OPINIóN
› Por Alberto Muñoz*
El ARI con la visión de Elisa Carrió siempre pudo anticipar a lo largo de estos cinco años los escenarios políticos que se avecinaban, la confrontación entre la clase política y la sociedad del 19 y 20 de diciembre del 2001 y la confrontación Kirchner-Duhalde del 2005 son muestra de ello, pero la resolución de los conflictos no estuvo en nuestra manos, sino en el esquema de poder dominante.
Así la sociedad, los que nos votan y los que no nos votan, han tenido en cuenta nuestros puntos de vista una y otra vez, pero sin creer que nosotros podamos solucionarlo.
La última elección presentó una verdadera crisis de crecimiento en nuestra construcción, puesta de manifiesto en que todos los distritos registraron una fuerte demanda para que modificáramos el balance entre denuncia y proposición, precisando nuestra propuesta, y cuando hablamos de propuesta no hablamos de un texto escrito en un papel, sino en que, cómo y con quién lo vamos a hacer.
En este sentido al catalogar los déficit de nuestra sociedad en relación a nuestras ideas debiéramos tener en cuenta que las limitaciones que vemos al mirarnos hacia adentro también son vistas por la sociedad y que la demanda porque tengamos mayor capacidad de propuesta, de gestión o acción, no es una demanda negativa.
Otra cosa es si aceptamos el papel de fiscalizadores de los hacedores que la sociedad ya nos ha asignado en varias oportunidades pero que difícilmente pueda cambiar el rumbo en la medida en que nos planteamos hasta el presente.
La resolución de esta ecuación ha sido siempre conflictiva en la construcción de alternativas al bipartidismo del siglo XX. Armonizar ideas de cambio con poder para ejecutarlas se transformó en un escollo difícil de sortear en la medida que el teorema de Baglini, confirmaba su validez independientemente de quien fuera el actor, ("la voluntad de transformación es inversamente proporcional a la cercanía del poder").
Ahora bien, sin resolver este teorema favorablemente, absteniéndonos de los simplismos del principismo y el pragmatismo que en definitiva lo confirman, sería imposible la construcción de una alternativa de poder en la Argentina, porque si la succión del poder esteriliza cualquier idea de cambio compatible con nuestros principios, directamente renunciamos a la política y lo que en verdad estamos haciendo es periodismo crítico, filosofía o revisionismo histórico.
Dicho esto comienza una discusión aún más dificultosa que es la de definir cual es el cambio posible que le proponemos a la sociedad argentina en este momento, con esta correlación de fuerzas y con este cuadro de situación, teniendo en cuenta que el posibilismo ha sido utilizado sobre todos nosotros no para disminuir los cambios positivos que anhelamos sino para anunciar los negativos que repudiamos.
La discusión sobre el cambio posible siendo difícil no es una discusión que podamos evitar en la construcción de nuestra fuerza y esta íntimamente ligada al tema de la identidad, que como ya hemos definido hace mucho tiempo es algo que edificamos día a día y que no nos esta prefijado como en los partidos tradicionales.
Si ponemos las ideas de cambio demasiado lejos, sin el poder para implementarlas solemos aislarnos de la sociedad que nos acusa de idealistas o testimoniales, y antes de recriminarla debiéramos recordar que ningún cambio se realiza sin la sociedad.
Si ponemos las ideas de cambio demasiado cerca en función del poder que hemos sido capaces de construir, entramos en la zona de captación y coptación del poder dominante que nos ofrece un lugar donde canalizar nuestras expectativas siempre y cuando no se modifique el orden establecido.
Poner la medida de nuestro cambio en el horizonte nos consolida como fuerza testimonial, amurallando los límites para que no salga ni entre nadie, pero la luz de los faros si bien marcan la dirección suele no llegar a alumbrar el camino.
En todo caso la teoría mesiánica de "cuanto peor mejor" o de "esperar nuestro momento", tan afín a la izquierda argentina, ha demostrado largamente su ineficacia mientras que por el contrario la experiencia de las construcciones alternativas han demostrado la necesidad de valorizar los pequeños avances, armonizando ideas y poder.
*Presidente ARI Rosario.
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