CIUDAD
Se realizó ayer en la Sala Lavarden una muestra del taller de teatro que funciona en la cárcel de mujeres. No dejaron ir a las internas.
› Por Sonia Tessa
Pudo ser un domingo distinto para las internas de la cárcel de mujeres de Rosario. Una fiesta, con la presentación de las obras de teatro en las que trabajaron durante todo el año. Pero una decisión del Servicio Penitenciario Provincial impidió que pudieran estar ayer a la mañana, en la sala Lavarden, para mostrar el fruto de su esfuerzo. En cambio, se presentó un video donde puede apreciarse su creatividad. Primero, en una desopilante creación de Cenicienta, que incluye metáforas sobre la vida carcelaria y la necesidad de una segunda oportunidad. Después, en una recreación de las conversaciones que comienzan cuando llega una nueva detenida. La emoción primó en el teatro provincial. En el escenario, saludaron todos los integrantes del equipo interdisciplinario y sólo uan interna, Maribel Ruiz, Pato, que pudo estar porque la muestra coincidió con su salida transitoria. Sólo pudo decir que lamentaba la ausencia de sus compañeras y agradecer, porque luego se le quebró la voz. Luego, los espectadores se agolpaban para saludarla y sacarse fotos con ella.
"La invisibilidad de las mujeres privadas de la libertad", fue el nombre de la muestra organizada por Arteatro, un equipo interdisciplinario que trabaja desde hace un año en el Instituto de Recuperación de Mujeres, o Unidad 5. Lo integran las licenciadas Raquel Miño y Graciela Rojas, la psicóloga Soledad Pedrana, la abogada Gabriela Gervasoni y los actores Pablo Vila y Mirna Reves. "Para el arte no hay prisión..." fue el lema de la convocatoria.
En el video, que también recoge testimonios, una de las internas describe cómo esa cárcel podría convertirse, realmente, en un lugar de reinserción. Pide que no haya más psicotrópicos, y que sí haya una biblioteca, libros, test vocacionales para trabajar sobre una posible reinserción laboral. Son muchas las carencias, pero sin embargo, también es notorio que el taller funciona como un espacio de libertad. Otra interna, Marta Díaz aprovechó la cámara para leer sus poemas.
La proyección del video comenzó con una introducción a cargo de tres integrantes del equipo. Rojas, Miño y Pedrana recrearon una conversación entre las integrantes del equipo y una taxista que no sabía dónde estaba la cárcel de mujeres. La conductora les porfiaba que no podía ser en ingeniero Theddy al 200, porque allí estaba la comisaría 8°. Y también cuestionaba que las mujeres vivan allí con sus hijos de hasta cuatro años, como estipula la ley. Fue la manera de hacer explícito que las mujeres detenidas son invisibles. "A mí me gustaría escucharlas y verlas", dijo Miño como presentación del video.
Los primeros minutos estuvieron destinados a expresar la frustración porque les prohibieron salir para realizar la muestra. "Estaba muy ilusionada con que me dieran el permiso", dice una. Otra relata que su hija se ofendió cuando supo que no estaría en el teatro. "Me decía 'me mentiste, me mentiste, mamá', como si yo pudiera hacer algo, o dependiera de mí", relató.
Pero la actividad comenzó antes del video, con la exhibición de fotos, tortas y peluches que realizan las internas. Ya en el hall de la sala podían verse los trabajos del taller de decoración de tortas. Con forma de corazón, de dos pisos, decoradas con niños, con corazones, con hadas y con conejos, las tortas indicaban el nombre de quién las había hecho. Y un afiche celeste recogía las palabras de las internas. "Muy agradecida por este gran espacio que nos brindaron para mostrarnos tal cual somos", dice Zulma Bechelli, que firma también con el nombre de su hijo Bautista. En tanto, Anita afirma que gracias al espacio generado por el taller aprendió a "conocer cosas nuevas, a disfrutar del aprendizaje". María del Carmen Rombolá en cambio escribió un agradecimiento: "Para todas las personas que te acompañan con todo el amor hacia nosotras, y nos dan la oportunidad de mostrarle a la sociedad que, como dicen ustedes, existimos y estamos vivas. Gracias por darnos la fuerza para seguir luchando".
Del otro lado del hall, sobre la ventana que da a la calle, se expusieron los ositos de peluche que realiza Marisol Flores. "Lo hago para poder sobrevivir acá adentro y para poder mantenerme afuera", decía un cartel que incluía un teléfono. Con los ositos y perros de peluche compartía la mesa un libro escrito por las mismas detenidas. "Significa para nosotras poder despejarnos de este encierro. Fue una experiencia que nunca voy a olvidar", escribió Gisella Suárez.
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