Dom 20.12.2009
rosario

CIUDAD › DISTINTAS PRáCTICAS CULTURALES BARRIALES PENSADAS COMO ESPACIOS DE INCLUSIóN Y APRENDIZAJE.

La cultura es la sonrisa

Algunos de estos grupos e instituciones ganaron el premio Pocho Lepratti que la Municipalidad de Rosario entrega por el Día Internacional de los Derechos Humanos a través de la Secretaría de Cultura. Pero hay muchos proyectos en la ciudad que tienen objetivos similares y desde cuyas propuestas muchas personas pueden pararse en la vida de otra forma.

› Por Alicia Simeoni

Con una idea integral y universal de la cultura, aquélla que incluye las producciones que hombres y mujeres realizan a diario y a través del tiempo, en momentos y lugares diversos y con la marca de un momento histórico; hay quienes se proponen trabajar con las distintas formas expresivas para posibilitar caminos que desde el aprendizaje, la reflexión y la práctica cotidiana aporten a la apertura de espacios de inclusión. Así puede ubicarse la actividad que se desarrolla desde hace dos años en el Centro Cultural El Obrador, ubicado en Maradona y Espinillo, a un par de cuadras de donde comienza el corazón del barrio de la comunidad toba y cuando Rouillón, a la altura del 4.300, es el sendero casi obligado para el acceso al lugar donde viven miles de personas relocalizadas desde otros lugares de la ciudad. El del centro cultural fue un proyecto votado por los vecinos en el marco del presupuesto participativo y en la actualidad pasan por allí alrededor de 600 personas por semana. Desde otra experiencia, dos grupos de jóvenes, uno de ellos "Farolitos", que lo hace desde el rock y el otro, "Arte por Libertad", que trabaja desde la plástica, piensan justamente en la expresión y creación colectiva, en la manifestación artística como hecho militante, de allí que hablan de una asamblea estética para englobar a todos quienes participan. Farolitos y Arte por Libertad resultaron ganadores, recientemente, del premio Pocho Lepratti que la Municipalidad de Rosario entrega por el Día Internacional de los Derechos Humanos a través de la Secretaría de Cultura. Por supuesto no son los únicos con estos objetivos en la ciudad y en muchos barrios rosarinos la intención se reproduce en valiosísimas iniciativas que encara una diversidad de colectivos y desde cuyas propuestas muchas personas pueden pararse en la vida de otra forma.

El ritmo rápido se escucha desde la puerta de entrada a El Obrador. Hace calor y está terminando el año en el taller de cumbia cruzada, ese producto del que se dice que es rosarino ciento por ciento pues tomó el popular baile de salón colombiano, inspirado en los sones cubanos, y se lo fusionó con otras danzas que se bailaban en los '60 en los clubes de la ciudad, entre ellos el tango, la milonga, el fox trot. Música cadenciosa y letras con toques eróticos se combinan para que las parejas de baile disfruten. La mayoría de ellos son jóvenes, más chicas que chicos "ése es un problema porque ellos buscan siempre a las que despliegan mayor destreza para la danza", y se encuentran los miércoles en una amplia franja horaria, entre las 13 y las 20. Por eso pasa mucha gente, son 130 las personas que en algún rato de esas horas están allí y no son siempre las mismas, van y vuelven. La constancia en la asistencia a cualquiera de las actividades es un logro que está muy lejano pero la rotación permite, de alguna manera, conocer a parte de la comunidad Qom, sobre todo adolescente y joven, con quienes de otra manera el contacto es más difícil.

El Centro Cultural El Obrador es una iniciativa que surgió hace años de las reuniones del presupuesto participativo y cuenta con una parte de esos recursos, señala la coordinadora Marcela Valdada. Además del taller de cumbia cruzada cuenta con otros espacios muy concurridos: es el dedicado al hip hop, los martes y los jueves y el del aula radial por donde pasan 100 personas que también terminaron el ciclo lectivo. Con la sola excepción de quienes concurren a la capacitación en herrería y en carpintería, son las mujeres las que muestran más disposición para transitar algo nuevo, un dato que se repite en la experiencia del centro cultural. Ellas son más flexibles, más decididas para acercarse, estar con un grupo y aprovechar algunas de las posibilidades de aprendizaje que El Obrador ofrece.

Mientras tantos bailan en el amplio salón con el mural de fondo que compuso la tallerista Valentina Rondinella, a cargo de plástica, a no muchos metros se miden y se cortan maderas. El trabajo artesanal les permite a quienes también ese miércoles están ahí, capacitarse en un oficio. Tanto este taller como el de herrería reúnen atenciones más pequeñas: en el barrio de la comunidad toba y en los otros de la zona predomina el empleo informal, la "changa", el cirujeo, una población migrante y el pesadísimo lastre de la exclusión de generaciones y generaciones. La población no corre a capacitarse como pudiera suponer algún lector que no logre componer todas las partes que componen la vida de los vecinos del lugar. Todo es muy lento y requiere de una reformulación permanente en las estrategias de inclusión social.

