Esta semana se sabrá hasta dónde puede llegar la pulseada que el intendente Miguel Lifschitz mantendrá, necesariamente, con los choferes de colectivos que se desempeñan en la empresa municipal Semtur, la única que no firmó el acuerdo con los trabajadores del sector para completar el 36 por ciento de aumento salarial que reclamaba la UTA.

La negociación resultó de lo más curiosa si se tiene en cuenta que en el mes de marzo -cuando se trató el primer incremento a los choferes del 16 por ciento-, la primera que firmó fue la empresa municipal y los que se levantaron de aquella mesa fueron los empresarios privados Agustín Bermúdez y Rubén Rodríguez, que sólo volvieron a sentarse con el gremio cuando ya estaba seguro un aumento de la tarifa en el servicio.

¿Qué pasó entonces esta vez para que el escenario diera el giro de 360 grados que dio? En la Secretaría de Servicios Públicos tienen una sospecha: Un entendimiento sindical-patronal que deje al servicio otra vez al borde del incremento del boleto para poder absorber el impacto del los nuevos salarios que para un chofer inicial será de 2400 pesos.

Claro que esta teoría es improbable y nadie saldrá a ratificarla. Es más, el hiperpragmático secretario general del gremio de los choferes de Rosario, Manuel Cornejo, salió a redoblar la apuesta y aseguró a la prensa que "no hace falta ningún aumento de boleto para pagar el incremento salarial" a los trabajadores del volante.

Pero la pieza clave aquí, con acuerdo o sin acuerdo sindical-patronal, no son los trabajadores. No es verdad que un empleado tenga que, además, elaborar una explicación satisfactoria sobre qué debe hacer su empleador para poder pagar un aumento de salarios. Por eso, en un primer momento se apuntó desde esta columna el camino erróneo que tomaba el intendente cuando alguien le sugirió que lo que debía pedirse en Buenos Aires -además de los subsidios- era un freno a los incrementos salarias de la UTA en Rosario porque habían perforado el 20 por ciento que tácitamente había impuesto el gobierno nacional. Felizmente, el intendente no volvió a repetir la frase y, por el contrario, insistió en la necesidad de equilibrar el reparto de los jugosos subsidios al transporte que se concentran en Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Con todo, la "ventaja" que le otorgó al municipio tener a su cargo más del 30 por ciento de la flota del transporte urbano de pasajeros de Rosario parece ahora haber encontrado un límite al quedar la intendencia en una tensa relación con 300 trabajadores que no son municipales, pero que dependen de que el Ejecutivo firme o no el acuerdo de aumento salarial para poder cobrar igual que sus pares que se desempeñan en las líneas privadas.

Está claro qué es lo que piensa Lifschitz sobre la posibilidad de un nuevo aumento de boleto. La única vez que se lo vió realmente molesto fue cuando los diarios de la ciudad titularon hace poco con la noticia de que no habría aumento de subsidios para la ciudad, con lo que era inminente la suba tarifaria. Es un tema tabú después del último incremento a 95 centavos, justo en la ciudad que durante muchos años se ufanó de tener uno de los servicios en este rubro con mejor relación precio-eficiencia.

El presidente Kirchner está de regreso desde España por lo que esta semana será clave para saber si el movimiento de intendentes que lidera el rosarino, podrá encontrarse con el Jefe del Estado para pedirle de primera mano que modifique las asimetrías que se dan con los subsidios para los colectivos.

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