CIUDAD › A LA MANERA DE LA UNIVERSIDAD LIBRE ROSARINA
Los alumnos de la cátedra Educación
Sentimental se sorprendieron cuando un
profesor vestido de mono comenzó la clase.
› Por Guillermo Zysman
Es miércoles, víspera de feriado en la ciudad. Son las siete de la tarde. El auditorio empieza a colmarse. Están los que repasan una vez más el apunte. Algunos hablan por su celular. Otros hablan con su circunstancial compañero de fila. El orden del día impone analizar un texto auténticamente kafkiano, nada sencillo, rico en contenido. En tren de confirmar la informalidad de la apuesta, aparece él: Un mono, bailando, con...una mona. Bailan un rato, se buscan, se divierten. Baja la música, el simio se convierte en profesor, mimetizado con el personaje principal de la lectura. La reacción es espontánea y generalizada: Risas, sorpresa y una marcada atención en torno a lo que vendrá. Así se enseña y se aprende en la Facultad Libre de Rosario.
"La forma es tan importante como el contenido. No pueden estar disasociadas. Esto le falta en parte a la educación formal, hace falta re-encantar a la educación", dice a modo de presentación Daniel Scarfó, secretario académico de la Facultad y responsable de la cátedra Educación Sentimental, mientras se disfraza junto a su compañera de ruta en un cuarto contiguo al escenario central.
Para la clase filosófica-literaria del miércoles, dictada en el auditorio del Banco Municipal, Scarfó había fijado como texto central el 'Informe para una Academia' escrito en la primavera de 1917 por Franz Kafka que narra cómo se desarrolló la adaptación de un mono desde la selva hasta la vida civil. Habla de renuncias a favor de la integración social, violencias autoimpuestas y aprendizajes dolorosos.
Los alumnos de la Facultad Libre saben que la informalidad es una constante de cada una de las materias de esta apuesta educativa. Aunque están abiertos a nuevas experiencias la aparición del mono y su pareja no deja de generar sonrisas cómplices. En el comienzo de la clase, Scarfó logra con esta puesta en escena ganar la atención hasta de los más incrédulos.
Con la cola larga y su máscara a cuestas, iniciará la jornada académica leyendo parte del Informe de Kafka. Después se sacará la máscara, repasará los conceptos claves de la literatura kafkiana -la burocracia, la relatividad del tiempo, el agotamiento social, la paciencia- y finalmente intercambiará ideas con sus alumnos.
"Hay dos maneras de transmitir conocimiento -explica el docente-: separarse del objeto de estudio o acercarse, por ejemplo convirtiéndose uno en un mono. Una clase es siempre una puesta en escena, aunque uno se disfrace de profesor o de mono. Se trata de desenmascarar la mascara que toda clase lleva consigo y que mejor opción que ponerse literalmente una máscara".
Scarfó reconoce que su armado genera cierto shock entre los asistentes. "Lógico, y es bueno, es importante, sin dudas. El shok hace que la clase se recuerde. Una vez quemamos los trabajos que hicieron los alumnos sin leerlo. Nos preguntamos: ¿cómo se va a recordar más la clase si leemos todo lo que los chicos escribieron o si lo quemamos y creamos un acto mediante el cual seguramente jamas nadie se va a olvidar de esta clase. La gran mayoría se quedó atónita, sin saber cómo reaccionar. Sólo tres o cuatro nos insultaron un poco. La respuesta de los alumnos fue muy buena", relató.
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