CIUDAD › EL GOLPE
› Por Leo Ricciardino
Mañana es 24 de Marzo, feriado nacional. Día de la Memoria, el recuerdo para el dolor y para los que ya no están. El recuerdo y el dolor más profundo todavía para los familiares de aquellos que ya no están. La memoria colectiva, pero también la individual, la de cada uno ese día del '76, y los días profundamente negros que vinieron después. Hay maneras y maneras de recordar. Hay distintas formas y continentes de la memoria. Para el concejal del Frente para la Victoria Arturo Gandolla, la memoria "es un deber, para mí como integrante de la generación del `70. Es un compromiso con los compañeros que ya no están, con sus familiares, y sobre todo con sus hijos; con los hijos de los desaparecidos", dijo a Rosario/12. Y es en este punto donde -sin proponérselo- Gandolla se ha convertido en un referente: En contar, en narrar hechos, anécdotas, valores, rasgos de aquella vida cotidiana que permiten trazar perfiles más nítidos para quienes lo van a ver en búsqueda de esa valiosa información. ¿Y cómo fue adquirida esta memoria sistematizada de nombres, hechos, rostros?. "En el exilio. Los que se quedaron estuvieron casi obligados a una práctica del olvido, incluso hasta por cuestiones de seguridad. A mí me pasó a la inversa: Debí ejercitarme en la práctica del recuerdo para estar cerca de alguna forma", dice.
Gandolla está convencido de que el recordar el 24 de marzo de 1976 "es imprescindible, sobre todo porque hay jóvenes que no saben lo que fue, que incluso ignoran la dictadura militar de Videla. Fueron tan trágicas las consecuencias para el país que debemos mantener permanentemente el recuerdo de aquel Golpe incorporarlo a la memoria colectiva. Me parece que los que lo sufrimos, lo vivimos, es la obligación que tenemos para con las generaciones que vienen".
Sobre el período que se abrió en política de derechos humanos de la mano de Néstor Kirchner, Gandolla sostiene que "la actitud del gobierno fue muy positiva en este terreno porque terminó con el indulto, la obediencia debida, las leyes del perdón. Fue muy importante esta decisión política que tomó en su momento el presidente para aportar a todo este proceso. Y me parece que más importante todavía es la búsqueda actual de darle un corte definitivo a este tema acelerando los juicios, condenando a los culpables, transformando en verdad y justicia todo este largo período. Incluso, la actual presidenta en su discurso de asunción mencionó que se lo debía a los desaparecidos, a los familiares, a las madres, a las Abuelas". No es extraño que Gandolla coincida con esa afirmación siendo un dirigente del Frente para la Victoria, pero es interesante cuando a estas deuda incorporar "a a las Fuerzas Armadas, y esto puede parecer raro, pero lo que debemos aquí es el proceso de dejar unas Fuerzas Armadas que sirvan a los intereses nacionales y del pueblo. Hoy las FF.AA en un 90 por ciento están compuestas por gente que no participó de la dictadura y que hoy merecen ser respetadas como una institución del Estado".
-¿Por qué resulta a veces y sobre todo a las nuevas generaciones, tan difícil de explicar la década del `70 en Argentina?
--Bueno, hay que enmarcala. Contar de los ideales que nos guiaron en esa etapa histórica. Hay que dar una clara referencia de que en el escenario
de ese momento existían dos bloques en el mundo, donde estaba muy vigente la revolución cubana, donde la imagen del Che, de Camilo Torres eran modelos a imitar por parte de la juventud. Si nos olvidamos del Mayo Francés y de todo ese proceso, es muy difícil explicarlo. Estaba enmarcado en esa etapa y desde allí es donde hay que explicarlo.
-¿Qué significado personal tiene la fecha, el día 24 de marzo?
-Yo hablo, cuento y participo de los actos cada 24 de Marzo como una decisión y una actitud militante. Lo veo como una obligación por lo que viví, por los que murieron, por todos los amigos. Pero no es un día particular para mí. Los días particulares, muy particulares para mí, son esos en los que me encuentro con algún hijo de desaparecido, cuando tengo que dar cuenta de las historias de sus padres porque me lo vienen a consultar. Esos sí son días muy problemáticos y difíciles para mí desde el punto de vista emocional, personal. Sí recuerdo qué estaba haciendo el 24 de marzo de 1976: Iba en un colectivo hacia Villa Constitución donde yo trabajaba como obrero en Acindar, nos detuvieron en Empalme y nos tuvimos que volver porque nos avisaron que había habido un Golpe, pero no es un día particular para mí.
-¿Qué le decís a esos jóvenes, a los hijos de desaparecidos vienen a preguntar por sus padres?
