Sáb 25.02.2006
rosario

OPINIóN

Mirar atrás para seguir adelante

› Por Alicia Gutiérrez *

La búsqueda de la verdad, así como su tendencia al desenmascaramiento y desalienación son valores éticos incorporados como criterios de salud humana. En la Argentina, en nuestro territorio provincial como consecuencia de la aplicación de la doctrina de la seguridad nacional, tuvo como consecuencia la destrucción del tejido social. Una sociedad puede sostenerse si está organizada por normas y leyes que tengan como eje la verdad, la ley, la memoria y la solidaridad.

Con la aplicación de la doctrina de la Seguridad Nacional a la verdad se le opuso la falsedad. A la ley, se le opuso una ley arbitraria y perversa: la impunidad. A la memoria, la negación y el borramiento de las víctimas y delitos, el silencio. A la solidaridad se opuso el aislamiento, la marginación, la indiferencia y el avasallamiento de las libertades públicas e individuales.

Toda la población fue expuesta a la violencia simbólica ejercida desde el poder desde donde se instauró el terror, el miedo que paraliza y que en muchos generó conformismo e indiferencia.

A treinta años de la instauración de la dictadura más sangrienta de la historia argentina, es necesario revisar la paralización, el acostumbramiento a lo siniestro. La necesidad de olvidar hechos aberrantes, renegándolos y escindiéndolos estuvo en mayor o en menor medida en nuestras instituciones y en la sociedad argetina.

Cuando una sociedad admite la mutilación de uno de sus partes, en este caso la memoria, la verdad abre las puertas a la ambición esclavista, a la dependencia, a la alienación. Estas claudicaciones traen aparejado el riesgo de una repetición, dado que la confusión, el olvido y la no justicia son fuentes de reedición.

El hombre se define por su memoria individual, ligada a la memoria colectiva. La memoria es identidad, ambas, memoria e identidad se sustentan mutuamente.

Poner palabras donde la dictadura instauró el silencio e impuso la obediencia debida como eufemismo de la libertad para asesinar y delinquir, es ir desenmascarando el cinismo que se impuso desde el Estado, sintetizado en la respuesta que el dictador Videla, dio al interrogante de donde estaban las personas desaparecidas. "Desaparecidos es eso -dijo- que no están, se esfumaron, se fueron. Desaparecieron." Los desaparecidos fueron nuestos amigos, nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros compañeros con nombres y apellidos, transitaron la vida en pos de la construcción de un mundo justo, igualitario y solidario, fueron arrancados de la vida sin posibilidad de juicio y de defensa. De la mayoría no sabemos dónde fueron llevados, quiénes fueron los responsables de sus crímenes, de los cuales de muy pocos hay condena. Estuvieron entre nosotros, trabajando, estudiando.

La negación puede hacernos creer que el verdugo no mató, que las víctimas no murieron. Olvidar a los desaparecidos y a los muertos, es olvidarlos y matarlos otra vez, negar la vida que ellos vivieron, la esperanza que los sostenía, la fe que los animaba.

No pretendemos la memoria como mera información, ya ésta sufre su propio destino, la de ser la expresión de un instante. Fagocitado por la sobreinformación que reduce todo a la nada.

Es imprescindible recuperar la memoria colectiva, la memoria histórica en una cultura que ha hecho del presente su única y alienante referencia, para construir el futuro hay que mirar atrás. Mirar atrás para seguir adelante. Hay que reinstalar los desaparecidos en los espacios de la cotidianeidad. En la que transitaron, para no cometer el doble crimen, parafraseando a Freud, de matar la muerte con el silencio.

* Diputada del ARI. Presentó un proyecto de ley para que distintas carteras del gabinete provincial expongan la nómina correspondiente a agentes de cada cartera, asesinados o desaparecidos, en un lugar visible.

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