CIUDAD › CALLE SALTA QUEDó HABILITADA AYER A CINCO MESES DE LA TRAGEDIA
Se retiraron las vallas entre Balcarce y Oroño y los autos pudieron volver a pasar. Unos pocos negocios intentan darle una nueva fisonomía a la cuadra donde una explosión por fuga de gas mató a 22 personas. Los familiares estuvieron en el lugar.
› Por Lorena Panzerini
Fabiana acomoda el cartel con la foto de su cuñado, Hugo Montefusco, y de las otras 21 víctimas de la explosión de calle Salta 2141, y llora detrás de las gafas oscuras, con las que puede mirar -sin que el sol la encandile- el hueco del edificio donde solo se ve cielo. Desde las imágenes impresas en el letrero colgado en las chapas donde solía estar la fachada del complejo habitacional, los rostros de los fallecidos buscan no ser olvidados, en medio del "vacío" que dejó la tragedia. Ayer, fueron retiradas las vallas de las esquinas de Salta entre Balcarce y Oroño, donde desde la senda peatonal, pasando el bulevar, se advierte del ingreso a una zona de dolor, tristeza y de "volver a empezar" para algunos comercios. "Justicia", pintaron los familiares de las víctimas en la calle, junto con 22 estrellas. La misma palabra estuvo en boca de todos los afectados. Los damnificados buscan iniciar una asociación civil para reclamar "lo que falta" en conjunto, y los familiares preparan la movilización por los seis meses, que será "la marcha de las cruces", adelantaron. Esas que cargan desde el 6 de agosto de 2013.
"Es muy duro todo esto. Sentir el ruido de los autos me parece una sensación muy fea, como de falta de respeto. Es muy reciente. Hubiera preferido que esta cuadra se mantenga en silencio por un tiempo, para que no nos olvidemos que, no solo éste, sino todos los servicios dejan mucho que desear, porque a nosotros nos pasó con el gas, pero ahora estamos viviéndolo con la luz y el agua", se quejó Fabiana, y tuvo que subir el tono de voz mientras pasaba el 123 por la calle que estuvo cerrada casi medio año.
La mujer aseguró que Salta al 2100 es "la cuadra del luto", pese a la normalización del tránsito. Y planteó que hay familiares que están "muertos en vida"; otros que "no logran reinsertarse, que quedaron sin trabajo. Ha sido un dolor muy grande, y mientras pasa el tiempo es peor", lamentó.
Aquel 6 de agosto, el fuego llegaba al tercer piso del edificio, desde la vereda, donde decenas de bomberos trabajaban. Un poco más arriba estaba Anahí, tratando de bajar desde su ventana del 5 piso, mientras respiraba el humo negro. Ayer al mediodía, la mujer de rulos estaba parada frente a lo que fue su departamento, donde para esa hora la sombra daba un respiro ante los cuarenta y tantos grados de sensación térmica, en este enero agobiante. "Tengo mucho dolor, pero son sentimientos encontrados. La calle vuelve a tomar un poco de vida, pero este espacio vacío nos hace dimensionar que es mucho lo que no existe más. Reencontrar la cuadra es impactante, y más cuando veo el hollín que quedó en los muros del edificio lindero por el que pude salir, y que fue lo que me salvó", comenzó a relatar la mujer, rodeada de otros vecinos.
"Es un día movilizador y tenía la necesidad de estar acá, porque no hay un día que no me acuerde, mi vida no es la misma y me enfrento al vacío día a día. Las pocas casas que recuperamos tienen la marca de la tragedia. Para mí es como una película que veo cuando debería dormir. Tengo un recuerdo muy vivo de la explosión, las sirenas, la ayuda, la gente, el horror, la destrucción, los vecinos, mi casa hecha escombros y ver de repente luz, donde antes veía otro cuerpo del edificio. Todo eso es presente. Estamos acá pidiendo justicia y buscando que no vuelva a suceder porque todos somos potenciales Salta. Los responsables tienen que pagar", exigió la sobreviviente.
Luego del proceso de refacción de la calle, en el que trabajaron conjuntamente los gobiernos provincial y municipal, a las 7.40 de la mañana de ayer se reabrió la calle. Las vayas fueron retiradas de la esquina de Salta y Oroño, donde un taxista fue el primero en pasar por esa calzada que estremece a los rosarinos. Allí estaban el titular de la Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana, Pablo Seghezzo, quien recordó que cuatro líneas de colectivos volvieron a transitar por esa arteria; y el secretario de Hábitat, Gustavo Leone. "Estamos cumpliendo con lo que nos pidieron el gobernador Antonio Bonfatti y la intendenta Mónica Fein desde el primer día: devolver las condiciones de habitabilidad a la zona afectada por la explosión. Ajustamos los tiempos todo lo posible para que los vecinos, comerciantes y la ciudadanía en general puedan retornar a su barrio, a su situación de normalidad previa al desastre", dijo el funcionario a la prensa. Como se dijo días atrás, la inversión fue de 8,5 millones de pesos, entre la demolición de las torres siniestradas y la refacción de los inmuebles linderos.
Los comerciantes lo tomaron con más entusiasmo. Silvina, la dueña del local de prendas femeninas Silvina Marc --ubicado donde antes de la tragedia había un gimnasio- aseguró que desde noviembre, cuando abrió el negocio, vender "fue complicado"; y ayer la mujer se alegró de que los transeúntes podían pararse a mirar su vidriera. "La vida tiene que seguir, necesitamos que vuelva la vida a la cuadra", consideró, aunque dijo comprender la situación de los familiares de las víctimas y los afectados que "quedaron sin nada".
En la cuadra anterior, desde una mesa del bar Malos Canocidos, su dueño, Mariano, aseguró que "el cambio está a la vista: volvieron los colectivos y el fluido de gente es otro, aunque falta la actividad del banco de la esquina -que aún no reabrió- que para el comercio es importante; pero lo que nos dejó este hecho es la necesidad de valorar más la vida y darle importancia a las pequeñas cosas, porque todo se puede perder de un momento para otro". Desde el primer día, Mariano se solidarizó con los rescatistas, bomberos y familiares que no se movieron del bulevar durante varias jornadas. Ofreció comidas y bebidas a quienes estuvieron allí. "Lo nuestro va a pasar, lo material se va a recuperar, pero lo de esta gente no se recupera más", lamentó.
Del otro lado de Oroño, una mujer con una nena en brazos sale de un comercio y mira hacia el hueco. Rápidamente hace una mueca para contener el llanto, baja la vista y sigue caminando agitando la cabeza de un lado al otro, con los ojos cerrados. La niña la mira. La vereda del sol está prácticamente vacía; enfrente, los transeúntes no pueden dejar de detenerse a observar, y los recuerdos son inevitables. El dolor se traslada y no permite olvidar.
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