OPINIóN
› Por Carta Abierta Rosario
Cada momento histórico es único e irrepetible. Muchas veces a los protagonistas se nos hace difícil caracterizarlo, porque al ser parte del mismo, no nos detenemos a observar con cierta distancia la situación puntual en que están inmersos.
Desde este espacio, intentamos hacer un esfuerzo por afinar nuestra mirada y apreciar el juego de fuerzas que caracterizan la coyuntura, su articulación con otras pasadas y una posible proyección futura.
Con otros pueblos latinoamericanos, estamos viviendo una serie de acontecimientos que nos reconcilian con un pasado de luchas emancipatorias y unidad.
En nuestro país, en 2003, cuando un presidente asume su mandato diciendo que no dejará sus convicciones fuera de la Casa Rosada, se inaugura ese proceso de unidad latinoamericana y de recuperación de derechos para nuestro pueblo, que hoy urge defender.
Después de un poco más de diez años, vemos que las fuerzas de la reacción, aquellas que han detentado el poder del Estado (con pocas fracturas e interrupciones) desde su fundación, están acechando con fuerza. Los grupos económicos concentrados y algunos socios menores que por un espejismo sueñan beneficiarse con la prosperidad ajena, a través de sus voceros mediáticos, alimentan cotidianamente una visión de la realidad pregonando el desastre generalizado.
Nos preguntamos: ¿En qué consiste ese desastre?
Si apelamos a los números, porcentajes y estadísticas, tan bien vistos por los gestores neoliberales, esas cifras nos hablan de: Disminución del desempleo, crecimiento de la producción y el consumo.
Los datos nos informan sobre una política de recuperación de recursos y servicios públicos: YPF, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles. De defensa de la soberanía con el desendeudamiento externo. De una orientación de recursos hacia la redistribución de la renta con la estatización del sistema jubilatorio, planes como la Asignación Universal por Hijo, Procrear, Progresar. Todas medidas tomadas en el marco de una política de protección del trabajo, fomentando el desarrollo industrial, y del salario, restableciendo mecanismos como las negociaciones paritarias.
Sin dudas, esta orientación política es lo que irrita a los sectores concentrados de la economía, al sector financiero ligado al capital extranjero. Su insaciable afán de ganancias tropieza con medidas del gobierno que traban el libre fluir de las finanzas hacia sus paraísos fiscales (o sus bolsillos para decirlo en criollo). Estos sectores no están dispuestos a compartir una milésima parte de sus ganancias como consecuencia de la aplicación de políticas distributivas. Entonces, como termitas, buscan socavar el poder popular representado por nuestro gobierno por medio de hechos como corridas cambiarias, o inflando desmedidamente los precios; pero también desde el plano simbólico no sólo desvirtuando o tergiversando informaciones, sino mintiendo con tal descaro que hace que esas mentiras no dejen lugar a dudas.
Con este intento destituyente no sólo está en juego la fuerza o la continuidad de un gobierno, sino la voluntad y las conquistas sociales de un pueblo.
Hoy, puestos en esa disyuntiva, no debemos dudar en sostener las conquistas sociales obtenidas y en lugar de detenernos a escuchar el canto de sirenas de los que siempre nos han traicionado, desde los organismos ciudadanos y sindicatos, exigir ir por más, profundizar la distribución de la renta y someter al control del Estado a los sectores económicamente poderosos por medio de mecanismos legales.
Y en el ámbito de nuestra ciudad consideramos necesario un compromiso efectivo de las autoridades provinciales y municipales en el cumplimiento del Programa Precios Cuidados, más allá de la adhesión formal al mismo.
La inflación y otros problemas económicos no perjudican solamente al gobierno nacional o a los kirchneristas, afectan a todos los ciudadanos de Rosario y de la provincia de Santa Fe, en particular a los que viven de un salario, jubilación o pensión.
Sería bueno en consecuencia ver una acción decidida en la defensa de los consumidores rosarinos por parte de las autoridades locales.
La historia nos enseñó que este camino de defensa de las conquistas debe seguirse por una vía democrática. Los golpes de Estado, de mercado o las traiciones a la voluntad popular nos condujeron no sólo a la frustración o pérdida de esas conquistas, también a la violencia y persecución y en el peor de los casos al terror, la desaparición y la muerte.
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