A esta altura del partido, el gobernador Miguel Lifschitz esperaba tener resueltos algunos de los varios temas conflictivos que tiene la provincia. Pero el tiempo ha pasado de manera veloz y hoy son pocos los ítems positivos para mostrar en materia de seguridad pública y las grandes obras aún no empiezan. Los dos aspectos con los que Lifschitz esperaba destacar respecto de la gestión de su antecesor Antonio Bonfatti. Sí logró una parte del endeudamiento requerido en dólares y conservar manejo de situaciones conflictivas en la Legislatura. El gobernador no tiene, en rigor, bancadas propias que le respondan ciegamente pero por el momento supo equilibrar la soterrada interna con los hombres de Bonfatti y del radicalismo en la Cámara baja y mantiene el acuerdo con los senadores peronistas que otorgan gobernabilidad a cambio también de necesidades propias en cada uno de los territorios que representan.
Varios meses le llevó acomodarse a la relación con un gobierno extraño como el de Cambiemos. Hombres y mujeres, la mayoría ajenos a la política, pero dispuestos a disciplinar a quien intente correrse un poco de las normativas fijadas por un cambio de escena radical en la política argentina. Finalmente lo logró. Una reunión a solas con el presidente Mauricio Macri en Olivos acomodó los melones en la chata. Lifschitz se comprometió a determinado subordinamiento y el presidente comprendió que tampoco le era demasiado desfavorable exhibir a un gobernador socialista a su lado.
Tiempo. Esa es la palabra clave para Lifschitz. Tiempo para poder mostrar algún logro concreto de su gestión ante el panorama electoral que se abre el año próximo. Tiempo para que llegue el desgaste que seguro vendrá para el PRO por la escaces de buenas nuevas en la economía. Más tiempo para que vaya cediendo el blindaje mediático en torno del gobierno nacional, ese premio obtenido por desalojar al kirchnerismo y al peronismo del poder.
Por eso Lifschitz se tomará hasta el último minuto que le otorga la Constitución Provincial para decidir el cronograma electoral para Santa Fe y ver si dispone que los comicios sean conjuntos con los nacionales o separados de esas elecciones. El gobernador está disfrutando de ese poder absoluto y momentáneo que le otorga el hecho de ser el único que tiene en mente un lugar preciso en el calendario de 2017.
Los más nerviosos ante este panorama son los radicales santafesinos que mantienen el doble estándar de aliados al socialismo en la provincia y al PRO a nivel nacional. Los dirigentes de la UCR que ya no tienen cabida en Cambiemos empujan a Lifschitz para que unifique las elecciones y les complique el panorama a esos otros correligionarios. Desde el PRO dicen estar preparados para "cualquier escenario" y el peronismo aprovecha para criticar al gobernador por estas facultades extraordinarias que tiene entre sus manos.
La controversia generó la presentación de varios proyectos en Diputados para fijar de aquí en más y por ley, el cronograma de elecciones provinciales. "Se vota el primer domingo de septiembre todos los años en los que haya elecciones", propone la iniciativa que ya en mayo, y lejos de esta coyuntura, presentó el diputado provincial Fabián Palo Oliver. Es decir, determinar que serán separadas de las generales nacionales de octubre que también están determinadas por una ley nacional.
Más allá de las necesidades políticas de cada sector, la medida más coherente sería que las elecciones fueran desdobladas para permitir el debate concreto en cada categoría. Postulantes a concejales debatiendo los temas de cada ciudad y candidatos a diputados nacionales proponiendo la discusión a nivel nacional. Pero hoy por hoy, sólo Lifschitz sabe qué decidirá.
En torno de estas fechas se agita también el fantasma de la crisis terminal del Frente Progresista Cívico y Social. Para algunos ya se trata de un espacio muerto, condición que muy pocos se atreven a reconocer. Para el socialismo puede ser la oportunidad de expulsar de la coalición a aquellos radicales que meten ruido en la sociedad a partir de su alianza con el PRO. Pero para otros radicales indubitablemente frentistas también significa la posibilidad de enfrentar de una vez por todas una renovación dentro del Frente y tener más lugares concretos de decisión ante la crisis que rodea a los dirigentes del socialismo. Eso creen los que apuestan a la candidatura a intendente de Pablo Javkin en el 2019. Otros piensan que el socialismo no cederá en sus ansias de seguir conduciendo el espacio o que al actual secretario general de la Municipalidad de Rosario, se lo llevará puesto el desgaste de la administración local. La estrategia de Javkin comenzará a jugarse el año próximo, probablemente con una candidatura local.
Cuando se le señala que en el único lugar del país donde los radicales mantienen este doble sistema de alianzas, la concejala María Eugenia Schmuck sostiene que eso pasa más que nada en la provincia pero "en Rosario está mucho más clara nuestra pertenencia al Frente Progresista", sostiene quien junto a Javkin posibilitó el apretado triunfo de la intendenta Mónica Fein el año pasado y ahora espera las retribuciones correspondientes. Schmuck junto con el concejal Sebastián Chale y otros radicales distribuidos en el gabinete local, piensan en la posibilidad de poner patas para arriba al Frente en Rosario e intentar la incorporación de quienes se han constituido como la novedad política más importante de Rosario en los últimos años: Los jóvenes de Ciudad Futura. Los tres concejales de este nuevo partido apuestan a consolidar aún más su bloque de ediles en los próximos comicios y por supuesto, armar una alternativa viable de cara al 2019.
Ayer, en la edición de Rosario/12 el diputado oficialista Eduardo Di Pollina da algunas pistas cuando recuerda que "las elecciones de medio término en Santa Fe, siempre se realizaron de manera conjunta". Y agrega que incluso fue así "en 2013 cuando se tuvieron que utilizar dos sistemas electorales distintos". Es cierto, se votó en las elecciones provinciales de ese año con Boleta Unica y para diputados nacionales con la tradicional Boleta Sábana que se venía utilizando. De esta manera, Di Pollina le sacó dramatismo al tema y sugirió entre líneas cuál podría ser la decisión del gobernador en torno de las próximas elecciones.
Aunque el tiempo es veloz, en política apenas unos días bastan para cambiar definiciones que parecían inamovibles. Una vez que decida Lifschitz con su lapicera de gobernador, las estrategias de todos los partidos comenzarán un rápido diseño para llegar con los mejores armados posibles para el crucial choque electoral del año próximo.