Dom 26.11.2006
rosario

OPINIóN › PANORAMA POLITICO

Gualeguaychú y Circunvalación

› Por Pablo Feldman

Lentamente Rosario va recuperando su fisonomía. Sin embargo los estragos de la pedrea del miércoles antepasado, no se limitan a los daños materiales, que por cierto fueron cuantiosos y todavía no reparados por completo.

Desde ya que para quienes vieron cómo piedras de las dimensiones de manzanas le perforaban los techos y el agua se colaba por esa brecha, que es fue el problema principal. Lo mismo que para aquellos que pasaban las horas, seguía la lluvia y no tenían modo de guarecerse o abrigarse. Es difícil cuantificarlo, pero seguramente han sido miles de hogares, basta repasar las cifras del Indec a cerca de la pobreza para ver cómo más de la mitad de los chicos en edad de escuela primaria viven por debajo de la línea de la pobreza en la floreciente Rosario.

Como se dijo la semana pasada en esta misma columna, la respuesta a esa emergencia fue acertada. Lógicamente que habría cosas por aceitar, errores que corregir o sistemas que perfeccionar, pero es evidente que la respuesta fue rápida, efectiva y mancomunada.

Los distintos planos del gobierno dejaron de lado absurdas querellas -como la del hospital en los terrenos del 121 para citar un ejemplo- celos o cálculos electorales. Y esta semana que pasó se volvió a ver esa conducta reflejada -entre otros ejemplos- en la autorización sin demoras del Concejo al Intendente para hacer compras directas por 2,5 millones de pesos en la emergencia.

Pero paralelamente a los reclamos por la tormenta, y a medida que estos iban cediendo en cuanto a la intensidad y espontaneidad, fueron apareciendo otros problemas de raigambre profunda, y de imposible resolución al menos en los tiempos de la urgencia. Vecinos de diferentes barriadas salieron a cortar calles y la avenida de Circunvalación a reclamar para ellos lo que obtuvieron los afectados por el meteoro. Y hacia allí fueron los camiones de promoción social, algunos dirigentes con peso en los barrios y algunos policías, al sólo efecto de evitar desbordes.

Hubo escenas de violencia -no muchas ni tan graves- pero lo más repetido fue el reclamo de sectores sociales apenas por encima -en cuanto a medios económicos- de aquellos que impedían el paso.

El disgusto fue creciendo, y apoyados por la prédica de algunos "emergentes" en los medios de comunicación, se proyectó un panorama mucho más delicado del que realmente se estaba viviendo.

La incomodidad de las calles cortadas, dio paso a la temeraria afirmación de "están vendiendo las chapas por 30 pesos y cobrando peaje en la circunvalación".

Está probado que ambas cosas ocurrieron, y más de una vez, sin embargo es una simplificación barata suponer que todos los damnificados que recibieron ayuda obraron de esa manera.

Vale la pena detenerse un instante en ese fenómeno, que hizo que los mismos oyentes que llamaron a las radios para solidarizarse con el piquete de los ambientalistas de Gualeguaychú, se desgañitaran insultado a "los que vienen de otras provincias y habría que meterlos en camiones y mandarlos de vuelta".

Los que aplauden al presidente Néstor Kirchner por sostener que "no vamos a reprimir a los hermanos de Gualeguaychú" a quienes les pide que "no corten el puente internacional", y piden a gritos que la Policía vaya a sacar "a esos delincuentes" de las calles de la ciudad.

El argumento de que "no son mas de 8 o 9" tiene algún sentido para algunos cortes que se vieron en los últimos días donde grupos perfectamente individualizados activaron para generar el clima de zozobra. Pero no para los primeros días, cuando la cantidad de participantes hablaba a las claras de la legitimidad del reclamo y la imposibilidad de obtener una respuesta por una vía que no fuera esa. Y dio resultado, no por coacción sino por necesidad, y eso lo pusieron de manifiesto las autoridades tanto provinciales como municipales, y la mayoría del arco político salvo alguna excepción que responde más a la interna del PJ que a un análisis de la situación.

