OPINIóN › PANORAMA POLíTICO
› Por Pablo Feldman
La Presidenta Cristina de Kirchner convocó al diálogo en una actitud que delata no solo haber metabolizado el resultado electoral, sino también una reacción política que desde la oposición no esperaban. La tozudes que caracterizó los movimientos del kirchnerismo estaba cimentada en sus éxitos electorales. Ahora, ante el primer fracaso se cambia la estrategia no sólo para no perder el gobierno -tras haber perdido las elecciones- sino para gravitar en la sucesión presidencial y defender el modelo que durante seis años se llevo adelante con variada suerte. Una simplificación propia de los grupos mediáticos que discuten otras cosas más allá de la política -atravesada por negocios- diría que la caída en desgracia del gobierno se marca con el inicio del conflicto con el campo. Y si bien fue un punto de inflexión en la consideración pública, hay indicadores que demuestran que los problemas comenzaron antes -inflación incluida- y que se agravaron por la crisis financiera internacional.
No obstante es ocioso intentar minimizar el impacto de la crisis con el campo, sobre todo porque dejó en evidencia las limitaciones del grupo político que lidera Néstor Kirchner que evidentemente es una cosa al frente del Poder Ejecutivo, y otra deambulando por los jardines de Olivos. Como será que ni la inexplicable actitud de la Federación Agraria -fuerza de choque de la Sociedad Rural- fue avalada durante mucho tiempo por chacareros que pasado el vendaval comienzan a reprocharle a Eduardo Buzzi haber sido el page de Miguenz, Biolcati y otros personajes de pasado verde oliva. "Si el gobierno no hubiera perdido las elecciones no hubiera convocado al diálogo", dijo Buzzi que sigue sin ubicarse, lo mismo que algunos dirigentes que criticaron los cambios en el gabinete, esperando seguramente que apareciera alguna figura fuera del circulo K, como si eso fuera posible o en el remoto caso de un ofrecimiento algún opositor hubiera agarrado viaje.
Otro tanto sucede con la Reforma Política, que en la campaña que la llevó a la Presidencia era una de las banderas preferidas de la Senadora Fernández, que apenas se transformó en la Presidenta Kirchner la dejó de lado como quien se mete en una obra y enrolla los planos. Esa reforma tiene como elemento sustantivo la revalorización de los partidos políticos, la herramienta más eficaz para la conducción del Estado. Esto está probado en el mundo entero, y si bien en Argentina hay algunos brotes corporativos -como la creación del partido o bloque parlamentario del campo- la mayoría de los ciudadanos sostiene ese sistema más allá de sus imperfecciones y sus protagonistas circunstanciales.
Entre las cosas que se van a proponer está la reforma del régimen electoral, y es allí donde la experiencia santafesina cobra relieve. Sería bueno preguntar al senador Carlos Reutemann qué opina, sobre todo después de haberle dicho de todo menos bonito -eso sí, nunca en público, fiel a su estilo- a Jorge Obeid cuando desarmó la promiscua Ley de Lemas y propuso el sistema de internas abiertas, simultáneas y obligatorias. Un claro avance en el respeto a la voluntad popular, burlada en más de una oportunidad por alquimias electorales que más temprano que tarde terminaron castigando a sus mentores.
Habrá que ver qué dice el peronismo, o los peronismos, al menos hasta que se reorganice la fuerza detrás de un conductor, haya internas y sea necesario que los dirigentes asuman riesgos. Y esto no sólo para el PJ, también vale para la oposición que por ahora hace la plancha a la espera de un milagro, porque nadie seriamente puede pensar que Cleto Cobos -"traidor de más de una" diría su ranking- puede encabezar un proyecto "alternativo", sin embargo lo que queda de la UCR y otros sectores piensan en la versión mendocina de Fernando el lento como esperanza para desbancar al peronismo.
Y los que no piensan en él, y fueron radicales, no lo hacen por una cuestión casi de celos. Elisa Carrió -tercera cómoda en su distrito- dijo que se sacrificó perdiendo en la Capital Federal para ganar en todo el país. Lo cierto es que la Coalición Cívica tendrá unos 80 diputados, y una docena y media de Senadores, pero ni un solo candidato con expectativas, al menos por ahora. Y este es el punto, faltan dos largos años. Es mucho tiempo, en cualquier lugar y en la Argentina es una eternidad, sobre todo si uno analiza los resplandores, fulgores y ocasos de las figuras de la política y de la sociedad de los últimos años.
El caso más cercano es el de Carlos Reutemann, que hasta la 125 estaba dormido en su banca, levantando la mano cada vez que Miguel Pichetto le hacía señas y votando todo lo que el kirchnerismo le mandaba. Un cambio de viento, un volantazo a la derecha, y el Lole aparece en las primeras filas para una carrera de la que se había borrado unos años atrás. Gana por un par de puntos donde antes ganaba por 15, pierden sus "oponentes internos" y queda en la "pole". Y ahora serán muchos los que se sumarán a su escudería, algunos sectores -la rural, la UIA, y otros factores del poder- le ofrecerán poner el chasis, alguno el motor. Y el piloto dirá que sí, porque no tenía nada armado ni tampoco un -team- de primera línea.
Pero falta mucho, y pueden pasar muchas cosas, y aparecer nuevas figuras, que hagan que un -volantazo- no sea lo que defina una carrera, mucho menos un campeonato. Esto -escrito en el argot de la fórmula uno- es de fácil comprensión para casi todos, la política, en cambio, tiene otros componentes menos lineales, sin circuitos trazados de antemano que obligan a asumir posiciones para las que hay que estar preparados en serio, sin esperar golpes de suerte.
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