OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
La violenta entradera de la zona oeste que terminó con el asesinato del hijo de un conocido empresario reinstaló la agenda de la seguridad en Rosario y la provincia. Las críticas de los fiscales, el papel invisible de la policía y una jurisdicción ajena a la Gendarmería. Los primeros escarceos locales a un año de los trascendentales comicios.
› Por Leo Ricciardino
La saga de entraderas de los últimos meses que el viernes alcanzó su expresión más violenta al cobrarse la vida de un joven de 22 años; reinstaló en la agenda política de la segunda mitad del año el tema de la inseguridad en Rosario y la provincia. La balacera que le costó la vida al hijo del empresario Bertini, un conocido agroindustrial de la región, sacudió especialmente a un sector social y económico que hasta el momento venía observando -como la mayoría de la sociedad- un poco de costado la violencia derivada del delito.
La presencia intensa de las fuerzas federales en Rosario por más de cuatro meses, habían logrado instalar la sensación de control que parecía irremediablemente perdida. Pero a la vez dispararon un corrimiento del delito que ahora tiene su expresión en las duras cifras que lanzó esta semana el fiscal Foppiani: una entradera por día en los últimos tres meses. Por lo que ya no se trata de bandas más o menos organizadas disparándose entre sí por el control territorial para desarrollar el narcotráfico. Sino que ahora se trata de violentísimos delincuentes que con mayor o menor inteligencia previa atacan las casas de familias de clase media y alta en barrios de Rosario y hasta en countries de Funes y Roldán.
Y en esta modalidad no hay saturación que valga. Se entiende la necesidad de la intendenta de Funes, Mónica Tomei, de mostrar este sábado un despliegue inédito de fuerzas en su ciudad para llevar algo de calma a vecinos que, hasta hace muy poco, vivían en la paz del verde de sus jardines y hoy se enfrentan a duros delincuentes en zonas oscuras y residenciales. Pero de ahí a que haya efectividad en estas acciones que incluyen helicópteros, es otra cosa. Pero sí es cierto lo que ha marcado Tomei en las últimas horas: Funes es la ciudad de la provincia que más ha crecido en los últimos años y no tiene por sí sola la posibilidad de enfrentar el delito con su dotación policial ordinaria.
El gobierno de la provincia va a tener que empezar a asumir el tema de otra manera, porque ahora no están en juego las competencias ni se trata de un delito del orden federal como el narcotráfico. Ahora se está hablando nuevamente del descontrol de la policía santafesina que no acierta a mostrar algo de efectividad y a la que a esta altura le resulta muy difícil explicar por qué pasan las cosas que pasan.
Parte de lo que sucede lo están marcando los jóvenes fiscales que adquirieron gran protagonismo con el cambio del Código Procesal Penal que los pone al frente de las investigaciones. Los fiscales ya han señalado los problemas con las cámaras de videovigilancia y la escasez y calidad de los materiales con los que trabaja la Policía Científica a la hora de recabar pruebas para poner tras las rejas a los responsables de los robos violentos. Claro que si el jefe de los fiscales en lugar de defender la postura y denuncias de sus subalternos está más preocupado por desdecirlos públicamente por los medios y quedar en una mejor posición frente a las autoridades municipales y provinciales; poco podrán hacer los subordinados del doctor Jorge Baclini que con el tiempo comprenderán adónde van a parar sus observaciones críticas en torno de la investigación penal en Santa Fe.
Rosario y Santa Fe volvieron a aparecer este fin de semana largo en los diarios nacionales. Y no por la calidad de sus futbolistas o sus conocidas expresiones culturales, sino que nuevamente los titulares volvieron a señalar los récords de muertes violentas e inseguridad. La ciudad capital de la provincia está atravesando una espiral delicada de asesinatos y reclama que hasta allí no han llegado las fuerzas federales para ningún salvataje como sucedió en Rosario.
Primeros aprontes
Es común por estos días ver afiches que no definen nada pero que apuntan a instalar un nombre y un rostro en la memoria de los votantes. Así, Luis Rubeo recuerda desde las paredes que tenemos "derechos". Miguel Zamarini recuerda que está trabajando "por los barrios y por Rosario"; y Osvaldo Miatello apunta desde alguna pintada que en el 2015 deberían también acordarse de él. Son estrategias legítimas de campaña para empezar a instalar una figura sin determinar aún para qué cargo. Y no es que jueguen al misterio, simplemente ellos tampoco saben dónde terminarán disputando los comicios del año próximo. En muchos casos, ni siquiera saben si serán o no de la partida.
Por su parte, la intendenta Mónica Fein ha logrado relanzar su gestión hace tiempo con la ayuda de la provincia. Rosario tiene su presupuesto al límite y prácticamente comprometido en el cumplimiento de los servicios esenciales. Lo cual dificulta mucho los proyectos de obra pública, escollos que ahora serán superados a través de la fuerte inversión del Plan Abre: casi dos mil millones de pesos para intervenir radicalmente las zonas más necesitadas de la ciudad. El socialismo sabe que debe consolidar Rosario para conservar sus aspiraciones aquí y en todo el territorio provincial.
En ese contexto será difícil para los rivales internos del Frente Progresista encontrar un candidato que no sólo tenga posibilidades reales de enfrentar a la intendenta en las primarias; sino que además cuente con el respaldo suficiente como para resistir el embate de una gestión en marcha. Con todo, los radicales no se darán por vencidos así nomás en ninguna de las categorías y por eso ya miden a sus principales hombres y mujeres en la ciudad.
En el caso del peronismo, si bien tiene candidatos locales, todos esperan a ver qué es lo que podría llegar a hacer María Eugenia Bielsa, aunque ella ya ha confesado que no desea ser candidata a intendenta.
Ayer, el Partido del Progreso Social cumplió 20 años en medio de una ruidosa interna que ya es inocultable a esta altura: Héctor Cavallero sostiene que hay una pelea por las candidaturas y nada más, mientras que del otro lado el diputado Oscar Urruty y la concejala Fernanda Gigliani acusan al veterano dirigente de "cerrar los espacios para desarrollar el partido". Es claro que a una fuerza de la dimensión del PPS cualquier proceso interno terminará por debilitarlo.
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