"La propuesta de una 'fábrica cultural' fue votada por los vecinos, en el marco del presupuesto participativo desde varios años atrás, pero recién a comienzos de 2008 se empezó a poner contenido a esa propuesta", cuenta a Rosario/12 la antropóloga Marcela Valdata. El centro ubicado en Maradona y Espinillo, hasta donde no quieren entrar los taxistas, está en el corazón de varios barrios en los que alguna abulia, producto de la falta de proyección y de promoción humana, salta hasta en el ritmo cansado y parco de una conversación. La preocupación de Valdata y su equipo no es menor, porque se aspira a encontrar una receptividad más importante que la lograda desde comienzos del 2008 cuando El Obrador tomó forma y movimiento. Valdata recuerda que se comenzó en un viejo galpón ubicado en el predio, donde ahora funciona el taller de carpintería y que el primer proyecto que se armó tenía como también las otras iniciativas , el objetivo de incorporar las costumbres, los instrumentos, las formas y temáticas que tuvieran que ver con las diferentes culturas que conviven en la zona donde viven quienes llegaron desde la provincia de Corrientes, de Chaco, aunque no integran la comunidad toba, y de algunos países vecinos, sobre todo de Paraguay y de Bolivia.

El primer proyecto de trabajo que tuvo El Obrador se hizo en el marco del taller de juegos y juguetes, en relación con las costumbres que los hoy adultos transitaron de pequeños y que se resumieron en el título "Tus juegos, mis juguetes, nuestra producción", a cargo de Mariela Mangiaterra y Elsa Albornoz, dos mujeres de larga experiencia ya que armaron en los años "90 las ludotecas municipales que salieron desde Villa Hortensia. Un anciano de la comunidad, Arsenio Borges se incorporó a esta idea inicial de 'juguetes' donde queda plasmada parte de la historia y de la identidad comunitaria' , en un trabajo conjunto con la fonoaudióloga Fernanda de la Fuente. Ella es quien introduce en la conversación y junto a Olga Lifschitz, la directora del Centro de Salud Toba que está a sólo dos cuadras del Centro Cultural, el concepto de "clínica ampliada" con la idea motor de que no se puede hablar de la atención integral de la salud sin buscar las formas más completas que hacen al bienestar de cualquier persona, un valor casi desconocido para los habitantes del lugar.

En El Obrador hay otros espacios: cerámica, roperito y taller donde aprender a arreglar ropa; el de telar, a cargo de Ruperta, una mujer entusiasta que explica como reciclar el plástico de botellas y otros materiales que luego son entrelazados "los bolsos que se realizan se expusieron en el Museo de Bellas Artes Juan. B. Castagnino , el de percusión no convencional y el de plástica a cargo de Valentina Rondinella. "Es la ciruja del equipo, va por todos lados recogiendo materiales para trabajar en el taller", dicen algunos asistentes a los talleres que acompañan a Valdata y a Olga Lifschitz. No parece simple casualidad que Rondinella sea una de las integrantes de "Arte por Libertad" uno de los grupos integrado por jóvenes de la ciudad que junto a quienes hacen rock y, se unen en "Farolitos", conjugan la expresión artística con la militancia y, justamente por eso, fueron elegidos por el jurado de los Premios Pocho Lepratti que otorga la Municipalidad de Rosario, a través de la Secretaría de Cultura cada 10 de Diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Además los premiados no sólo rescatan sino que practican esa forma de militancia social y territorial que desarrollaba Lepratti.

Guillermo Quevedo y Valentina Rondinella hablan desde el color y la expresión que han puesto con quienes forman Arte por Libertad en varios barrios rosarinos y en muchos reclamos que encarnan tanto los trabajadores, como los desocupados, las organizaciones comunitarias y de derechos humanos. "Cuando nosotros llegamos a los barrios ya está todo hecho, lo que hacemos es ponerle la imagen, el color, hacer visible aquellas cosas o situaciones que estaban tapadas"En ese proceso trabajamos nosotros y todos los que quieren hacerlo. No es necesario saber pintar, todos tenemos algo que decir y todos sabemos hacer algo con el color", dicen mientras también cuentan algunas experiencias en las que incorporan a niños y adolescentes a pintar "como nos ocurrió en barrio Itatí donde se trabajo como ellos querían, en una canchita". Así recorren la ciudad y los lugares a los que los invitan, desde donde los llaman: trabajaron con el Movimiento de los Chicos del Pueblo, la Fundación Che Pibe, la red Encuentro y muchísimos centros comunitarios. Varios de los integrantes del grupo se conocieron en los carnavales de Ludueña y ya llevaron la imagen de la bicicleta con alas a distintos lugares. La Casa de Pocho también muestra un fuerte mensaje: "quisieron tumbar el árbol y nace de nuevo", mencionan, por eso desde esa vivienda parten raíces de colores que atraviesan el pasillo y trepan por las paredes de las humildes casas colindantes.

En muchas actividades el trabajo de "Arte" se cruza con el de Farolitos, el grupo de rock empeñado en que reverdescan los clubes de barrio. De ahí que hicieron recitales para salvar la compleja situación en que se encontraban tanto El Luchador como El Federal ubicados en barrio La República a quienes muchos llaman Echesortu Oeste. Desde antes que comience un encuentro, por ejemplo así fue en El Luchador, la gente de Arte por Libertad ya está pintando y los chicos y jóvenes de la zona los acompañan, hay tarea para todos. Luego Farolito hará lo suyo. Del grupo de rock son Marcos Migoni (voz) y Fabio Laurito (organización) quienes plantean que "el arte nos permite militar, poder juntarnos, escuchar a los jóvenes, hacerlos parte de un proyecto cultural, todo para mejorar la condición humana. Y en esa incorporación tiene que existir la organización necesaria pero también la idea de reflexionar hacia tantas cosas que siempre nos fueron impuestas, desde el extranjero y nos dejaron en las peores condiciones".

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