OPINIóN › 7 DÍAS EN LA CIUDAD
La inauguración del primer tramo del Plan Hábitat que transformó a la
villa La Lata en barrio Corrientes, dejó ver a una de las obras más destacadas que la ciudad ha encarado en décadas. Sin embargo, los vecinos dicen que allí sigue habiendo inseguridad y no acordaron con el intendente
que esta semana proclamó en el lugar que los delitos habían disminuido.
› Por Leo Ricciardino
"A mí me parece perfecto todo lo que se ha hecho, pero que el intendente diga que bajó el delito en este barrio, realmente me hizo enojar". Y así, enojada, sonaba por radio la oyente vecina de la ex villa La Lata, el día siguiente a que Miguel Lifschitz y una comitiva inauguraran esta semana el primer tramo del Rosario Hábitat: Un plan mediante el cual se reconvirtió ese asentamiento en un barrio, abriendo calles, llevando servicios. La señora aseguró que la presencia durante tantos meses de agentes municipales que trabajaban en el barrio requirió una custodia especial de la policía y quizás por eso, se registraban menos delitos. A continuación, se hacía la pregunta de rigor; "¿qué pasará cuando ellos se vayan?".
La inseguridad se ha transformado en material electoral en los últimos meses. Por eso es difícil explicar cómo en una encuesta municipal se habla del crecimiento del delito en determinadas zonas de Rosario y que más del 30 por ciento de los rosarinos ha sufrido, en su persona o en la de un pariente o amigo, algún tipo de atraco violento en los primeros meses del año. Con lo cual la responsabilidad del déficit por el servicio de seguridad recae en la policía provincial, es decir, en el gobierno de Jorge Obeid. Pero inmediatamente, cuando interviene la municipalidad con obras que contribuyen a mejorar la seguridad, como apertura de calles, iluminación, etc.; redunda en que el índice de delitos cae rápidamente en esa zona. Ergo, el municipio aún sin controlar a la policía es más eficiente que la provincia a la hora de proporcionar seguridad.
Pero todo esto muy difícil de medir porque se trata de sensaciones. A la mujer vecina de La Lata la sublevaron las declaraciones de Lifschitz porque "mis hijos no pueden andar tranquilos por la calle cuando llega la tardecita". Es una visión personalísima del fenómeno y así se siente la inseguridad, casi desde el ombigo. ¿Quién se animaría a decirle a esa persona que vive ahora en un barrio tranquilo?
Pero concretamente, en la repercusión que generó la intervención municipal en la ex Villa Corrientes entre los vecinos cercanos que no eran del asentamiento; subyace un discurso que no es nuevo. Lejos de alegrarse por los que tendrán mejores condiciones de vida y por ellos mismos que verán cómo mejora su entorno urbano inmediato; se deslizó la sensación de que a "ellos" les mejoran su hábitat, pero a "nosotros" igual nos va a seguir hostigando la inseguridad porque siguen viviendo allí o amparándose algunos "delincuentes". Aquel viejo axioma de que el Estado les da a los que más necesitan pero se olvida de las necesidades de los que algo tienen y no quieren resignarlo. Es una mirada sesgada, sí, pero subsiste. En las villas no todos son delincuentes, pero hay delincuentes que se esconden en las villas y esto recalienta los análisis discriminatorios.
Con todo, ha sido esta primera etapa del Plan Hábitat una de las obras más sobresalientes que ha encarado la ciudad en las últimas décadas. Porque no es un plan de viviendas, es una intervención integral, urbanístico-cultural que modificará esas manzanas de una vez y para siempre. Más allá del monto de la inversión -que es importante- siguiendo en esta línea y extendiendo el plan, Rosario podría proponerse terminar con los asentamientos irregulares en poco menos de 10 años; si continúa la decisión política y el flujo de financiamiento del BID. Pero esto no vendrá a significar en ningún modo un freno a la inseguridad.
Por eso Lifschitz se equivocó al pretender ir más allá de los alcances del plan que en sí mismo encerraba bondades inocultables. Llevandolo al terreno de la mayor o menor seguridad que de él podría derivarse, abrió un debate que siempre debió ser colateral y no central en torno de esta obra. Si sirve o no para una mejor intervención policial al tener una accesibilidad mejorada con la apertura de calles y a la vez escamoteó lugares recónditos a la delincuencia; bienvenido sea. Pero lo importante sigue siendo todo lo otro, aunque los vecinos que no viven en el asentamiento tarden un tiempo más en reconocerlo.
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