CIUDAD › CUSTODIO DE UNA MUEBLERíA MURIó EN UN TIROTEO CON LADRóN
El vigilador de una mueblería de barrio Alvear murió baleado en el tiroteo a quemarropa que sostuvo ayer por la tarde, en la puerta del comercio, con un joven que huyó en la moto con la que había llegado, sin concretar el asalto y con un tiro en una de sus piernas. La esposa del dueño del negocio también fue alcanzada por un balazo en un tobillo.
Pasadas las cinco de la tarde, los distribuidores de Casa Marcelo acababan de salir a repartir y en el salón de ventas en Biedma y Cafferata había una sola clienta, cuatro empleados, Mariela -esposa del dueño y cajera- y Humberto Miranda, gendarme retirado, de 64 años, que trabajaba "desde hace años" como custodio privado del negocio junto con otro que ayer no fue a trabajar. Su condición de ex miembro de la fuerza federal hizo que varios efectivos de los que llegaron días atrás a la ciudad arribaran a la esquina en gran número y antes que la policía.
Una señora traía a sus hijos desde la escuela Santa Isabel de Hungría, y otras esperaban el 128 en la parada de enfrente. Todas se refugiaron corriendo en la verdulería de la ochava opuesta. Fue cuando un muchacho vestido con camiseta de la selección nacional, vaquero y borceguíes llegó en una moto de 110 cc y bajó resuelto, con el casco blanco puesto, hacia la puerta de la mueblería. Pero no llegó a entrar. Miranda, vestido de civil pero siempre con su pistola a la vista, lo atajó en el umbral y se desató el tiroteo.
Según el relato de empleados y allegados al comercio, el asaltante "fue directo a Miranda con el chumbo y le tiró". El guardia contestó el fuego, y uno de sus tiros le acertó al delincuente en una pierna. Pero para entonces, él había recibido al menos cuatro disparos entre el pecho y el vientre. Uno de los balazos entró al local y terminó en uno de los tobillos de Mariela, la esposa de Marcelo Abut, el titular del negocio. La mujer fue asistida en un sanatorio y se recuperaba sin riesgo de muerte.
Los peritos de Policía Científica contaron 8 disparos como mínimo, según los casquillos que quedaron sobre la vereda. Un testigo contó que el asaltante -que siempre conservó el casco puesto- cayó sobre unas bicicletas tras la reacción de Miranda, y se repuso para marcharse sin dejar de apretar el gatillo de su pistola. Cuando el vigilador cayó exánime bajo el porche de la ochava, el asaltante frustrado subía a su moto y se alejaba por Biedma hacia el este.
El amontonamiento de gente en derredor de las cintas que puso la policía para preservar la escena del crimen denotó el estupor de un barrio que se empieza a acostumbrar con resignación a la inseguridad. "Acá hay arrebatos a toda hora, andan esos pibes en moto relojeando los movimientos y cuando te descuidás, te la dan. Todo se descompaginó desde que trajeron a vivir villeros acá cerca", suelta de corrido Mabel.
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