OPINIóN
› Por Graciela Roselló*
Sólo dos hileras, 25, 26 sillas. La Pato a mi lado, más allá Stella, Anatilde, Patricia, las Madres, los Hijos, el Coco. Silencio, algún ruidito de papel al abrir un caramelo, para mitigar el sabor amargo de tan pocos de este lado del blindex, en este juicio oral y "público" a los genocidas.
Pero llegó, al fin llegó septiembre, con todo el olor y el ruido de la primavera cercana a pesar del día frío y gris. Olor y ruido de jóvenes, muchos por suerte y de no tan jóvenes, en esta ciudad cordial conmovida por coloridas banderas y consignas mezcladas, desde muy temprano. Los abrazos en la plaza, el reencuentro, el llanto, la risa, 33 años marcharon en nuestros pasos hacia el Tribunal Oral Federal.
En la sala donde se imparte justicia, los conjueces, los dignos fiscales, nuestros queridos abogados militantes y en el banquillo de los acusados, los genocidas, abatidos algunos y otros con la soberbia de aquellos años, pero todos con el rictus amargo.
El sabor del caramelo se vuelve dulce, y Anatilde que me abraza y me dice que "está destruida". Ahora, después del cuarto intermedio, la estoy viendo, a escasos metros, el vidrio en el medio la separa de nosotros, ya no puede mas simular fusilamientos, ni entregar nuestros cuerpos a los torturadores.
Detrás del blindex, la carcelera María Eva Aebi, parte del engranaje de la noche más larga y negra de nuestra historia, el terrorismo de estado, con la mirada baja, sabe que está llegando lo que nunca esperaba: Juicio y Castigo.
*Ex detenida desaparecida GIR -ciudad de Santa Fe- Secretaria General Adjunta Alterna de La Bancaria de Rosario.
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