OPINIóN
› Por Antonio S. Riestra *
Parece lejano aquel fin de siglo en donde hasta las computadoras colapsarían y vaya a saber bien qué era lo que dejábamos atrás con el XX, tal vez los argentinos debamos ubicar el comienzo del nuevo siglo en las postrimerías del 2001. Ese quiebre doloroso dejó para muchos una nueva mirada sobre el mundo político, el dolor que produce el engaño y la mentira de que podíamos vivir prácticamente sin Estado, regulados automáticamente por el mercado.
Con el tiempo advertimos dos cuestiones, primero: que el "que se vayan todos", no ocurrió, muchos se quedaron y hasta pretenden olvidarse de diciembre de 2001; segundo: que sin Estado es imposible enfrentar a los intereses económicos del mercado, siendo el Estado la herramienta que puede garantizar una mejor igualdad de oportunidades. Lamentablemente esta figura del Estado se funde y se confunde con la de gobiernos, gobiernos que como en nuestra provincia han mantenido 23 años un color político y 15 de ellos de alternancia entre dos personas. Somos responsables por lo que elegimos pero no somos directamente responsables por la marginación, el desamparo y la exclusión de toda forma de participación.
Nadie puede sentirse directamente responsable en apostar a una representación partidaria que, en sus postulados de origen, pregonó la justicia social. El escritor Octavio Paz dice: "quien conoció la esperanza no la olvida, la busca en todos los cielos y entre todos los hombres". Porque la vida es eso, es esperanza, es capacidad de asombrarse y asomarse al futuro.
Hago votos para que el 2007 sea un año de cambios, pero no habrá cambios mágicos; puede existir un gobierno que garantice la participación directa, pueden existir gobernantes que no sean corruptos y hagan con su gestión una manera diferente de relacionarse con ese Estado que no sea prebendario.
La ciudad de Santa Fe es el paradigma de esta provincia que duplicó su participación en el PBI nacional, tuvo recursos extras más que cualquier otro municipio y sin embargo ostentamos el record de pobreza infantil y condenamos a un tercio de la ciudad no sólo inundándola sino a su posterior falta de justicia. Será necesario entonces no sólo tener esperanzas de cambios, también cambiar, exigir una participación directa en la gestión de gobierno, plantarnos como ciudadanos, desde la función publica exhibir una actitud proactiva que resignifique nuestra actividad, frente a un gobierno que dignifique nuestra labor. Todo esto sólo será posible con un gobernante que sin ataduras y compromisos con el pasado, se atreva a abordar las deudas con la justicia, la salud, la educación y vea en la niñez nuestro futuro.
* Diputado provincial ARI.
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