OPINIóN
› Por Pablo Feldman
El triunfo de ayer de Hermes Binner lo ubica en el selecto grupo de dirigentes de primera línea a nivel nacional. Se trata del único fuera de la Capital Federal con esa proyección, sin embargo el futuro del ex intendente de Rosario está en Santa Fe. A partir de hoy --y para que no le pase lo mismo que en el 2003-- deberá aprovechar el 2006, año no electoral para conseguir dentro de su partido el reconocimiento que ya obtuvo del electorado santafesino. A caballo de la victoria --y de la derrota de Elisa Carrió-- en Capital Federal, no faltarán los que sobreactúen su veneración hacia el candidato ganador y quieran lanzarlo a liderar una coalición opositora para las presidenciales del 2007. Para tranquilidad de Binner, su sucesor en la intendencia, Miguel Lifschitz no se anota ni en esa ni en ninguna otra jugada que suponga no lanzar inmediatamente la estrategia que retener Rosario --con la reelección del intendente-- y conquistar finalmente la gobernación en la primera elección sin Ley de Lemas en 15 años.
El triunfo del socialismo en la provincia de Santa Fe --y por mas de 26 puntos en Rosario-- no es otra cosa que el reconocimiento a una gestión que los rosarinos ponderan y que el resto de los pobladores de la provincia en muy buena medida valoran. No se trata únicamente de un voto a la oposición; es desde una perspectiva más amplía un voto a futuro a partir de la experiencia de Rosario.
Para que lo de hoy no se deshaga en cabilaciones partidarias, Binner deberá asumir el rol que las urnas le han impuesto.
Como hombre "de partido" conoce los límites y las posiciones de su sector, pero como dirigente "con votos" tiene la posibilidad de agrandar ese espacio y romper con la lógica del partido testimonial y hermético. Probablemente no será un trabajo sencillo, tampoco lo era derrotar al PJ, al kirchnerismo, al reutemenemismo y a todo lo que se le puso delante en este comicio.
No fue ni el sello del PS, ni la bancada en el Congreso Nacional, ni el trabajo de los diputados oponiéndose a Jorge Obeid, lo que les permitió a Binner, Lifschitz y Ghirardi estar festejando hasta avanzada la noche. Fue la gestión, y sería absurdo que desde el Salón de los Pasos Perdidos, quienes no lo hicieron nunca --mas allá de festejar como propio un triunfo obtenido con mano ajena-- comiencen a montar el escenario del 2007. Si la frase de campaña ("comienza el cambio") quiere ser más que eso, Binner deberá empezar por casa.
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