OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
Las acusaciones de esta semana de Giustiniani a Binner, de elegir los candidatos del partido "a dedo", ya tenían antecedentes en la interna socialista. ¿Cómo sigue la novela del "dedazo"? Las obras del MOP que se hacen detrás de oscuras lonas en los portones de la costa central.
› Por Leo Ricciardino
La mecha que encendió esta semana el senador Rubén Giustiniani venía sumando yesca desde hace rato. Ya en enero el experimentado dirigente socialista se preguntaba qué otra manera de designar candidatos sería posible si tanto Hermes Binner, como Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz repetían a coro "las internas le hacen mal a nuestro partido". Ahora, Giustiniani se cansó y lanzó que a los candidatos "los elige el dedo de Binner". Y el fuego se avivó hasta quemar por dentro las gargantas de los más encumbrados líderes del PS que salieron a aclarar sus posturas. La defensa fue: "Ahí están las PASO (Primarias Abiertas, Simultaneas y Obligatorias) para dirimir las candidaturas internas. Y en nuestro partido se aplican".
En este sentido, otro dirigente de muchas batallas en el socialismo, el ex diputado provincial y ex concejal Sergio Liberatti disparó que "nuestro sector tiene el mérito de haber dado vuelta una costumbre y de generar otra cultura política para nuestro partido. Aquella que cree que los debates internos le hacen bien a nuestra fuerza, la hacen crecer", dijo en declaraciones periodísticas.
Como sea, está claro que las PASO si bien son una herramienta importante de democracia interna para las distintas fuerzas, no terminan de anular del todo "la fuerza del dedo". No es lo mismo ir a una batalla interna con Binner y Bonfatti respaldando desde atrás; que ir sólo y sin aparato a una pelea costosa desde todo punto de vista. Sobre todo en un partido que mantiene un férreo control interno que posibilita procesos que en otros nucleamientos políticos se encuentran más diluidos. Por ejemplo, ¿quién sería hoy el que maneja el aparato en el PJ santafesino? ¿los que tienen más posibilidades de contactos con el gobierno nacional? Y esos, ¿quiénes son?. Agustín Rossi, Alejandro Ramos, Omar Perotti, María Eugenia Bielsa y algún otro más. Sería difícil saber quién es el más encumbrado, el más poderoso y el que puede tener el respaldo del aparato político y económico para llevar adelante una candidatura. En el socialismo la respuesta es una y sólo una: Hermes Binner. Es él y el que quiera o se atreva tendrá que enfrentarlo.
Si esto lo sabe quien firma esta columna, ¿hay alguien que realmente puede creer que un hombre que lleva 40 años en política, como Rubén Giustiniani, no lo sepa? La pregunta entonces es por qué lo hace. Y ahí está la otra cuestión, lo puede hacer sin tapujos e incomodando como incomoda a todo el establishment socialista por que no tiene nada que perder. Al contrario, Giustiniani será el que espere sentado las ofertas en son de paz que empezarán a llegar en breve. Por qué llegarán esas ofertas, porque el socialismo así como logra ventajas de su férrea conducción interna, se debilita hacia fuera cuando alguien empieza a ventilar los secretos de ese hogar político. Nada, pero nada, incomoda más a este grupo de dirigentes que han edificado todo su poder sobre las bases de la mesura política y las buenas formas para mostrar a los electores. Hay cosas que el radicalismo y el peronismo hacen que el PS no puede hacer. Tan sencillo como eso. Por eso Giustiniani tira del mantel, porque antes de que todos los platos vuelen por el aire, alguien llegará con una idea o una acción que evite que esos platos se rompan.
Si no fuera tan cierto este mecanismo interno del socialismo, ¿por qué Lifschitz soportó en silencio haber sido reemplazado por Bonfatti en el 2011 cuando era el candidato natural del PS para gobernador? Porque así lo decidió Binner y, a la luz de los acontencimientos, no se equivocó. Y como no se equivocó, su poder en Santa Fe no sólo sigue intacto sino que se ha acrecentado internamente. Le guste a quién le guste, todos dependen de Binner: Miguel Lifschitz, Mónica Fein, Antonio Bonfatti y aún el senador Giustiniani. Esta situación ¿es buena, es mala?, cada cual tendrá su mirada. Lo único que se puede decir desde aquí es que el peronismo añora tener alguien así entre sus filas, lo extraña casi con envidia.
¿Qué receso?
Las increíbles vacaciones de invierno que tienen los cuerpos colegiados y aún los Tribunales (cuál sería un buen argumento para sostenerlas?) se han visto bastante acotadas en el ámbito del Concejo Municipal donde pocos ediles pudieron salir de debajo de las luces de la escena política local. Es que en medio del descanso de las sesiones ordinarias del cuerpo estalló el tema del muelle del club del Ministerio de Obras Públicas de la Nación. Ese pedazo de tierra ribereña estratégica que tiene el Estado en el área costanera central y que, después de unos 15 años, recuperará Rosario para su patrimonio público. Ese es el convenio.
Resulta que el Ejecutivo -no es la primera vez que lo hace- decidió comenzar obras en el muelle del club del MOP. Un grupo de concejales que no se chupa el dedo sospechó que una vez más se quería avanzar con la política de los hechos consumados. Esto es: empiezo a construir el muelle, luego le pido el permiso a Vías Navegables de la Nación y arriba empiezo a construir una guardería náutica flor y flor, y recién después le pido el permiso al Concejo para construirla. Hasta ahí, redondo. Pero la maniobra quedó a la luz tras las oscuras lonas que se pusieron en los portones del MOP mientras las retroexcavadoras trabajaban sin descanso.
Las máquinas recién dejaron de traquetear cuando el Concejo empezó a preguntar por los permisos de obra. Tardaron pero llegaron esta semana, con firma y sello desde una oficina de Vías Navegables en Buenos Aires. "Vieron", dijeron con el pecho inflado los funcionarios del Ejecutivo Municipal, "ahí tienen el permiso". Y continuaron las máquinas con su traqueteo detrás de las lonas oscuras del MOP.
En ese punto, la concejala Fernanda Gigliani (PPS) ordenó parar un poco la moto. Dijo ojo "que la autorización nacional es para construir sólo un muelle, para la construcción de una guardería náutica el permiso lo debemos dar nosotros y aún no nos expedimos". Vuelta a parar las retroexcavadoras detrás de las lonas oscuras.
El que se salió del libreto y mostró al menos la puntita de los planes oficiales, fue el secretario de Gobierno, Fernando Asegurado, quien afirmó que en ese lugar de conflicto funcionan actividades náuticas desde hace cien años, "¿qué creen va a funcionar en ese lugar en un futuro?". Tal vez, ¿una guardería náutica contra viento y marea?
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