-Depende cómo vienen. Los que vienen con reproches hacia sus padres porque optaron por modificar una sociedad en lugar de protegerlos como hijos, les trato de explicar qué era lo que sentíamos nosotros en ese instante, qué nos guiaba, por qué el modificar la sociedad esencialmente tenía que ver con los hijos, con el futuro que les íbamos dejar. Aquellos que vienen ávidos de saber cómo eran sus padres les cuento anécdotas de las cosas que hacían, de lo que vivíamos. Pero no mitificando, sino que les cuento historias del ser real, de las personas. Y los hijos de los compañeros muertos a quienes no he conocido les hablo de una generación. La verdad es que yo todo esto no me lo propuse pero he terminado por esa cadena del boca a boca de los hijos, siendo un interlocutor de muchísimos de ellos y la verdad es que lo vivo como un deber, como una deuda que tengo con mis compañeros de mi generación.
-Hay una memoria que no tiene que ver con una cuestión social o colectiva. Hay una memoria práctica, como un talento natural para recordar cosas. ¿Eso te pasa?, por eso a lo mejor te hiciste la "fama".
-Lo que pasa es que yo me exilié, y a diferencia de los compañeros que se quedaron en Argentina cuya obligación era olvidar -hicieron un ejercicio del olvido por cuestiones de seguridad en ese momento-; yo al revés. En el exilio hice un ejercicio de la memoria porque se necesitaba de esa memoria ante "caídas" inexplicables en Argentina, entonces incluso a mí me llamaban compañeros y me preguntaban si podía haber conocido esto o lo otro y entonces yo también lo tomaba como una responsabilidad. Y sí, la verdad es que recuerdo muchísimo de toda esa época.
-¿En qué momento tenés que dejar el país?
-Yo me voy el 24 de marzo de 1977, a un año justo del Golpe. Yo en ese momento era desertor del Ejército porque había pedido prórroga para la colimba para estudiar Abogacía. El servicio militar en ese momento se hacía a los 20 años y yo no volví a presentarme. No podía presentarme porque estaba semi clandestino por mi militancia política. Pero la decisión de irme la tomo cuando en San Nicolás se produce la caída de unos compañeros, la muerte de dos niños -el 19 de noviembre de 1976- y se pierde un menor, queda en manos de la justicia y la madre de la que yo era muy amigo muere. Esa misma noche nace mi primer hijo y esa sensación de poder perderlo a mí me generó un quiebre emocional que no pude remontar. Y ese chico que se pierde esa noche es Manuel Gonzálvez, es el que testimonia en contra de Patti para que el ex comisario no asuma como diputado nacional. Y también identifica gracias a mi testimonio a su madre biológica. Hoy con Manuel tengo una relación importante y de mucho afecto. Ese es el punto de quiebre que a mí me lleva al exilio.
Gandolla no cree que sea posible ver desde hoy qué cosas podrían cambiarse de aquel momento tan turbulento de la historia. Al menos no lo cree posible desde el punto de vista personal. "La verdad es que sería como comentar los partidos de los domingos con el diario del lunes. Es muy difícil, yo creo básicamente que bajo las mismas circunstancias históricas, haría lo mismo. Cuando empecé a militar yo lo hice dentro del grupo de personas que mejor me caían, no por cuestiones ideológicas, eso después lo fuimos construyendo juntos. Pero al final uno se da cuenta de que sí eran cuestiones ideológicas, porque eran cuestiones de valores compartidos, cuestiones humanas. Es más, en ese momento me decían que mí decisión de incorporarme a determinado grupo militante era superficial, y con el tiempo descubrí que era muy profundo, que estábamos donde estábamos porque ideológicamente era gente más sana. Y yo creo que también ahí haría lo mismo, yo recuerdo los otros grupos y no me siento identificado con lo que pensaban. Y cuando uno por ahí lo proyecta a las trayectorias de hoy, algo de intuición había ¿no?. Esto dicho con todas las excepciones del caso.
-Se habla de la memoria pero hoy hay gran parte de la sociedad que no recuerda. ¿Cuánto tiempo histórico llevará el análisis y la conclusión de todo el proceso de los '70?
-Creo que se acabaron las excusas. Yo en algún momento era de los que decían "es pronto para analizarlo", pero ya no, han pasado muchísimos años. Si no, la historia la van a escribir los que no la vivieron. Creo que tenemos que poder hablar, decir que hubo una sociedad que acompañó a la dictadura militar, una sociedad que se alegró porque supuso para ellos la paz. Yo creo que la dictadura ganó la batalla de la paz, y eso era comprensible para determinadas capas medias que no entendieron bien todo el proceso que se vivía. E incluso era comprensible para una clase obrera que estaba cansada de los tiros, de las bombas, de los conflictos y que después se dio cuenta de que el Golpe tuvo consecuencias económicas nefastas para ellos, pero tuvo que pasar un tiempo para que eso lo notaran. Por eso eso hay que recordarlo, para no volver a caer en la tentación de la sociedad de comprar esta supuesta estabilidad o soluciones mágicas absurdas que después traen consecuencias trágicas. Por eso es imprescindible seguir machacando con lo que fue el 24 de marzo.
-¿Y qué pasa con la autocrítica que muchas veces se exige a los militantes de los '70?
-Y hay que construir una autocrítica, pero enmarcada en la época. La reacción de la JP y Montoneros con respecto al regreso del Perón y su relación con líder; hay que comprenderla también en el marco de la agresión que sufría esa estructura. Principalmente por parte de la Triple A, de los servicios de inteligencia. Entonces es muy difícil plantear una discusión democrática cuanto se sufrían bajas cotidianas. Esa espiral de violencia quizás llevó a la miopía de un enfrentamiento integral con una conducción. Creo que llevó también al hecho de pensar en un Perón-foto y no en un Perón-película. Entonces tomamos la foto del Perón que ordenaba las Formaciones Especiales y no comprendimos que el Perón ese era el mismo que había gobernado del 45 al 55. Por ahí nos quedamos con esa foto, y por ahí lo hicimos por la forma de pensar y sentir que teníamos, porque nos convenía influenciados por la revolución cubana y todos los acontecimientos internacionales. Pero ya es tiempo de que construyamos una autocrítica, es importante. Como el hecho de la violencia que estaba reivindicada en sí misma, yo recuerdo aquella pintada que decía "La violencia es la partera de la sociedad en génesis" que creo que es de Marx. Y bueno, no hay que negarlo más, había como un culto a la violencia. Yo ingresé a la universidad de Rosario y mi primer marcha política es en la que se produje la muerte de Bello. Y partir de ahí veía cómo reivindicábamos valores que hoy serían absurdos de reivindicar, como la democracia, la no proscripción de un importante sector de representación política como el peronismo, y nos reprimían con un nivel inusitado de ferocidad. Entonces, cuando algunos empezaron a gestar una respuesta a esa violencia institucional que agotaba toda posibilidad de diálogo; se transformaron en nuestros ídolos. Ese también fue un secreto de cómo se formó la guerrilla, fue un catalizador para el retorno de la democracia.
Gandolla no deja afuera del análisis los costos históricos y humanos del aquel período. "El costo fue altísimo. Estamos hablando 32 años después y todavía hay secuelas de conflictos emocionales, hay secuelas de vida, de mucha gente. La verdad es que yo a veces me pregunto cuándo termina todo esto. Yo que viví en España vi que a 50 años de la Guerra Civil no había terminado, entonces este proceso en Argentina también va a llevar mucho tiempo más. Las secuelas humanas fueron gigantescas, y las económicas también. Pero bueno, una cosa es hablar de calidad de vida y otra de la vida misma".
-¿De qué cosas creés que no se habla de ese período?. Se dice "nadie va a hablar ni de la tortura ni de los operativos". ¿Creés que es necesario hablar de eso o es algo demasiado doloroso y no aporta demasiado a una respuesta social?
-El tema de la tortura es muy personal. Yo nunca pregunto sobre eso, si me quieren contar escucho, pero no pregunto porque creo que sobre un sufrimiento tan grande el que lo vivió debe administrar la información de la manera que crea conveniente. Y lo de los operativos hay temores de que pueda acarrear algún problema legal, pero sobre todo que aparezca como un hecho violento aislado, que no se comprenda en su marco adecuado. Siempre algunas se cuentan, pero cada uno -reconozco- elige la más simpática. De todas maneras no es un tema sencillo, requiere de mucha profundidad. Yo recuerdo en un homenaje a Fernando La Gruta, su esposa Nani -recientemente fallecida- contó que el día en que lo mataron en un operativo donde tenían que robar un camión que necesitaba Montoneros, ella todavía tenía la imagen de Fernando calentando el café que le iba a dar al chofer del camión durante las dos horas que había que tenerlo entretenido para que el camión saliese de ahí. Es decir, esos rasgos de humanidad de que al tipo había que demorarlo de algún modo expresaban una ideología. Y creo que torturar a un niño sobre el cuerpo de la madre para transmitirle la electricidad a los dos al mismo tiempo, para que la madre declarara; expresaba otra ideología. Entonces, yo no estoy tan de acuerdo en que se haga silencio sobre algunas cosas porque incluso en la violencia las cosas eran bien diferentes".
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