OPINIóN
› Por Pablo Feldman
Cuando parecía que nada iba a suceder, que ninguna situación alteraría el trámite de una campaña tranquila, casi aburrida, Rossi se ocupó de calentarla. Pero no Agustín --el "Chivo"-- sino su primo Sergio --el "Sapo"--. Ni Esopo se hubiera imaginado semejante fábula, la del Sapo ministro que se desintegró cuando cayó el Sol y asomó la primera estrella por haber dicho una verdad que podía afectar la suerte del Chivo candidato.
Ni la proximidad del Día del Perdón --conmemorado la jornada anterior-- obró como bálsamo para el ministro que cometió sincericidio: no le perdonaron que dijera la verdad.
"Reutemann participó del menemismo" había dicho Sergio Rossi el día antes de asumir al diario El Litoral, y como si hubiera previsto lo que sucedería apenas 13 después de haber jurado en la Casa Gris, le entregó a Jorge Obeid un sobre con su renuncia firmada "para que el gobernador dispusiera de ella cuando lo creyera conveniente".
Rossi no quiso hablar luego de que Jorge Obeid lo despidiera en su despacho exactamente 24 horas después de que le tomara juramento, pero alguno de sus allegados sostienen que "ya se sabía que se venía ese embate", apenas trascendió el contenido de la nota realizada por la periodista Ivanna Fux.
Jorge Obeid intentó bajarle el tono al incidente apenas se echó a andar la versión, pero no pudo hacer mucho ya que el reutemenemismo declaró el "alerta rojo", no dio quórum, avisó que no daría mientras Rossi estuviera en el gobierno, y le dio a entender inequívocamente que "se acababa la gobernabilidad". Lógicamente nadie dijo que esas fueron órdenes de Carlos Reutemann, pero cualquiera que conozca los procedimientos y la dependencia política de quienes reportan al ex piloto de Fórmula Uno saben que no pudo haber sido de otro modo. Pero esa no fue la única "presión" que sufrió Obeid, desde la Casa Rosada el jefe de Gabinete de Ministros --que a primera hora había hablado con este cronista por Radiofónica defendiendo la "conversión" del Lole y ninguneando a Rossi-- le habló a Obeid para decirle que el Sapo debía ser eyectado inmediatamente. Con Alberto Fernández había hablado la senadora Roxana Latorre que, como se sabe, es la dirigente de mayor cercanía con el ex gobernador.
Frente a este juego de pinzas --apretando desde la provincia y desde La Rosada-- Obeid no tuvo otra alternativa que abrir el sobre que le había dejado Rossi -todavía tenía fresco el pegamento- y aceptar la renuncia.
Quienes crean que tenía otra opción, se equivocan, porque Obeid también tributa al sector liderado por el ex piloto y porque lo único que podía perjudicar más la imagen de su gobierno que este papelón del "Ministro por un día", era que Rossi se quedara y efectivamente no hubiera más sesiones en la Legislatura y otras gentilezas más que recibiría de parte de sus compañeros reutemenemistas. Basta recordar el primer mandato de Obeid cuando los legisladores del Lole le hicieron la vida imposible.
¿Es una muestra de debilidad de Obeid, reemplazar a un ministro por haber dicho que "Reutemann participó del menemismo"?
¿Puede serlo, partiendo de la base de que este gobernador obtuvo poco más del 20 % de los votos?
No es más que la ratificación del esquema político que gobierna la provincia de Santa Fe desde hace tres lustros. Más de una vez lo dijo el propio Obeid: "La sociedad política Reutemann-Obeid es indestructible, llevamos muchas elecciones ganadas y vamos a ganar más" fue la respuesta a este redactor cuando se insinuaba una ruptura hace un par de años.
Rossi le dijo a Reutemann "menemista", ni más ni menos. No le dijo ladrón, ni corrupto, ni encubridor, ni fascista. Solo "menemista". Y corre por cuenta de quien recibe el mensaje asociarlo o no a esos u otros conceptos que allá por los '90 eran más frecuentes como "modernidad", "pragmatismo" o "liberalismo".
