Dom 29.09.2013
rosario

CIUDAD › LOS HUMITOS, UN BARRIO QUE FORJó UN DESTINO DIFERENTE Y AHORA CAMBIARá EL NOMBRE

La tierra será para quienes la habitan

Empezó a poblarse hace quince años, en un baldío entre Saavedra, avenida Las Palmeras, Uruguay y calle 1724, que era de un privado. Los vecinos están pagando su terreno, pasa el camión recolector y donde hubo un basural, se abre una calle.

› Por Luis Bastús

Las doscientas familias que habitan Los Humitos ya pueden empezar a discutir un nuevo nombre para el barrio. Donde estaba el basural humeante que nombraba la zona hoy se abre una nueva calle, como un símbolo de lo que en ese último suburbio del oeste rosarino sus vecinos forjaron. Esta semana comenzó a pasar el camión recolector de residuos, y eso ahí ya quiere decir mucho. Además, empiezan a sentirse más dueños y menos ocupantes de la tierra que habitan: están pagando el terreno en cuotas en un fideicomiso que integran junto con los titulares originales que hasta entonces los resistían.

Hay que ver la sonrisa de Felisa Cavana para entender la dimensión del orgullo que sienten los vecinos de este arrabal que se empezó a formar hace quince años, en un baldío entre Saavedra, avenida Las Palmeras, Uruguay y calle 1724, con las primeras viviendas que se apropiaron del lugar. Felisa llegó después. "Compré acá una casita chica que se vendía. No sabía que había un dueño, así que compré en el aire, porque necesitaba, pero después fui a averiguar cómo figuraba el terreno y ahí saltó que tenía dueño. Yo quería ser propietaria, así que nos organizamos con los vecinos, Rafaela, José, y con Joaquín y Silvia, que siempre nos acompañaron", cuenta Felisa sobre la calle 1717, junto al templo evangélico Monte de los Olivos, que suele servir como punto de encuentro del barrio.

Joaquín Chamorro y Silvia Tratzi se arrimaron a Los Humitos desde la ONG Paloma de la Paz, allá por el 2007 y con el propósito de sembrar conciencia en el vecindario para erradicar el basural. Esa iniciativa es el programa Educar para convivir, ya instalado en algunos barrios de la periferia al punto de que en la última edición del Presupuesto Participativo recogió 6.500 votos en el Distrito Municipal Oeste. Esa parte de la historia ya se ha contado antes. El vecindario "fundamentalmente, las mujeres" consiguió volquetes y limpió por mano propia el basural alimentado hasta ese momento por ellos y por ajenos que venían de los alrededores a tirar sus desperdicios. Cuando lo lograron, en el lugar hicieron una cancha de fútbol y lo inauguraron con un partido, justamente, entre mujeres.

En Los Humitos, la mayoría de los hombres se emplea en la construcción, como albañiles, o en changas diversas. Eso hace que sean las mujeres quienes tengan mayor presencia en el barrio y, por lo tanto, sean mayoría en el proceso de transformación que empezó por la eliminación de un basural y que ahora va por la escritura y los servicios.

"A medida que empezamos a conocer el barrio, los vecinos, vimos que era una ocupación a un privado, y empezamos a organizarnos para solucionarlo, porque ellos querían comprar el lugar donde vivían", contó Tratzi. Contactaron a un abogado, Roberto Cerana, que intermedió con la familia propietaria del predio usurpado, y así despuntó la posibilidad de arribar a un acuerdo. Llevaron su caso al Servicio Público de la Vivienda, que condujo el proceso hacia la constitución de un fideicomiso integrado por vecinos y por los dueños del inmueble, a través de Mandatos & Negocios, la herramienta financiera del Banco Municipal. El año pasado el Concejo municipal declaró el proyecto de "interés social", y ya no hubo vuelta atrás.

"No fue fácil, en algún momento pensamos que se iba a caer, pero salimos adelante. Encima, cuando empezamos con esta idea, muchos se fueron porque tenían que empezar a pagar. Yo decidí seguir y ahora veo el resultado", evocó Felisa, mientras pasaba lento un huevero ambulante y en el templo se aprestaban a reencontrarse de nuevo con La Palabra.

El pago se organizó mediante un anticipo en tres entregas de 2.200 pesos cada una, y luego 36 cuotas de 500 pesos. "De todos modos, todo se conversa, y a veces alguien no puede y se habla. Esto no tiene la rigidez de un préstamo bancario, es un proyecto social", remarcó Silvia.

"Al principio hubo algunas resistencias, gente que no quería entender porqué debía pagar si total ya estaba viviendo aquí, otros que querían que la Municipalidad comprara y luego les cediera el terreno. Pero no. Los vecinos se organizaron de manera admirable. Tanto, que los dueños ya pudieron cobrar una parte. Así que lo que hicieron es un ejemplo de dignidad", destacó Alberto Argüello, coordinador del programa Educar para convivir.

Cruzada de brazos, pero con una sonrisa que le iluminaba el rostro, Felisa concluyó: "Me siento tan contenta, porque antes vivía con la preocupación de no saber si esto iba a ser mío o si un día vendrían a desalojarme. Ahora sé que ya está, y que pronto tendremos las escrituras".

Junto a la calle recién abierta en lo que fue el basural, se erige el transformador nuevo que la EPE instaló hace poco, igual que el cable preensamblado que ahora surca las cuadras por encima del caserío, desprovisto de árboles que regalen sombra fresca en verano. Ya no será necesario traer una conexión clandestina desde calle Jauretche o Las Palmeras. Los colectivos que pasan a tres cuadras no están tan mal. Tampoco las escuelas, ni el centro de salud María Josefa Roselló, sobre Rivarola al 7500. Pero sí la falta de agua corriente. El barrio sigue abastecido por cubas de Assa.

"Por lo menos, conseguimos que empiece a pasar el camión de Lime. Trajimos un inspector y empezó a pasar por tres cuadras. En un mes pasará por todo el barrio y entonces podremos sacar los volquetes. Los vecinos ya se fueron acostumbrando a no tirar en cualquier lado", explicó Chamorro. Atrás suyo, como si lo hubieran oído, pasó una nena, y luego otra, ambas con el tacho de basura familiar, directo al volquete. "Costó, pero lo terminaron asimilando", aprobó Joaquín. El miércoles anduvo repartiendo clavos para que los vecinos no dejen la bolsa de residuos en el suelo, a merced de los perros. Por eso creyó necesario explicarlo: "Es que nadie tiene cesto, porque acá antes no había recolección". Rosario/12

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