OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
Los principales candidatos a intendente de Rosario guardan sus disparos para el último tramo de la campaña. Por ahora, todos siguen a rajatabla el guión de sus publicistas o su instinto político de preservación. La discusión por el nivel de polarizado que autorizó la ciudad por ordenanza, y la contradicción con la ley nacional, puso al intendente Lifschitz a defender la norma desde la autonomía.
› Por Leo Ricciardino
Los candidatos a intendente de Rosario parecen cumplir un plan trazado de antemano que incluye evitar el debate frontal, no responder ni proferir agresiones y desarrollar lo mejor que pueden el guión de campaña que los publicistas o su sentido común --según sean los recursos- diseñaron de antemano. Ni el vocinglero Jorge Boasso (candidato de la UCR referenciado en Mario Barletta a nivel provincial), recorre las calles de la ciudad utilizando su tono de costumbre, que incluye generalmente un descrédito para los demás y una alta consideración de sí mismo. El hombre sólo habla de propuestas y destaca su trabajo de tantos años en el Concejo Municipal. Ahí se ve que hay alguien atinado que le hizo comprender a Boasso que uno de sus mayores enemigos políticos anidaba dentro sí. Tiene experiencia y mucho para mostrar como para andar revolcándose en el barro de la politiquería. Su intención de voto no es para nada desdeñable y parece haberle llegado la madurez política.
Tan decidido está a cambiar su imagen temperamental que en las últimas horas se vieron en esquinas céntricas y en las peatonales unas "lonas de campaña" donde el edil destaca algunos de sus proyectos pero con una viñeta gigante y en lenguaje humorístico. Todo rematado con su latiguillo de campaña: "Mirá Boasso".
La candidata del oficialismo Mónica Fein tiene una tarea más fácil de desarrollar. Como Antonio Bonfatti a nivel provincial, lo que queda por destacar es la continuidad de las gestiones que llevan adelante Hermes Binner y Miguel Lifschitz. Aunque, como siempre, el desafío pasa por ver hasta qué punto estas dos fuertes referencias políticas y electorales transfieren confianza, credibilidad y votos a sus candidatos.
Da la impresión de que Fein deberá demostrar de aquí al 22 de mayo algún costado más personal como para poder sostener su postulación. No tiene un alto grado de conocimiento y de entre quienes la referencian positivamente con la actual gestión, se preguntan si tendrá el volumen político para sostener esa continuidad en la administración local. Pocos saben de su paso por la secretaría de Salud Pública, los cargos que desempeñó en la estructura municipal, su paso por el Concejo. Su labor como legisladora nacional sí la pone en una dimensión política que quizás sea más valorada por los dirigentes que por el electorado en general. Algo de ese temple que en varias oportunidades se le notó en la Cámara baja estos años tendrá que aparecer en algún momento en el que tenga un espacio para aparecer por sí misma, más allá de la necesidad de "pegarse" a Lifschitz como dueño de los votos socialistas en Rosario.
Lo que fortalece definitivamente a la candidata del oficialismo es la precaria unidad alcanzada a nivel local que pacientemente fue tejiendo Lifschitz también para su propia supervivencia y futuro dentro del partido. Cuando eligió permanecer al lado de Hermes Binner lo hizo haciéndoles conocer que no iba a renegar de sus buenas relaciones con el senador Rubén Giustiniani. Situación que quedó más que demostrada en la foto que ambos protagonizaron esta semana con la excusa de un proyecto para declarar feriado nacional el 27 de febrero del año próximo, cuando se cumplan los 200 años de la creación de la bandera. Por supuesto, por más enojo que causara, tanto Binner como Bonfatti estaban avisados del acontecimiento. Giustiniani demuestra así que no está tan solo dentro del PS y Lifschitz que, después de todo, sigue manteniendo una cierta equidistancia. Lo que sí queda cada vez más claro es que tanto el gobernador como el intendente juegan cartas valiosas en esta contienda, porque es público y notorio que ellos designaron a sus candidatos.
Por el lado del peronismo Diego Giuliano sigue convencido de que la seguridad como tema de campaña incomoda al socialismo y puede seguir dándole a su postulación la fuerza que tuvo durante la etapa proselitista que lo llevó al Palacio Vasallo de la mano del muñeco inflable de la Guardia Urbana Municipal. Dicen que el muñeco está por ahí, aunque desinflado, y que Giuliano se prepara para su objetivo inmediato: esto es ganarle la interna a Héctor Cavallero y ser el más votado de los peronistas el próximo 22 de mayo. Si esto ocurre, quedaría posicionado como la "esperanza blanca" del PJ local, que no encuentra referentes fuertes desde la última postulación de Norberto Nicotra, que esta vez prefirió correr a los brazos de Miguel Del Sel y Mauricio Macri.
