OPINIóN
› Por Miriam Cairo
¡Yo invito esta ronda!, exclama Primera Persona
Tercera Persona suspira en otro plano.
Segunda Persona interroga: ¿tenés más motivos para brindar?
Voy a inventar un cuento o espuma, dice Primera Persona con una voz que viene de las lámparas, del humo.
Tus ojos, dice Segunda Persona desde el fondo de la garganta.
Tercera Persona asiente.
Voy a escribir sobre el hábito de entrar en las fauces del lobo.
Tenés que tener cuidado, dice Segunda Persona.
Si tiene cuidado no escribe, cuestiona Tercera Persona desde la distancia.
El dueño del bar trae el pedido y las tres sonríen como si fueran una.
Fría está la luna, frío el sol, fríos los hombres, dice Tercera Persona y se lleva las manos al escote. Se toma el seno izquierdo con la mano derecha. Lo aprieta para removerse el amor.
¿Sentís?, pregunta Segunda Persona.
Es mi mano, dice Primera Persona. Mi mano en mi seno.
Tu mano en tu seno, corrige segunda Persona.
Su mano en su seno, susurra Tercera Persona.
Voy a escribir mi cuento, dice Primera Persona.
Tu espuma, corrige Segunda Persona.
El seno en las fauces del lobo, murmura Tercera Persona.
Vas a contar, vas a inventar una espuma.
Primera Persona insiste: voy a inventar un cuento o espuma sobre el hábito de entrar en las fauces del lobo.
Peor sería no entrar, dice Tercera Persona mientras se aleja. En una mano lleva la copa, con la otra acomoda el cabello. Se sienta junto a la barra dando la espalda al dueño del bar que sigue con sus cosas, que son las cosas de siempre, el dinero, los sobrecitos de azúcar, el reloj, su espalda.
Llega desde lejos la conversación de las otras dos personas.
Tengo un cuento o espuma en la punta de la lengua, dice Primera Persona.
¿Sentís lo mismo que yo?, pregunta Segunda Persona.
Es un cuento o espuma de carnaval, piensa Tercera Persona mientras bebe, sin saber que el dueño del bar teje sueños en su espalda hasta que siente una llave que la atraviesa. Se da vuelta. Cruza los brazos y en el escote se inflan las magnolias como dos frutos que se abren maduros de sol. El dueño del bar no desea nada más que abrazarse a ese árbol y hundir la cara entre las flores, pero apenas atina a llenarle otra vez la copa. Tercera Persona inspira todo el aire del mundo y al dueño le cuesta mantenerse con vida, hasta que por fin exhala y el bar se llena de una brisa proveniente de un bosque en miniatura, poblado de pájaros gigantes que duermen en árboles pequeños.
Tercera Persona pregunta al dueño del bar qué tiene para escuchar. La voz lo arranca sin dolor de aquel paisaje. Apenas recobra fuerzas para hacer un gesto. Le hace seña hacia el equipo, para que busque por sí misma lo que desee. Encuentra a John Coltrane. Lo pone a dar vueltas como un domador de serpientes y vuelve a la mesa. Los clientes que beben menjunjes de distintos tipos y colores se voltean para verla regresar del más allá.
No borres mi nombre, dice Segunda Persona.
Jamás lo haría.
Jamás lo hará.
Yo sólo desaparezco en mi propia desaparición.
Vos desaparecés en la tuya.
Ella en la de ella.
Voy a escribir el cuento del lobo, dice Primera Persona.
Tu historia repetida, la consuela Segunda Persona.
No hay historias nuevas, sino modos de mover la espuma, susurra Tercera Persona sin saber si es ella la que habla o si una vieja verdad sale de su boca.
Mirá, dice Segunda Persona, hace tiempo que tu espuma es el cuento del lobo. Hace tiempo que tu fantasía es tu única esperanza.
Goteo el hábito de toda una vida dedicada a los lobos.
Toda una vida de inclinarte a descansar con tus pies atados a la luna.
Toda una vida de sintaxis invertida.
Hubieras podido nadar, porque nadando se va a todas partes.
¿John Coltrane es el bosque o el lobo?
La escritura.
Tu escritura es el lobo.
Segunda y Tercera Persona hablan una por vez, como en un diálogo convencional.
Primera Persona podría superponerse pero espera su turno de decir.
Escribo sobre esta noche de carnaval en que Primera Persona se disfraza de Tercera Persona, se acerca al dueño del bar, le despierta el hambre y le ofrece la espuma de sus senos.
Tus senos, qué dulzura.
Limo bordes, transparencias.
Has trabajado arduamente para que te lleve el gran pájaro de las tempestades.
Las personas hablan en torno a la espuma en gramáticas propias e impropias.
Eso no está mal ni bien, dice Tercera Persona.
Quiero decir como quien arroja piedras en el lago.
Quiero sentir como la piedra que cae en el lago.
Quiero ser la espuma.
Este bosque en esta mano. Este calor que aún queda.
Sos el dueño del bar, dice Segunda Persona a Tercera Persona.
¿O sos vos otra vez?, pregunta Segunda Persona a Primera Persona.
Es el carnaval, dice Tercera Persona.
Soy yo, dice Primera Persona.
Sos vos, dice Segunda Persona.
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