OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD.
El impacto del cambio de gobierno nacional en Santa Fe aún no termina de medirse. Las condiciones que le esperan al gobernador Lifschitz, las primeras crisis con los radicales santafesinos de Cambiemos y la futura conducción de un peronismo poco permeable a los designios nacionales.
› Por Leo Ricciardino
La reunión del gobernador Miguel Lifschitz en Olivos con el presidente y otros mandatarios provinciales determinó no sólo un gesto de trato directo de Mauricio Macri con las provincias sino también una señal de cómo piensa el líder de Cambiemos ir construyendo su autoridad presidencial y con quiénes. Lógicamente, la buena noticia para el gobernador socialista no es necesariamente buena para sus aliados radicales que estaban pensando también ellos en tener una buena llegada a la presidencia y hasta en ser los intermediarios de cualquier gestión frente a la Nación. Lo mismo sucede con algunos dirigentes del PRO más allá de Miguel Del Sel, que recién esta semana podría conocer su futuro destino que por estos días se imaginaban quizás en roles más protagónicos.
La ausencia del diputado radical Mario Barletta en la asunción de mando de Lifschitz y la declaración del intendente santafesino José Corral en la misma ceremonia ("estamos acá porque somos del mismo equipo"), marcan claramente que las relaciones hacia el interior del Frente Progresista chocarán en varios puntos con la alianza nacional Cambiemos que integran estos mismos radicales.
Tampoco es casual que Lifschitz se haya visto obligado a remarcar que el suyo será un gobierno "bien progresista, bien cívico y bien social". Es mucho más que un juego de palabras con el nombre completo de la coalición. Es una bandera plantada para marcar un límite. Lo mismo que su reivindicación a Guillermo Estévez Boero y la alusión a las "viejas banderas socialistas" aunque aggiornadas "a la democracia moderna del siglo XXI", como dijo en su discurso ante la Asamblea Legislativa esta semana.
Que Barletta y Corral hayan atenuado públicamente su idea de llevar al Frente Progresista hacia la coalición nacional que lidera el PRO no quiere decir que hayan abandonado la idea. Y que Lifschitz no sea tan categórico como Antonio Bonfatti que ya avisó que no se ve en reuniones con "(Carlos) Reutemann y (Miguel) Del Sel", no debe ser interpretado como una debilidad ideológica del nuevo mandatario provincial.
Macri necesita a los gobernadores y por eso montó esa foto ampliada en la quinta presidencial. Pero los gobernadores siempre necesitan de los fondos nacionales para poder planificar su futuro. Si se tiene en cuenta que en una provincia rica como Santa Fe sólo el 40 por ciento de su presupuesto son recursos propios, se entenderá claramente la ecuación.
Por ahora todos son buenos deseos y el propio Lifschitz tendrá esos millones extra derivados del fallo de la Corte Suprema que, mediante un decreto del nuevo presidente, limitó el giro de ese 15 por ciento que financiaba a la Anses sólo al caso de esta provincia más San Luis y más Córdoba. Habrá que ver en un futuro si es cierto que el nuevo gobierno nacional quiere avanzar en una nueva coparticipación federal, como lo prometió el ministro del Interior Rogelio Frigerio.
Se dobla y se quiebra
Los radicales santafesinos entraron en crisis. Las negociaciones internas con el socialismo para integrar el nuevo gobierno frentista dejaron algunos heridos. En el Senado provincial tres legisladores radicales pegaron el portazo y abandonaron el bloque mayoritario del FP. Algo parecido sucedió en Diputados donde cuatro legisladores de la UCR del espacio NEO que lidera el ahora ministro Maximiliano Pullaro, también armaron aparte. Incluido en la jugada está el ex vicegobernador Jorge Henn.
Lo que originó las movidas fue el acuerdo entre Lifschitz y el experimentado senador radical Felipe Michlig, que se sentaron para acordar cómo se compensaba la banca que dejaba Pullaro. La designación de la vicepresidencia de la EPE y la llegada del socialista Fernando Asegurado como subsecretario legislativo sellaron los entendimientos pero no todos quedaron conformes. Aunque los rupturistas prefieren decir que las razones verdaderas son más antiguas y vienen de los mandatos anteriores.
El encuentro "oficial" entre el ministro de Seguridad Pullaro y el intendente Corral terminó por tratar de cerrar una grieta que se había abierto entre ambos, cuando el ahora presidente del Comité Nacional de la UCR se oponía tenazmente a que Pullaro fuera a ese ministerio. La seguridad no da garantías a nadie y no era la idea del radicalismo que Lifschitz les ofreciera un ministerio caliente que pone a su titular "a tiro de decreto". Pero finalmente la idea fue aceptada más que nada por la enjundia que le puso Pullaro y ahora no queda otra que trabajar juntos y tratar de que al ministro radical le vaya lo mejor posible en un área sumamente sensible en la provincia.
Acomodando el cuerpo
A nivel nacional muchos dirigentes del Partido Justicialista se apresuran a tapar con diarios el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner. El gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey fue el más contundente al pedir una interna para establecer quién conduce el partido.
Pero en Santa Fe ya hay una larga experiencia de funcionamiento sin liderazgos concretos en virtud de que el kirchnerismo nunca pudo hacer pie del todo en el territorio. Por eso, el diputado provincial Luis Rubeo ya lanzó la idea de una nueva conducción colegiada partidaria, pero no como las que se sucedieron hasta ahora con acuerdos. Sino mediante la consulta concreta a los afiliados.
Ya formalmente distanciado del ex ministro de Defensa Agustín Rossi, Rubeo se apresura a establecer, como lo hacen otros, un escenario en el que el principal esfuerzo es desconocer el liderazgo provincial de Omar Perotti. Lo mismo hizo hace poco tiempo atrás la ex diputada provincial María Eugenia Bielsa. La conclusión parece ser la misma: Los más de 600 mil votos que obtuvo Perotti dos veces en un año (primero para gobernador y luego para senador nacional) no lo colocan en una situación de privilegio como para conducir los destinos del peronismo santafesino.
La idea es discutible, sobre todo si se tiene en cuenta en qué condiciones llegó el PJ de esta provincia a la compulsa con Lifschitz y Del Sel. Un peronismo de poco más de 10 por ciento que ahora arañó los 30 puntos y logró colocar a dos senadores nacionales. Es difícil imaginar qué otros pergaminos debería tener un dirigente del justicialismo santafesino para liderar un proceso de afianzamiento. Con todo, sólo son un puñado de opiniones y no necesariamente mayoritarias. Los intendentes y presidentes comunales del peronismo tienen otra idea muy distinta y será el trabajo de Perotti el que demuestre que la cantidad de sufragios obtenida en 2015 no son un capital político volátil e incierto.
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