CIUDAD
La Patota de Feced arrasó con la casa ubicada en Casiano Casas. Uno de los vecinos, era un policía torturador. Ayer Herminia y su hijo fueron recibidos afectuosamente en el vecindario.
› Por José Maggi
Herminia Acevedo volvió ayer sobre sus pasos, y regresó a Casiano Casas, el mismo barrio que tuvo que abandonar hace 30 años, la madrugada el 15 de octubre de 1976. La misma noche en que la Patota de Feced, con la Pirincha Peralta y el Cura Marcote, le tirara la puerta abajo y amenazara con ahorcar a su nieto si no le decían dónde estaba su hijo Manolo, militante de la Juventud Peronista. La casa de la calle Ordenanza al 1300, que ahora pretende recuperar, con la ayuda de sus hijos, y de la que era vecino, Oscar Gómez, alias "Carlitos", un feroz represor miembro del mismo grupo de tareas. Ayer Herminia fue recibida afectuosamente por sus vecinos de entonces, que la recordaban con cariño. El paso del tiempo y el encierro sumado a las amarguras vividas durante la dictadura nublaron en parte su lucidez. El que ayer tomó la voz cantante es Manolo quien llegó acompañado por parte de su familia y por el concejal socialista Juan Rivero, quien está trabajando sobre un proyecto de ley de resarcimiento a las familias que, como los Fernández, perdieron su casa durante la dictadura.
La madrugada del 15 de octubre de 1976 la Patota llegó a la casa de calle Ordenanza 1357, que ahora exhibe otra numeración: 1369. "Me buscaban a mi y por eso golpearon a mis padres y a mis hermanos y hasta a un sobrinito. Los golpearon preguntándoles dónde estaba, hasta que los amenazaron poniéndole un soga al cuello a mi sobrino -el hijo de mi hermana Gloria que está desaparecida- advirtiéndoles que lo iban a ahorcar sino decían dónde estaba. Yo tenía otra casa, donde vivía con mi esposa de entonces Ana Ferrari, en Agrelo y Uriarte. Hasta allí llegó mi madre con ellos, golpeándome la ventana y tratando de tranquilizarme para que me entregara".
"Manolo salí que estoy con la policía, me dijo, pero lo que menos ví son uniformes azules, eran todos civiles y del ejército. Asi que salí con las manos en alto y me empiezan a golpear con los FAL, delante de mi esposa, su abuela de 80 años y mi hijo Gerardo. No perdonaron a nadie. A mí me atan de pies y manos, y me dejan solo con la ropa interior, y me suben al baúl de un auto. Recuerdo claramente los gritos de mi mujer, de los vecinos, que le recriminaban lo que hacían a esta gente. Uno de ellos se quería llevar a Gerardo pero su mamá lo peleó a muerte, hasta que se lo alcanzó a dar a mi madre. Mientras una mujer gritaba que lo dejaran: era la mamá del Negro Fontanarrosa, que vivía al lado de nuestra casa".
Manolo recuerda que era un militante de la juventud peronista en el barrio de sus viejos en Casiano Casas, en una villa que está a pocas cuadras de donde vivían. "Allí trabajamos con mi esposa y mi hermana durante tres años en el programa Crear en el que le enseñábamos a leer y a escribir a los chicos. Asi buscábamos un cambio para esta sociedad, y nos costó todo esto. El sacrificio de mi viejo que le costó muchos años, ni siquiera lo pudo recuperar antes de morirse".
Pero la historia de terror no terminó la madrugada del 15 de octubre: el padre de Manolo estuvo 15 detenido en un lugar que nunca supo dónde era, pero en el que podía escuchar aviones que aterrizaban.
Cuando lo liberaron intentó recuperar la casa, pero recibió una visita que lo desalentó. "Todavía tenés una parte de la familia, olvidate de la casa. Dejate de joder, esa casa no es más tuya. Eran dos hombres bien vestidos de traje". Después de eso pidió en la Bolsa de Comercio donde trabajaba el traslado a Buenos Aires.
La madre de Manolo, Herminia Acevedo, no la pasó mejor; fue a la seccional 10º a denunciar su desaparición y la de su padre, y terminó detenida y llevada al Servicio de Informaciones. "Allí fue picaneada y torturada por un vecino nuestro, Carlos Oscar Gómez, que vivía en el pasillo contiguo de mi casa. Unos días antes le había dicho a mi madre que se quedara tranquila que la iba a defender", recuerda.
Gómez, alias "Carlitos", fue uno de los más feroces de los represores, sobre todo con mujeres indefensas. Hay al menos una violación en su haber delictivo con otra detenida, además de las sesiones de tortura con Herminia Acevedo.
Manolo ahora está convencido que Gómez tuvo que ver con la usurpación de su casa, y hasta con lo que pasó después. "Luego que mi familia se fue, saquearon la casa y le pusieron dos bombas. No quedó nada, solo escombros. La construcción que se ve hoy fue hecha con posterioridad", aclara Manolo. Y revela una última anécdota que no deja de sorprenderlo aún hoy. "Cómo te metiste en esto, qué desgracia, si te hubieras casado con mi hija seguro no pasaba", le dijo Gómez. La hija del represor era compañera de estudio de la hermana de Manolo. Gloria que hoy está desaparecida.
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