Lun 27.04.2015
rosario

OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD.

De Santa Fe al país

Mientras Lifschitz se enfrasca en cómo contrarrestar su desconocimiento en el norte, el voto castigo en el sur y el impacto de un escrutinio provisorio vergonzoso; Perotti buscará los máximos apoyos nacionales para meterse en la cabeza de los electores como el único que puede frenar a Del Sel. A la vez, el PRO de Macri se vendrá con todo a la disputa en el territorio.

› Por Leo Ricciardino

"La presidenta llamó desde Rusia, en la Casa Rosada nos reciben como a triunfadores", se entusiasmó esta semana un estrecho colaborador del candidato a gobernador del Frente para la Victoria, Omar Perotti. Más allá del optimismo de cara al próximo turno electoral en Santa Fe, la frase refleja también un hecho ineludible: la elección provincial se nacionalizará sí o sí y en ese marco, como ya lo vislumbró el ministro de Gobierno Rubén Galassi, el que más tiene para perder es el candidato socialista Miguel Lifschitz. Por su lado, Miguel Del Sel ya demostró la misma noche del 19 de abril que su campaña es nacional, con la presencia en Rosario de Mauricio Macri, pero también de personajes porteños como el periodista Fernando Niembro y el actor Matías Santoiani, sólo para nombrar a algunos.

Lisfchitz tiene que lidiar con su falta de conocimiento en el norte, con el voto castigo en el sur, con la nacionalización de la campaña y, encima, con un escrutinio por los menos vergonzoso cuyo impacto político final nadie puede predecir aún. Parece mucho, pero conociendo al ex intendente de Rosario se lo verá en la pelea hasta el final. Por otra parte, en la semana se vieron chispazos intensos de una interna socialista que está latente hace mucho y como siempre sucede apareció en los momentos de mayor crisis. Lifschitz le apuntó a un funcionario concreto sin nombrarlo, el "infeliz" que cargó mal los datos; pero en realidad estaba apuntando al jefe del "infeliz" y por añadidura al propio gobernador Antonio Bonfatti que el fin de semana expresó sin tapujos sus diferencias con el candidato a gobernador del Frente Progresista y adelantó que no piensa pedirle la renuncia a nadie por escándalo del escrutinio provisorio.

Si de acá a unos pocos días esa relación interna no se recompone y Lifschitz no empieza a aparecer pegado a Bonfatti en los afiches, la cuesta arriba será mucho más difícil de remontar. Lo peor que puede pasarle al candidato socialista es el aislamiento que lo lleve, en el caso de que así suceda, a aparecer como el responsable exclusivo de los resultados del proceso electoral en la provincia.

Como referencia política superior, si bien todos se han mostrado solidarios, la factura de Mónica Fein también la paga Lifschitz. El la puso en ese cargo y la intendenta nunca pudo o nunca quiso ganar mucha más independencia. Esa relación también, en tiempos violentos en la ciudad, terminó por ser un costo demasiado alto. La performance de Fein el 19 de abril no registra antecedentes desde la recuperación de la democracia: Nunca un intendente que jugó su reelección perdió en todas las seccionales de Rosario.

La intendenta no sólo pagó costos de gestión y una posible estigmatización de la ciudad desde los medios nacionales (como argumenta el socialismo) sino que las críticas que recibió en las urnas son más profundas y apuntan tanto a su figura como a su liderazgo político. Eso evidencia la buena elección de Pablo Javkin que logró conectar con un electorado que estaba reinvindicando algunos puntos de la administración frentista pero expresando simultáneamente un desagrado con la conducción política.

Tanto Fein como Lifschitz se debaten acerca de hasta dónde debe llegar al autocrítica pública para no caer directamente en la imagen de una derrota irremontable. Eso es lo que está sopesando ahora un socialismo que, evidentemente acusó el impacto pero aún no encuentra la salida del rincón contra las cuerdas en la que lo pusieron las urnas.

Otra campaña

Empieza otra campaña política, otra historia, una nueva película coinciden la mayoría de los analistas políticos de cara a los comicios generales del 14 de junio. Aquellos que no ven un escenario de final abierto o se apresuran o no tienen en cuenta todos los elementos de esta compleja coyuntura. Antes que nada está la matemática: El primero de esta elección no llega al 40 por ciento y el tercero pasa el 20 por ciento. Esto aquí y en la India es presagio de un final abierto. Otra cosa es aventurar sobré cual será el resultado final.

Una pregunta que se escucha mucho y si bien puede formularse para cualquiera de los postulantes, recae siempre en uno de ellos es la siguiente: ¿Por qué alguien que no votó a Del Sel en las primarias lo haría el 14 de junio? No hay una respuesta certera pero la interrogación conlleva algo de la lógica política. Del Sel polariza desde el vamos con su figura, no hay términos medios. Está el que ama la figura del espectáculo, su entorno de farándula y su llegada con los sectores más populares. Pero está también el que lo rechaza de plano, por falta de programa, por representar a la derecha y aún por su histrionismo ramplón que es lo que otros esperan del candidato. La otra pregunta es por qué Del Sel cambiaría en este tramo de la campaña. Una más, ¿podría hacerlo? ¿con qué herramientas?

Por eso el candidato peronista cree tener un atajo por donde seguir creciendo. Si Perotti logra equilibrar la voluntad de cambio manifestada por los electores en Santa Fe con su oferta de una gestión seria y su experiencia en la administración pública, estará en condiciones de hacerle frente al cómico que se resiste a convertirse en político. Pero para eso necesita borrar a Lifschitz. Lo mismo para el socialista que necesita polarizar sólo con Del Sel. Más sencillo: Aquellos sectores que "temen" una provincia gobernada por Del Sel tendrán que optar entre Perotti y Lifschitz para impedir que llegue a la Casa Gris. Por eso, los "segundos" deberán librar primero una silenciosa batalla entre ambos para posicionarse como la mejor opción de triunfo.

Y este es el punto en el que los factores externos como los apoyos nacionales o las presencias mediáticas pueden ayudar a inclinar la balanza. Como se ha dicho en ese terreno el candidato del socialismo es el que menos aliados tiene. Margarita Stolbizer apenas puede con ella misma como para constituirse en una referencia nacional de peso, es más, en la provincia muchos creen que aportaría mucho más una presencia cercana de Hermes Binner que la propia titular del GEN que la noche del domingo 19 se la pasó en la habitación de un hotel esperando que los dirigentes resolvieran qué hacer con ella en medio de los números que iban arribando a los centros de cómputos y que iban desanimando al oficialismo provincial. Pero ese mismo domingo a la noche tarde, una pregunta descolocó a Mónica Fein: "¿Por qué Binner no está aquí ni en Santa Fe?" quiso saber un periodista rosarino. Como pudo, la intendenta que no estaba en su mejor momento sólo atinó a mascullar que "Hermes está siempre con nosotros", a la manera casi de un espíritu santo. Ahora Lifschitz tendrá que conseguir ese apoyo explícito de manera mucho más concreta además de sumar más intensamente a Bonfatti a la campaña. En parte, de estas cosas depende el futuro del Frente Progresista en Santa Fe y en Rosario.

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