismo, a veces es difícil de sostener.
Estar en el poder en la provincia por 24 años hizo del Partido Justicialista una herramienta obsoleta, inservible y con escasos réditos políticos. Pero ahora es distinto, en la oposición un partido dinámico y organizado puede no sólo acorralar a cualquier gobierno sino ir sumando fuerzas suficientes para ser una alternativa seria en las próximas elecciones. Esta percepción aún no está en todos los dirigentes, por primaria que parezca. Y no es inexperiencia o falta de vocación política, es algo mucho más simple, más humano y extendido: Es vanidad. Ese sentimiento que hace que nunca nadie se jubile, que parezcan en retiro pero que emerjan a la hora de las grandes definiciones; y sobre todo que no toleren el surgimiento de una nueva dirigencia. A ella la impulsan pero la frenan después en secreto, cuando ha adquirido demasiado vuelo.
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