OPINIóN › PANORAMA POLITICO
› Por Pablo Feldman
La delincuencia no cede y el accionar de las fuerzas de seguridad está lejos de generar confianza en la población. La sucesión de episodios caracterizados por violencia extrema vuelve a modificar el ánimo de los rosarinos que por algunos meses, no más de dos o tres, se permitieron esperanzarse con la perspectiva del control y la reducción del delito.
La estadística le dio margen al gobierno para exhibir una reducción de los robos y ataques a personas, no así la tasa de homicidios que se mantiene en valores alarmantes, más el agravante de modalidades delictivas sin precedentes ni sucedáneos en otros lugares del país.
Los ingresos a domicilios habitados en la noche, derribando puertas y destrozando portones es un hecho nunca visto. O en todo caso puede haber algún episodio así en el pasado pero sin llegar a la categoría de "modalidad" establecida hace unas semanas en Rosario.
Los arrebatos callejeros, con la recurrente presencia de dos ladrones en moto se redujo a partir de la efectiva requisa de rodados y la reducción del parque en varios miles.
Los enfrentamientos en los búnquers, muchos desbaratados en los días siguientes al desembarco de las fuerzas federales fue otro hecho verificable, y el cambio de la modalidad de comercialización de la droga se ha establecido como "delivery". En ese y otros "rubros" no hubo operativos significativos, o si los hubo, como los allanamientos que dieron como resultado la incautación de auto partes por varios millones de pesos, no arrojaron detenidos. Es decir que no sólo no se ha derrotado al delito y lejos se está de conseguirlo, sino que hubo un repliegue del hampa, que a poco de necesitar sostenerse económicamente búsca la forma de hacerlo inaugurando nuevas formas o haciendo más frecuentes otras que aparecían esporádicamente.
Las entraderas, que no se limitan al ingreso por un garaje o una puerta y robar lo que está a la mano, sino que derivaron en crímenes atroces, se repiten en zonas muy determinadas de la ciudad que llamativamente no mejoran el patrullaje, ni provocan cambios en las autoridades seccionales al punto que dejan ya de sorprender.
El agregado en estas últimas jornadas del ingreso destrozando a golpes la puerta de una casa con sus moradores adentro era en apariencia lo último que se podría esperar, pero lamentablemente en la ciudad de Rosario entre las cosas que se han perdido está la capacidad de asombro.
Y la ciudadanía asiste perpleja a declaraciones infames como las de la diputada nacional Alicia Ciciliani que profetiza sobre que "habrá muchos otros Mariano Bertini" aunque advierte que "vamos por el buen camino". La imprudencia de la legisladora contrasta con algunos de sus colegas que prefieren no decir nada, o tienen al menos el recato de sentirse responsables y no ocasionales comentaristas.
En la semana creció el rumor del posible reemplazo de Raúl Lamberto en el Ministerio de Seguridad. El nombre que circuló como eventual reemplazante era el del diputado radical Maximiliano Pullaro, un legislador provincial que se ha esforzado por hacer aportes en el combate contra el narcotráfico, y que tiene como principal asesor al exministro Leandro Corti. El propio Pullaro, después de un encuentro con el Ministro Lamberto se ocupó de halagarlo y desalentar cualquier versión de cambio en el gabinete, y menos que fuera él quien pudiera reemplazarlo.
Es que la permanencia de Lamberto o su reemplazo no cambiarían la escencia del problema, se trataría únicamente de un trueque de nombres en la medida que no se profundice y acelere la reforma y los cambios en la policía y si el poder Judicial no se compromete seriamente en el combate contra el delito, en cualquiera de sus formas y protagonistas.
El nuevo sistema penal les da a los fiscales un rol protagónico. No sería extraño que alguno de ellos emerga como una figura confiable para la sociedad, e inclusive se proyecte políticamente. Para eso deberá hacer bien su trabajo, y si así fuera sería positivo para sus aspiraciones pero más que nada para la sociedad. Que significa esto? Que tendrá que perseguir a los delincuentes pero también controlar a quienes deben perseguirlos.
En los últimos días el recluso asesinado en alcaidía y la muerte de uno de los participantes en la fatal entradera de calle Riobamba, y la posterior entrega en la justicia de su cómplice de 20 años, merecen un esclarecimiento absoluto, para generar confianza en el Ministerio Público.
Es un momento de crisis y la salida deber ser virtuosa, de lo contrario se produndizará. Por esa razón, salvo algún desaprensivo oportunista, la dirigencia política ha cerrado filas entorno al accionar oficial, y se espera una mayor presencia de efectivos en las calles para los próximos días, sobre todo en patrullajes en áreas de la ciudad donde se repiten los robos y ataques a personas y domicilios.
Las explicaciones de que los cambios requieren tiempo y que nadie tiene la "varita mágica", que reiteradamente fluyen de la boca de los funcionarios provinciales no sólo no llevan tranquilidad, sino que en algún punto generan desazón.
Nadie que conozca la real dimensión del problema pretende resultados de un día para otro, pero es razonable esperar que las cosas mejoren en vez de empeorar.
Podrán exhibirse algunos números, establecer comparaciones, pero no serán suficientes para modificar el desconsuelo de no poder decir siquiera que "tenemos que vivir encerrados en nuestras casas". Desde hace algunos días eso tampoco es garantía de tranquilidad.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux