Lun 03.10.2005
rosario

CIUDAD › CONTRASTES EN "PATRIMONIO PERDIDO, CONSERVEMOS LA MEMORIA"

La Rosario que fue y ya nunca será

Palacios de bulevar Oroño, el Mercado Central, la academia Gaspary, el Banco Nación solo pueden verse en viejas fotos porque fueron demolidos.

› Por Guillermo Lanfranco

[HTML]El recurso es tan simple como efectivo. De un lado del panel, la imagen de aquellos edificios magníficos erigidos a principios del siglo XX. Del otro, la fotografía de las construcciones que décadas después ocuparon su lugar. Y como elemento novedoso y de refuerzo del contraste, textos de libros, diarios, revistas y documentos donde se alude al momento en que se decidió demoler aquellas obras de arquitectura. La muestra Patrimonio perdido. Conservemos la memoria constituye una logrado rescate de imágenes y testimonios escritos de la ciudad que cayó demolida por el desinterés respecto al pasado, pero es también una herramienta para generar conciencia y conservar lo mucho que todavía queda en pie. Organizada por el Instituto de Historia de la Universidad Católica y el Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana (Cedodal), se la puede visitar hasta el 31 de este mes en el subsuelo de la Facultad de Derecho de la UCA (Pellegrini 3314).



El listado de edificios demolidos que ofrece la muestra es notable, considerados desde la significación urbana que tuvieron. La academia Gaspary, más conocido como El Palomar, en la esquina de Corrientes y Rioja, donde funcionaba el bar Central, lugar de encuentro de artistas, periodistas y escritores. El teatro Colón en Corrientes 481, inaugurado en 1904 y demolido en 1958 "por orden del propietario". La sede del Banco Nación en Córdoba y San Martín (1892), tirada abajo en 1980 porque "los edificios no constituían una unidad funcional". Hoy solo queda el resabio del portal de mármol. La antigua Bolsa de Comercio en San Lorenzo 1057 (construida en 1906). Varios palacetes desaparecidos en bulevar Oroño, donde sobresalía hasta 1973 el de Santiago Pinasco (esquina Córdoba). Y el Mercado Central (actual plaza Montenegro), destruido en 1966 por Luis Cándido Carballo, uno de los intendentes de Rosario que más hizo para arrasar con el patrimonio arquitectónico.



"Pocas ciudades de la Argentina han sufrido la devastación patrimonial que ha padecido Rosario por la acción de la especulación". La frase está incluida en el catálogo de Patrimonio perdido y pertenece a uno de los mayores especialistas en patrimonio arquitectónico de Latinoamérica, el argentino Ramón Gutiérrez, y fue escrita en 1977. "La última década ha sido inexorable con los mejores exponentes de la arquitectura de la `arquitectura del liberalismo' (principios del siglo XX) y aquellas obras están bajo peligro inmediato de serlo", escribía Gutiérrez. Luego de reclamaba que también se conservaran las obras racionalistas de la década del `30 "que pese a su corta vida también son objeto de demolición, para asegurar el `progreso' de Rosario según nos dicen y colocarnos en increíbles rankings sobre metros cuadrados construidos. De qué nos servirá construir tanto si la calidad de vida de nuestras ciudades es cada vez peor. Rosario merece mejor suerte. Ayudemos a que la tenga".



Después de 28 años de ese pedido de Gutiérrez, se ha generado mayor conciencia respecto al patrimonio de la ciudad, pero esa instancia no siempre se traduce en hechos concretos que eviten más pérdidas. El arquitecto Martín Ferrero lamenta en ese sentido que el freno de la construcción por la desaceleración de la economía en los `90, no fue aprovechado "y otra vez la fiebre del crecimiento indiscriminado pegó duro. Pareciera que si no se construye un nuevo edificio de departamentos igual al de al lado que se terminó ayer, no existe el negocio inmobiliario. No importa qué hay en el lote sino lo que cuesta con una mole puesta en él. La falta de creatividad inmobiliaria en la búsqueda de reconversión habitacional de las viejas estructuras y su poca rentabilidad a partir de precios irrisorios puestos por el libre mercado de oferta y demanda sin que el sector público pueda regularlos, va destruyendo lo que queda de la vieja ciudad".



Por su parte, la arquitecta Carolina Rainero se pregunta a quién beneficia el boom de la construcción y contesta que "no a los habitantes en su conjunto, sino sólo a los inversores y a los que ocasionalmente se ven involucrados en los proyectos", con el saldo de se sustituyen bienes y edificios que son irremplazables. Además del cambio de escala de la ciudad: en 2004, sobre 105 pedidos de demolición, el 63 % fue para levantar torres.

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