OPINIóN
› Por Sergio Rossi
Hay compatriotas a quienes lo les gusta el gobierno y que, por eso solo, critican la decisión de renacionalizar YPF. Y repiten al infinito argumentos sobre la impostura kperonista, sobre la dudosa legitimidad que asiste a un partido a deshacer lo que hizo mal ese mismo partido en otro momento, o sobre si una agrupación juvenil relega a un ministro al que ahora elogian los que lo acusaban de barbaridades hasta hace unos días.
Reinado vertiginoso de la anécdota, el chisme y la superficialidad. Insoportable levedad del ser opositor. O disfraz de algunos auspiciados por pauta publicitaria multinacional. Un poco como cuando las AFJP. ¡Ya los mayas habían profetizado que se terminaría el mundo por estatizarlas!
Que cómo se le ocurre ahora a Cristina, y no antes... Recuerdo a los cívicos libertadores de la astróloga Carrió cuando, en los orígenes del ciclo kirchnerista, postulaban que este gobierno era títere y sería rehén de los intereses petroleros, en un economicismo reduccionista de lo más ramplón. Y ahora protestan porque el gobierno arramblaría con la seguridad jurídica que debe asegurar la libertad republicana de las petroleras.
Que el gobierno hace esto tarde y de mala forma, dicen otros, entre ellos Alberto Fernández, en su gradual transfiguración en una suerte de remake de Cipriano Reyes, que recoge los plácemes del establishment que indulta desertores y arrepentidos.
Me pregunto: ¿imagina alguien a cualquiera de los candidatos presidenciales de las pasadas elecciones con la decisión para tomar esta medida, y la capacidad y la firmeza para sostenerla? ¿Entonces?
Hay que discutir más sobre hechos que sobre intenciones, tan poco verificables.
Yo que me opuse militantemente a la privatización celebro la estatización, aunque fuese parcial y limitada. Si viniese por estos días de visita un turista del Asia con algún dominio del castellano, tendría derecho a pensar que no es ni furibundo nacionalismo socializante, ni tan falazmente expropiadora la medida. Que ante una crisis de proporciones en España, donde el gobierno derechista de Mariano Rajoy, de consuno con los socialistas del PSOE, descarga un ajuste sobre la clase media, las conquistas obreras y la seguridad social, para conservar en lo que pueda las ganancias de los ricos hispanos; y en que es presumible que la mayor multinacional ibérica sea compelida a no invertir ni un peso fuera y a remesar lo que pueda, con el expertiz vaciador de ciertos empresarios españoles; en ese contexto, parece de sentido común apresurar la intervención de la empresa en su componente argentino. Súmese a eso la barbaridad que fue privatizarla (no me digan que el peronismo con Menem la privatizó, que yo lo recuerdo, ni se lo expliquemos a mi eventual turista hipotético, que no le importa), súmese que YPF es como "el campo" y como "la escuela primaria" argentina un mito socialmente extendido, y se verá que el costo/beneficio es favorable a la medida. Agréguese que muchos opositores sobre todo los periodísticos hacen cola para quedar identificados con los españoles, y se verá que es una medida de estricto buen sentido.
Que el futuro presenta acechanzas, seguramente; y habrá que conjurarlas. Más fácil bajo control estatal. Que puede haber quien, en silencio, maquine oscuras intenciones, puede ser.
Don Miguel de Unamuno, español insigne, decía que no debe descartarse que el cangrejo, en su intimidad y en silencio, resuelva ecuaciones de segundo grado.
Ex concejal de Rosario. Dirigente de la agrupación 17 de Octubre/Frente para la Victoria Santa Fe.
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