Giuliano terminó por entenderse con Rafael Bielsa, pero a priori parecía más cerca de Omar Perotti, que también eligió el mismo lei motiv para exponer sus ideas al electorado. De los exagerados afiches con Robocop y la droga que barría desde arriba de una mesa, el intendente de Rafaela se ubicó ahora en una posición que lo acerca un poco más al gobernador bonaerense Daniel Scioli. Esto es, posicionarse en el centro y desmentir que el combate a la inseguridad tenga ideología política. Un punto en el que también la presidenta Cristina Fernández comenzó a pararse desde su discurso a la Asamblea Legislativa. Aunque la jefa de Estado reconoció que todo lo que se diga coyunturalmente en materia de seguridad muchas veces lo borra un crimen en la tarde.
También sería importante que los candidatos enfrascados en esta temática escuchen voces que no son las habituales. Por ejemplo la de Zulema, la abuela de Ezequiel de 9 años que sigue internado por un balazo recibido en un tiroteo en Empalme Graneros. "También es inseguridad que la policía entre a un barrio en el que hay chicos, tirando a lo loco", dijo con un sentido común inapelable.
Por su lado, Héctor Cavallero como candidato a intendente del Frente Para la Victoria que conduce a nivel provincial Agustín Rossi, basa su discurso en la experiencia que le dan sus seis años de intendente de la ciudad. Es difícil que al Tigre le vengan a contar algo diferente a lo que ya ha visto y es sin duda el postulante que más visión vecinalista tiene de las problemáticas locales. En su intendencia se inauguraron muchos de los aspectos que hoy son catalogados como el municipalismo moderno, incluidas las instancias de participación vecinal y los centros de salud barriales. Como así también el transporte público y la disposición final de residuos domiciliarios.
Cavallero tampoco quiere pelearse con nadie y es pública su buena relación con el intendente Lifschitz, que muchas veces lo ha llamado para charlar de la agenda local. Fuera de campaña, por supuesto.
El veterano dirigente socialista no necesita inventar nada sorprendente, su único contrapeso lo constituye aquel intento de alianza con el peronismo de los '90, que fue impugnado por grandes sectores de la sociedad rosarina. Con todo, desde el peronismo siempre su nombre es mencionado a la hora de barajar candidaturas porque no hay ningún hombre del PJ en Rosario que llegue siquiera a la mitad de la intención de voto que tiene Cavallero. Por eso el desafío que se plantea Giuliano, desde un lugar muy diferente.
La otra docena de candidatos a intendente de Rosario trata de, por lo menos, aparecer en algún que otro afiche de campaña e intentar que la mayor parte del electorado posible recuerde su nombre.
Polarizados
La puesta en marcha de la ordenanza municipal que autoriza en la ciudad a circular con un polarizado de grado intermedio generó una nueva polémica con los talleres de revisión técnica, que siguen apegados a la norma nacional y aseguran que los autos que consigan las obleas que distribuirán comercios de polarizados autorizados, "sólo servirán para circular en la ciudad" y que los talleres de VTV lo que revisan son "normas y estándares para circular por todo el país".
Lo curioso fue el enojo del intendente Lifschitz, quien reaccionó señalando que "Rosario tiene potestad para sancionar lo que sancionó y la hará valer". Increíblemente se filtró una cuestión autonómica en la discusión por ver si los vidrios de los coches son más o menos negros.
La verdad es que la ordenanza, que fue un proyecto de Boasso (mirá Boasso) y que fue aprobada por una amplia mayoría en el Concejo, desató un debate un tanto insensato, y cuya primera observación surgió de la propia Agencia de Seguridad Vial de la provincia que conduce la aguerrida abogada Hebe Marcogliese. Esa dependencia oficial ya le había avisado a los ediles y al intendente que el grado de polarizado autorizado era superior a lo que establece la norma nacional. En rigor, la normativa también nació de un pequeño lobby de comerciantes dedicados al rubro, pero sobre todo tiene anclaje en una acción demagógica, ya que los ediles no desconocen el gusto de los rosarinos de llevar los vidrios lo más oscuros posible, aún a riesgo de dejar de lado la seguridad de los conductores. La pelea de los polarizados recién comienza y habrá más capítulos.
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