CIUDAD
Desde el año pasado, está garantizada la paridad, y por ende
hay igual número de consejeros y consejeras. La experiencia de
vida de estas personas se multiplica en distintos barrios.
› Por Sonia Tessa
Hay momentos mágicos en los que un concepto se corporiza y ocurre la epifanía. Sentadas alrededor de una mesa, las tres consejeras del Presupuesto Participativo contaban de su experiencia en las asambleas barriales, en la capacitación con perspectiva de género, en la elaboración de proyectos, en la defensa para que fueran votados por los vecinos, hasta que Marcela Librario, del barrio Alvear (distrito sudoeste) dijo: "Gracias al presupuesto participativo comencé a salir de mi casa, a conocer gente, cambié yo misma al empezar a participar. Tomé la iniciativa de terminar la escuela secundaria, después de una separación muy mala. Entendí que tengo una hija por quién luchar y dejé de ser la gorda inútil que era cuando estaba casada". Y la premisa política de "adquisición de ciudadanía activa de las mujeres" aparece ya no como un concepto, sino como experiencia de vida de personas concretas, que se multiplica en distintos barrios. El avance puede medirse en la duplicación de proyectos con perspectiva de género aprobados en el presupuesto participativo 2006. De los ocho que hubo el año pasado pasaron a 15 que se ejecutarán este año, y la asignación subió a 520.000 pesos, casi el doble que en 2005.
Un solo distrito, el noroeste, no aprobó proyectos destinados especialmente a fortalecer los derechos de las mujeres y combatir las discriminaciones que sufren por el solo hecho de serlo. En los otros cinco distritos, se aprobaron proyectos de capacitación en violencia contra las mujeres y de educación sexual, talleres para adolescentes sobre sexualidad, así como capacitación en oficios también dirigida especialmente a ellas. En el distrito sur se aprobó un proyecto de alimentación saludable, también impulsado por las consejeras para optimizar la utilización de los recursos familiares.
Los programas de actividades deportivas también se enfocaron desde la perspectiva de las vecinas. "Hicimos una prueba piloto de yoga, y fue muy importante, concurrimos 120 mujeres, que no sólo encontramos un lugar para hacer gimnasia, sino también un grupo", contó Sara González, del distrito Sur. Y otra vez apareció la epifanía. A Sara la acompañó su hija, que es maestra. "Antes en el barrio sólo lo conocían a mi papá, que era el que andaba por todos lados, pero ahora, desde que está en el presupuesto participativo, mi mamá salió de su casa. Ahora todos me preguntan por ella, me dicen que la tienen que llamar para proponerle algo", contó sorprendida.
Sara asintió y rememoró que el acercamiento a este proceso que comienza todos los años en marzo y termina en octubre comenzó a partir del trabajo con sus vecinos para la apertura de avenida del Rosario y Flamarion. "A mí el presupuesto participativo me sacó de mi casa", sintetizó Sara, consejera durante dos años seguidos. Ocurrió varias veces durante la entrevista. La epifanía tenía que ver con una circunstancia concreta, pero decía mucho más sobre lo que significa para estos vecinos formar parte de los procesos de toma de decisiones. Si gobernar es asignar presupuesto, ellos gobiernan.
"Cuando algunos vecinos me dicen que no saben nada como para participar del presupuesto participativo yo les digo que saben más que los secretarios de la Municipalidad, porque son los que viven los problemas", afirmó Marcela. Como contrapartida, aseguró que la participación en el presupuesto participativo le cambió la perspectiva: "Se aprende a dejar de ocuparte sólo de tu cuadra, y empezar a ver toda la ciudad".
Las asambleas barriales comienzan en marzo, con el planteo de los problemas del barrio y la elección de los consejeros que trabajarán hasta octubre para darle forma a los proyectos solicitados por los vecinos. Los consejeros no sólo elaboran las iniciativas, sino que también monitorean la ejecución de las obras aprobadas en el presupuesto participativo anterior. Una vez que están los proyectos, se realiza la segunda ronda de asamblea. En cada uno de los seis distritos, los vecinos se reúnen para votar cuáles serán los que tendrán prioridad. Luego de la votación, los proyectos se ordenan de acuerdo con los votos obtenidos y se incorporan hasta cubrir el monto estipulado para cada distrito. El final del proceso es la reunión abierta, donde se evalúa la ejecución de los proyectos aprobados el año anterior y se difunden los que se harán el año siguiente. Todo el proceso requiere de los consejeros una fuerte dedicación, ya que durante esos meses reciben capacitación, se reúnen con funcionarios para evaluar la factibilidad de los proyectos. Es el caso de Mónica Alvarez, ex empleada del PAMI hoy desocupada que se acercó para participar de los cursos de capacitación laboral en oficios, pero no pudo acceder por falta de cupos. Este año insistirá, pero mientras tanto participó todo el año del presupuesto participativo. "Empecé a ver cuáles eran los proyectos que se podían pedir para el barrio, me cambió el carácter. Los vecinos te valoran porque ven que podés aportar cosas", enfatizó.
La directora del Area Mujer de la Municipalidad, Mariana Alonso, no oculta su satisfacción por los relatos de las consejeras, que participaron de la formación propuesta por el programa "presupuesto participativo y ciudadanía activa de las mujeres". "Si uno empieza a hablar de hechos y acciones concretas, discutir presupuesto es discutir política pública, y participar en el proceso de toma de decisiones, que afectan de manera diferente a varones y mujeres", afirmó. Y agregó: "El trabajo del área apunta a empoderarlas, y sus experiencias dan cuenta de un proceso de liderazgo. Ellas pudieron desarrollar proyectos considerados prioritarios al entender que las necesidades de las mujeres lo son de los barrios también, y entender que inciden en la calidad de vida de todos sus habitantes".
Desde el año pasado, está garantizada la paridad, y por ende hay igual número de consejeros y consejeras, pero no siempre fue así. "Al principio, cuando en las reuniones había un 70 por ciento de varones, me callaba la boca para no meter la pata", contó Marcela. Pero luego aprendieron a argumentar, a hacerse oír, a impulsar los proyectos. La satisfacción aparece cuando sus vecinas reconocen la tarea, que ocurre cuando el trabajo de todo un año se convierte en una realidad palpable. "Fue muy importante lo que sentimos el año pasado, cuando se inauguró la salita Ma y Be (por mamá y bebé) en el hospital Roque Sáenz Peña, porque hasta entonces, las que tenían a su bebé en neonatología se quedaban en el pasillo. Ver que mejoró la calidad de la atención es muy gratificante", puntualizó Sara.
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