Hoy por hoy, como están las cosas, el "menemismo" es lo peor que se le puede enrrostrar a un dirigente y en realidad, quien más quien menos, todos los dirigentes del PJ que están en funciones desde los '90 fueron algo, un poco, o totalmente menemistas. Les guste o no, eso es así, y como también se sabe, la fe de los conversos suele ser la más nutrida, por eso el garrotazo a Rossi --el Sapo-- vino desde la Jefatura de Gabinete, donde su titular justificó frente a este periodista "los cambios porque no es una foto o un cuadro", y hasta apeló a un ejemplo que revela además si afición por la pintura. "Velázquez en España pintaba sobre telas que debajo tenían otra obra", sostuvo Fernández, que en su "pentimento" cuenta con haber sido funcionario durante el menemismo y luego hizo un frente con Domingo Cavallo --con la apologista del asesino Jorge Videla, Elena Cruz-- en la Capital Federal para enfrentar a "Grampillo" Ocampo.
Lo del jefe de Gabinete no es un hecho inusual, sus colegas ministros también tienen "pinturas debajo de otras pinturas". Alcanza con revisar la trayectoria de José Pampuro, o de Aníbal, el otro Fernández.
El peronismo es así. El jefe es el jefe, y hoy Kirchner es el jefe como lo fue antes Eduardo Duhalde, y antes Carlos Menem. Y el mote de "menemista" que tanto enfurece a quienes se lo cuelgan, podría caberle a casi todos, como el de duhaldistas, cuando Menem cayó en desgracia.
Casi todos los dirigente del PJ tiene un pasado de militancia, remontándose en el tiempo hay quienes fueron Montoneros, del FEN (Frente de Estudiantil Nacional) de la JUP, de las FAP, del Comando de Organización" de La Tendencia o cualquier otra "denominación de origen". Hay solo un caso --había dos pero el otro se alejó de la política para volver a azotar la guitarra-- de dirigente del PJ que es "menemista varietal", y ese es Carlos Reutemann.
Siguiendo con la metáfora pictórica del jefe de Gabinete, el cuadro del Lole está pintado sobre una tela nueva, estrenada en la política en los '90, de pura cepa menemista, afiliado en Anillaco, sin haber pasado antes por ninguna agrupación que no fueran Brabham, Ferrari, Lotus o Williams. Desde su irrupción a la política como gobernador de Santa Fe electo gracias a la Ley de Lemas en 1991 y hasta el día de la primera vuelta en que Menem le ganó a Néstor Kirchner en 2003, el Lole fue menemista. Tal vez ya no lo sea, poco importa. Lo que seguramente le molestó fue la actitud de Sergio Rossi, que no dijo nada nuevo, pero que no debió decir. Parece una torpeza de principiante que un ministro coordinador diga lo que dijo Rossi, a 10 días de las elecciones cuando desde la oposición se agita como bandera que "el menemismo está vivito y coleando" (sic Binner). Por como se dieron las cosas, el problema no solo fue lo que dijo, sino cuando lo dijo, y en ese sentido la actitud del Sapo no tiene defensa. "Se tiene que ir por boludo, no por otra cosa" dijo a este cronista un amigo de Jorge Obeid que reconoció que "el Turco está destrozado, le tiene aprecio y le dijo más o menos eso. Una lectura un poco más profunda --y solo el tiempo ratificará o desestimará esta hipótesis-- es que la baja de Rossi también es un golpe a la vicegobernadora María Eugenia Bielsa, quien habría "apadrinado" la llegada a ese lugar clave del gobierno del ex dirigente del Frepaso.
En cualqier caso, la fugaz gestión del Sapo, le hizo mal al Chivo, que se vio obligado a decir que "Reutemamn no era menemista", para no correr la suerte de su primo, que se desintegró el mismo día que asumió, al caer el sol.
Como toda fábula que se precie, tiene una moraleja, en este caso del gran artista catalán --preferido del jefe de Gabinete-- Joan Manuel Serrat: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio..."
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