Algo de eso hubo también en las horas previas al fin de semana, cuando simultáneamente a las declaraciones de la Senadora Roxana Latorre, cuestionando el accionar de los gobiernos de Jorge Obeid y Miguel Lifschitz, aparecieron algunas barriadas de la zona sur, algunos personajes difundiendo la versión de que había saqueos en la Avenida Grandoli, gente armada por la calle, y otras situaciones endemoniadas que eran pura ficción. Esto causó malestar especialmente en la Intendencia de Rosario, porque no creían en las casualidades, y por que a esa hora ya se habían producido reuniones con referentes barriales, quedando "sueltos" sólo grupos minúsculos de nula representatividad.

A la misma hora, junto con las llamadas por los saqueos que no fueron, las telefonistas de las radios, diarios y canales de TV, se "enteraban" de que "estaban cayendo piedras en Bigand, San Nicolas, Venado Tuerto, Roldán, y otras varias localidades vecinas hacia el norte, sur, este y oeste de Rosario. Tan falso como los saqueos.

Pero hubo más, alrededor de las 17 la ciudad parecía un pueblo fantasma, el cielo se había obscurecido -no tanto como aquel miércoles- se daban "alertas meteorológicos" y la angustia fue creciendo. Desaparecieron los taxis, se suspendieron citas, no había gente en las calles, se llenó de autos debajo del viaducto Avellaneda, el túnel de Escalda tenía bloqueada una mano con autos estacionados, y al final, no pasó nada.

Pero ayer volvió la tormenta, a eso de la 2 de la tarde otra vez el cielo negro y ese vientito que antes era señal de alivio, presagio de una lluvia salvadora, convertida ahora en un azote incontenible. Y en 20 minutos las calles se taparon de agua de cordón a cordón, y en media hora más... ya todo estaba como antes. Y no hubo piquetes, y la Circunvalación estaba cubierta de autos de gente que salió de paseo, después de más de una semana de veneno y angustia.

Es probable que a partir de mañana haya otra vez algunos cortes de calles. Tanto como que recrudezcan las versiones de saqueos o violencia.

Inclusive que algún episodio aislado pueda ser alentado por irresponsables y malintencionados. Lo que no debería perderse de vista es que hubo una buena respuesta de la sociedad y de sus dirigentes. Más allá de algún Ministro que cree que todo tiene explicación -cuando algunas veces es mejor quedarse callado-, o de algún dirigente que pretende "marcar diferencias" en momentos en que había potenciar las coincidencias, los dirigentes políticos más representativos de la ciudad y la provincia se pusieron de acuerdo al menos en algo: No reprimir y generar un conflicto mayor al ya existente con el corte de caminos. Obeid, Binner, Lifschitz, María Eugenia Bielsa, los concejales, dirigentes sindicales, barriales, ONGs, y todos quienes aportaron a paliar la crisis coincidieron en ese punto. Y visto ahora, pero mejor dentro de algunos días, cuando todo haya pasado, aun aquellos que hasta habrán tenido ganas de "pasarles por encima" -como se escucho reiteradamente en mensajes radiales- podrán tomar nota de cuanto peor pudo haber sido.

Y no es un consuelo postrero, es poner en perspectiva lo que podría suceder en una ciudad con 100 villas, mas de 200 mil habitantes en condiciones de pobreza, si en vez de ser tolerantes se intentara imponer la fuerza.

La situación de pobreza estructural de Rosario -como la de otras ciudades de su tipo- no se resolverá de un día para otro. No se trata de reparar un techo roto o tener un colchón, supone otro tipo de acciones sostenidas en el tiempo y elaboradas con anterioridad.

Llevará mucho tiempo, y además decisiones acertadas. No basta con exhibir los números del crecimiento, hace falta distribuir equitativamente. No hay que describir la pobreza, sino combatirla.

En definitiva, no levantar piquetes, sino eliminar las causas para su instalación. Los de Gualeguaychú y los de la Circunvalación.

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