OPINIóN
Para las fiestas de fin de año prácticamente no se registraron hechos de violencia. Pero bastó un caso tan trágico como la muerte del taxista la semana pasada, para que saliera nuevamente a la luz la falta de acciones conjuntas de prevención entre provincia y municipio. Justamente lo que había dado frutos quince días atrás. Es hora de terminar con la competencia, para instalar el trabajo en equipo.
› Por Leo Ricciardino
El asesinato del taxista Jorge Poremba es el tercero en menos de tres años, en un listado que incluye a numerosos heridos de bala del mismo gremio. Pero a la hora de hacer estadísticas -en el mismo período- seguramente se encontraría similar número de quiosqueros, almaceneros y dueños de comercios varios. El análisis no es para descartar una política especial de seguridad para el sector, pero sí para poner en claro el incremento de la violencia en los robos en todos los segmentos. Ojalá todos los asaltos fueran magistrales como los de las cajas de seguridad a un banco de Acasusso; pero no, no se está ante ladrones profesionales que planifican, estudian y desean el golpe de sus vidas. Sino de personas desesperadas -en su mayoría jóvenes- que desprecian su propia vida y por eso pueden poner en riesgo la de los demás por unos pocos pesos (40, en el caso de Poremba).
En ese marco es muy fácil imaginar el naufragio de cualquier política de seguridad. Seguramente ahora, como respuesta de coyuntura, volverán los patrullajes intensos en los taxis, la incorporación de los teléfonos celulares con seguimiento satelital, y muchas otras. Pero, ¿cómo detectar o prevenir una situación de peligro inminente que en un segundo puede convertirse en homicidio?
Como sea, hay que determinar una política de seguridad específica por tratarse de un servicio público. Y en ese sentido, lo que el fin de semana dijo la secretaria de Servicios Públicos municipales Clara García debe ser tenido en cuenta: "Cuando trabajamos conjuntamente con la provincia, como por ejemplo en Navidad y Año Nuevo, las cosas salieron bien. Hubo buena prestación del servicio -que era nuestra parte del control- y bajó el índice de delitos (que era la parte de la policía provincial)". Pues bien, la fórmula debería volver a funcionar dejando de lado cualquier mezquindad política. Sobre todo, teniendo en cuenta que la municipalidad dispone de una fuerza de más de 300 hombres (la GUM) como para aportar a una buena política de prevención.
Los taxistas hacen bien en movilizarse y reclamar medidas. Si los quiosqueros o almaceneros puedieran tener la misma capacidad de movilización lo harían también. La característica de tener el "negocio" arriba de un auto permite eso. Ayer fue impresionante ver a todas las unidades que acompañaron hast el cementerio al cortejo fúnebre del taxista muerto.
Pero también es cierto que el sector debe ser más flexible a la hora de incorporar métodos que puedan aportar a una mayor seguridad. Cuando se habló de poner las barreras de acrílico antibalas que separan al conductor del pasajero, fue desde los propios taxistas que surgió la queja por los costos y porque se trataba de un elemento "incómodo". Quizás no sea muy sencillo incorporarlo a los más de 3000 taxis, pero podría ser una solución. La otra que se barajó en su momento fue la tarjeta magnética. Aquí también hubo oposición y resistencias. Sin embargo, esta tecnología terminó con los asaltos a los colectivos, aunque también tuvo que morir un chofer para que se decida su implementación ya hace casi diez años.
Seguramente sería más incómodo para los usuarios de taxis, pero teniendo en cuenta que son muchos miles más los usuarios de colectivos y pudieron acostumbrarse, no estaría mal hacer la prueba de sacar el dinero de arriba de los taxis. Al igual que los choferes de colectivos, éstos ofrecen un blanco fácil al estar de espaldas al potencial delincuente y tener escasa capacidad de movimiento. Es por eso que son elegidos.
De cualquier manera, por más especificidades que se detallen, la seguridad siempre es una cuestión integral y la violencia en los crímenes está directamente relacionada a una situación social crítica que tiene aspectos estructurales de difícil reversión.
En ese marco, lo único que lleva a la frustración permanente es creer que métodos más represivos (sea con leyes o estructuras carcelarias) pueden traer un escenario distinto. Se dijo más arriba, se trata de gente desesperada que ni siquiera puede entender el valor de la vida. No por complicadas situaciones psicológicas -como sucede con los asesinos seriales en los Estados Unidos-, sino por una perdida profunda y sistemática de valores sociales que siempre acompañan a las profundas e históricas crisis económicas.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux