Lun 24.03.2008
rosario

CIUDAD › LA MEMORIA DE LAS MADRES DE LA PLAZA EN ROSARIO

El ritual de los pañuelos

› Por Paula Kearney

Rosario, Plaza 25 de Mayo, jueves, seis de la tarde. Tres mujeres con pañuelos blancos y un grupo de jóvenes que las acompañan comienzan a caminar en círculos. Un adolescente que tomaba cerveza con amigos en un banco de la plaza comienza a aplaudir. "Sacado de contexto, lo menos que podés pensar es que se trata de una terapia de grupo de un muy buen neuropsiquiátrico", reflexionó la semióloga y docente de la UNR Olga Corna recordando la vieja sentencia de "las locas de los pañuelos blancos", "pero la visibilidad cotidiana está en ese adolescente que aplaudió, y que increíblemente todo el mundo cree que los adolescentes tienen una gran pérdida de memoria, que no tiene que ver con pérdida sino con que en realidad no se los han enseñado. No conocerá todo, pero no importa, en algún recóndito lugar él sabe por qué están caminando".

Hace 31 años estas mujeres caminan pidiendo que sus hijos aparezcan, que sus nietos recuperen su identidad, y que los genocidas que se los arrebataron tengan su condena en una cárcel común. "Hay un proceso de acostumbramiento", aseguró Corna en relación al paisaje reiterado de los jueves a las seis de la tarde en la Plaza 25 de Mayo, "pero hay algo que sigue siendo de Madres y no de toda la sociedad: siguen dando la vuelta a la plaza", aunque aclaró que el acompañamiento "tiene que ver con no sesgar en el principio que las unió, que fue enfrentar la violencia y la fuerza con la razón y la verdad. Esta búsqueda por saber nada más y nada menos que un paradero".

Las Madres rondan, en su mayoría, los 80 años de edad. De las doce que llegaron a ser sólo quedan cinco como máximo que siguen caminando todas las semanas. Muchas murieron y otras están enfermas. La lógica indica que no dentro de mucho dejarán de caminar. "En Rosario todavía hay Madres que siguen caminando, pero en Jujuy ya no hay, porque la representante más maravillosa, Olga Arédez, murió hace dos años, e increíblemente si la enfermedad social no es psicosomática, casi todas las Madres han muerto de cáncer. No han muerto de infartos. De infarto han muerto muchos de los jóvenes que eran hijos de desaparecidos que en el momento de entrar a la pubertad murieron de un infarto. Esta cosa increíble que tiene que ver con que grandes dolores ejercen un proceso de desgaste en el único órgano que no piensa: el corazón".

Entonces, se pregunta Corna, "si estás Madres, a pesar de sus dolencias, siguen caminando en una plaza, ¿quién será el encargado de tomar la posta? ¿serán los hijos, serán los nietos? La Sociedad rosarina no toma la posta", y para explicar esta aseveración recordó que cuando durante la gestión de Jorge Llonch en la Secretaría de Cultura de Santa Fe los sobrevivientes del centro de detención que funcionaba en la ex Jefatura de Policía comenzaron a dar charlas para jóvenes, "a mucha gente no le gustó porque parecía que les estaban metiendo ideas extrañas a los chicos en la cabeza, cuando esto es como creer que cuando va a Auschwitz a ver los hornos crematorios se va a transformar en un nazi, o en un judio, ambas cosas. Esta cosa que nosotros tenemos tiene que ver con nosotros. Hay muchos jóvenes haciendo cosas, pero somos una sociedad de no tomar partido".

"Orgullo y dolor", respondió Noemí de Vicenzo mientras daba una vuelta más, cuando esta cronista le preguntó qué sentía como Madre de Plaza de Mayo, y aclaró: "Orgullo por los hijos y dolor por la pérdida. Muchos cuestionan la violencia de los chicos (por esa generación aniquilada, perseguida, en la que muchos tomaron las armas para luchar por una sociedad más justa), pero nada justifica la violencia que ejercieron sobre ellos, la tortura, la desaparición, el robo de sus hijos".

Norma Vermeulén camina al lado de de Vicenio y sostiene su consigna: "justicia", al tiempo que se lamenta de que "la justicia en Rosario es muy lenta, parece que aquí no hubiera pasado nada". Pero esto no detiene su caminata. Asegura que esto es una cuestión de transmisión "para que no pase nunca más", y que se siente acompañada por los jóvenes que caminan con ellas. También se jacta de que los turistas extranjeros se acerquen a la plaza a conocerlas, pero la jactancia no es por su propia lucha sino por la de sus hijos. "A mi no me interesa que me saquen fotos ni nada, voy a ser feliz el día que se reconozca la lucha de esa generación", subrayó. Aunque ellas, como madres que son, pongan en primer lugar la lucha de sus hijos, ellas mismas son hoy un "símbolo de conciencia social", según Corna que las calificó del "gran movimiento de memoria en la Argentina", y recordó que no sólo dejan un ejemplo al mundo, sino también una Universidad.

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