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› Por Emilio Bellon
Si alguien de manera desprevenida hubiese ingresado a la Facultad de Humanidades y Artes en las primeras horas de la mañana del pasado viernes, hubiese creído que en ese tramo inicial del patio (que esa mañana ofrecía su perfil más desolado), se estaba montando una obra teatral ambientada en los años inmediatamente posteriores a la Revolución Francesa.
Y es que un dispositivo de una altura considerable, que delataba ser una guillotina, mostraba su faz más obscena, más amenazante, tratando de intimidar a quienes osaran pensarla de manera diferente. Allí, desnuda, recordando los años de persecuciones y ajusticiamientos, parecía esperar a un condenado, sin juicio previo alguno. No había en ese espacio nada escenográfico que reconstruyera esos temibles años; pero la silenciada voz de ese dispositivo que nos hacía llegar el eco de tantas víctimas, de inmediato, se hizo presente cuando un grupo de fanáticos exaltados desataron su manifiesta violencia a través de gritos, ofensas, burlonas consignas. Una escena que Goya habría podido haber inmortalizado en algunas de sus pinturas de su último tiempo.
El Consejo no pudo llegar a sesionar; ya que ahí, en ese mismo ámbito, en el hall de entrada, se estaban violentando los principios éticos, a través de consignas destituyentes; tanto gritadas como escritas en un volante, que rezaba el título de "Proyecto artístico: Ejecuciones Programadas", redactado por "un sector de estudiantes de la escuela de Artes".
Para quien no pudo informarse acerca de los hechos que despertaron estas arengas y prepotencias, cabe informar de manera sucinta lo que todos los medios ya vienen haciendo. A raíz de un accidente que pudo ser trágico por hechos que desde el pasado miércoles se encuentran en vía de investigación, una alumna becaria asistente a un Congreso de "Cuestiones críticas" padeció la caída de un blindex, provocándole grandes heridas, golpes; lo que llevó a que las autoridades de la Facultad y empleados de la misma, como asimismo alumnos y docentes que allí se encontraban, respondieran de inmediato, con su traslado al Hospital. A lo largo de todo el día las autoridades estuvieron presentes en el centro de atención del Heca. Y debemos agradecer, tras la intervención a que fue sometida, que se encuentra fuera de peligro, junto a sus padres, quienes viajaron desde el sur de nuestro país de manera inmediata.
Entre estos nombres, que encabezan estos flamígeros volantes, figuran los del Decano, Vicedecana, Secretario Técnico, Rector y Vice-Rector; blancos de una condena que abre a una temible convocatoria que intenta ser no ya una metafórica representación, sino la puesta en acto de la mismo literalidad. El mismo incita, en letras negritas, que se diferencian del cuerpo de la nota, a participar de un acto en el que está presente la ominosa sombra de la pena de muerte: "¡Todos! ¡Marchen a la guillotina". Sus argumentaciones dejan al descubierto la manipulación de ciertos hechos, transmitidos con marcado tono autoritario, descripción de situaciones aisladas y un irascible sentimiento descalificatorio y de desprecio por la convivencia democrática.
En la mañana del pasado viernes, el Consejo Directivo no pudo llevar adelante su sesión. Quienes estábamos en la puerta de la Facultad y en la vereda de enfrente, dejando libre el paso por la calle, asistimos a lo que fue uno de los episodios más vergonzantes que nos retrotraen al comportamiento de los sistemas totalitarios. Ante la actitud humilde del decano que establecía un programa a seguir, los ensordecedores gritos nos despertaban ya no sólo indignación, sino una profunda tristeza. Sentíamos que ese sector de alumnos, afortunadamente un pequeño sector, se proponía derribar el vocablo Diálogo; base de toda comprensión y conocimiento, de reconocimiento de nuestros prójimos, de construcción de nuevos sueños compartidos.
Por un instante, mediando la impúdica sombra de la guillotina, recordé el encuentro, en un momento de tensión máxima, entre Danton y Robespierre, sentado cada uno a la cabecera de una larga mesa. Pensaba, igualmente, en tantos fanatismos. Y tuve temor de que la violencia de algunos cruzados (no ya atentos al dolor de la persona que debió padecer la alumna herida), enarbolara, en el espacio de la vida cotidiana, lo que la memoria no nos debería permitir olvidar.
Transitar juntos un camino es algo que olvidamos a diario. Y no se trata de pensar esta expresión en un escenario bucólico y sin opiniones disidentes. Sino desde el poder escucharnos. Me viene a la memoria, en este instante, aquella frase del gran humanista Albert Camus: "No camines detrás de mí, puedo no guiarte. No vayas delante de mí, puedo no seguirte. Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo".
¿Por qué no pensar, entonces, que ya desde mañana podemos llegar a retomar aquel diálogo interrumpido?
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