OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
La decisión política de los gobiernos nacional y provincial puso rápido freno a los alcances dramáticos que podría haber tenido el autoacuartelamiento policial en Rosario y Santa Fe. El escenario que queda por delante. La larga jornada política que vivirá hoy el Concejo Municipal, con nuevo ediles y elección de autoridades.
› Por Leo Ricciardino
La extrema sensación de seguridad y autoridad que puede dar una tropa de más de mil hombres ingresando a una ciudad con decenas de carros de asalto, camiones, colectivos, camionetas y un par de helicópteros; es sin duda un elemento de disuación importante. Fue lo más comentado de este fin de semana, cuando los vecinos de la ciudad después de una noche de viernes y mañana de sábado cargadas de rumores e incertidumbre; vieron ingresar a la Gendarmería Nacional junto a una tropa más reducida de Prefectura. Pero no sólo eso, la presencia de dos altos jefes de los "verdes" y el propio secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni completaron el cuadro. Esa era la intención: El mensaje claro hacia la sociedad (por eso las tropas desfilaron por avenida Pellegrini y por 27 de Febrero a media tarde); y hacia los policías sediciosos que empezaron a evaluar la protesta desde otro ángulo y también la negociación con el gobierno santafesino.
Sin los hechos violentos de Córdoba, ninguno de los elementos que se precipitaron en Santa Fe hubieran tenido lugar. Por un lado el desmanejo y absoluto desgobierno de José Manuel De la Sota negándole primero lo mínimo a su polícía y luego concediendo todo de una sola vez "con la pistola arriba del escritorio", como dijo el senador Luis Juez. El hecho disparó los autoacuartelamientos en varias provincias y en Rosario y Santa Fe no podía pasar mucho tiempo hasta que los planteos se iniciaran.
El gobierno de Antonio Bonfatti había demostrado estar en alerta y con planes de contigencia específicos cuando logró abortar los saqueos en Villa Gobernador Gálvez y el sur de Rosario. Pero supo de inmediato que si su policía seguía los pasos de sus pares cordobeses, "en tres horas nos vaciaban Rosario", como le dijo a un funcionario un experimentado hombre del gobierno nacional. Tampoco Gendarmería hubiese desembarcado tan rápido aquí sin el antecedente cordobés. La administración nacional comprendió que en el tironeo político con De la Sota perdieron los dos. No iba a cometer el mismo error, sobre todo cuando ya se había retomado la buena senda del diálogo con la provincia de Santa Fe.
Como en otras oportunidades, el diputado electo Hermes Binner no aportó demasiado al proceso en sus declaraciones conjuntas con Julio Cobos desde Mendoza, pidiendo prudencia a la gente y medidas al gobierno nacional cuando ya la suerte estaba echada: La gente no tenía prudencia sino miedo y la Nación y Santa Fe ya habían acordado el envío de gendarmes y prefectos.
El gobierno de Bonfatti tampoco se encaprichó y no temió cubrirse bajo el ala nacional afrontando el costo político de quedar como sin poder manejar a su propia tropa. Arriesgó esa caracterización para evitar males mayores. Ahora viene una larga tarea por delante. Por un lado, el entendemiento de que la política salarial de los estatales que la administración provincial fue transfiriendo de a poco hacia los uniformados, mejoró el cuadro de situación pero sigue siendo insuficiente. Por el otro lado, está claro que el gobierno no sólo no reconoce a Apropol como agrupación legítima para la interlocución con los policías (Bonfatti los denostó públicamente y los demandó penalmente); pero deberá encontrar con quién hablar. Es muy complejo imaginar que -como pasó en Córdoba- la esposa de un suboficial sea la que defina toda la política salarial para los miles de agentes de esa provincia. Es directamente ridículo.
Justo por estos días el ministro de Seguridad Raúl Lamberto había anunciado para el año próximo la creación de los Comité Mixtos de Seguridad Laboral e Higiene dentro de la propia fuerza, para comenzar a discutir no los sueldos, pero sí el equipamiento y las condiciones de trabajo en general. Ahora habrá que barajar y dar de nuevo, porque tras la oferta que hizo el gobierno santafesino habrá que reabrir la partitaria en febrero y tratar de alcanzar la suma de bolsillo que ahora han logrado las policías de otras provincias que, sin duda, significará una enorme erogación para esos gobiernos.
Por otra parte es justo reconocer que si la seguridad es uno de los principales problemas de la sociedad moderna en Argentina, los policías de cualquier estado provincial no puede seguir ganando lo que estaban ganando. Cualquier capacitación, instrucción y/o depuración policial se va al tacho si el policía es un trabajador pobre.
Intrigas palaciegas.
Lo que va a suceder hoy en el Concejo Municipal de Rosario, no registra muchos antecedentes: El oficialismo llega a la asunción de los nuevos ediles y a la designación de las autoridades del cuerpo, profundamente fragmentado. El actual presidente Miguel Zamarini se autoproclamó para seguir en su cargo y reúne apoyos peronistas, radicales y del PDP; mientras que otro sector del socialismo lo impulsa al recién electo concejal Miguel Cappiello. Pero el ex ministro de Salud aún no ha confirmado si acepta esta postulación. También se filtró la posible tercera salida y ahí aparece el nombre del ex diputado Carlos Comi. Pero habrá que juntar los porotos.
Más allá de los nombres, la división -que por algún lado hoy se mostrará-, es más profunda. Avanza sobre la figura de Zamarini que representa casi el último bastión de la corriente que orienta el senador Rubén Giustiniani dentro del socialismo, y pone a la intendenta Mónica Fein eligiendo a otros interlocutores para la gobernabilidad por fuera de radicales díscolos y peronistas dialoguistas. El bloque del PRO ha crecido y se posiciona como un fiel de la balanza y algunos creen que es allí donde podría hallar un factor de gobernabilidad más "express" el necesitado Ejecutivo municipal. Con todo, la disquisición involucra también opciones ideológicas que alguna explicación demandarán hacia adentro del propio Partido Socialista.
Como sea, hay mucha desorientación acerca de cuáles son los objetivos reales que persigue la bancada que conduce el tan joven como pragmático Roy López Molina, que parece haber aprendido muy rápido prácticas atávicas. "No sabemos si están apostando a que se rompa todo para después señalarnos a nosotros y al PS como al contubernio de la vieja política; o si por el contrario apuestan a que la división del socialismo los pueda posicionar a ellos en la conducción del cuerpo", dijo a este diario un experimentado legislador local que observa azorado como otros, el rumbo que han tomado las negociaciones. La de hoy será una jornada muy larga.
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