CIUDAD › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
Las nuevas críticas a la admnistración de Antonio Bonfatti, el costo político de la inseguridad. La "epidemia" de los homicidios. Hasta dónde penetra el discurso opositor ante la falta de liderazgos. La marcha por la marihuana más política de los últimos años en Rosario.
› Por Leo Ricciardino
El gobierno de Antonio Bonfatti sintió por primera vez el jueves pasado hasta dónde el principal tema de preocupación de la gestión podía hacerle mella. La manifestación, multitudinaria y espontánea, de familiares de víctimas de la inseguridad, obligó al gobernador a ingresar por un costado a la Casa Gris, con el simbolismo que el acto acarrea. De hecho, nunca un mandatario provincial desde la recuperación de la democracia había tenido que vivir ese trance, y eso que Bonfatti sigue siendo uno de los funcionarios provinciales con mejor imagen, según los últimos sondeos. Una cosa y la otra no están divorciadas: Mucha gente puede considerar que la gestión que ha encarado el socialista y su actuación personal tienen puntos destacados, y a la vez evaluar que en materia de seguridad los avances han sido escasos y demasiados los tropiezos.
Siempre hay un crimen que traza una línea. Una vida que no vale más que otra pero puede tener un simbolismo particular. Pasó con el caso Blumberg en su momento, y pasó ahora con los casos Montaner, Toffolini y Escobar en Santa Fe. Circunstancias especiales, la edad de las víctimas, detalles como el de Toffolini, que trabajaba en la Universidad Nacional de Litoral y la noche que lo asesinaron iba a su casa a festejar el cumpleaños de su padre. Nadie sabe bien qué es lo que cala más hondo. Sin embargo, algo disparara los sentimientos, la congoja social y el reclamo más ostensible a las autoridades.
Fue tan elocuente el reclamo de los familiares esa tarde del primer día de mayo en la plaza de Santa Fe, cuando Bonfatti se aprestaba a dar su mensaje a la Legislatura; que la oposición casi se vió relevada de ajustar sus críticas a las largas enumeraciones que trazó Bonfatti ante la Asamblea para dejar inaugurado el período ordinario de sesiones. Una porción importante del discurso estaba destinada a la inseguridad y el narcotráfico y a la descripción de las políticas públicas para combatir estos flagelos, pero lo que había pasado afuera unos instantes previos había sido tan poderoso que las líneas argumentales del gobernador debían hacer un gran esfuerzo para sostenerse.
Es cierto que la gestión del Frente Progresista encaró una reforma policial. Pero también es cierto que ésta no ha alcanzado aún para arrojar otra policía a las calles. Es cierto que se han señalado todos y cada uno de los casos de corrupción en jefes policiales y otros funcionarios jerárquicos de la fuerza. Pero no es menos cierto que las causas por enriquecimiento ilícito contra comisarios avanzan apenas milímetros por año y algunas ni siquiera se mueven.
Es cierto que el gobierno intenta democratizar a la policía y por eso convocó a una elección de delegados para las futuras negociaciones -sin duda producto de la tensión del último alzamiento, pero también hay que apuntar que la mayoría de los votados resultaron ser representantes del gremio no reconocido Apropol, una agrupación claramente enfrentada con el gobierno y a la que el Ejecutivo le viene negando representatividad entre los uniformados. Nadie puede negarle a la gestión provincial vocación de cambio, pero es sumamente difícil no apuntarle alguno de los más sonados fracasos en la materia.
Más relajados por la presencia de las fuerzas federales en el territorio, la policía está ahora como sumida en un letargo que no alcanza a disimular sus incapacidades, y tampoco aporta en materia de prevención y persecución efectiva del delito. Finalmente, la tasa de homicidios sigue creciendo y ha llegado al punto de la "epidemia", como lo señalan los especialistas que siguen de cerca el fenómeno en Santa Fe. Hoy, claramente difícil de explicar solamente desde el desarrollo del narcotráfico en el territorio en los últimos tiempos.
Todos y cada uno de estos déficits o debilidades no suponen, inmediatamente, un crecimiento de la oposición. Por el contrario, los dardos peronistas siguen siendo dispersos y sin encarnar directamente con las demandas sociales. La falta de liderazgos, las urgencias por el futuro de cada uno de los sectores, el cuidado sobre las magras posiciones conquistadas; terminan por desdibujar la visión de conjunto y los planteos políticos carecen contundencia.
Pero el escenario no es patrimonio exclusivo del peronismo provincial. Las chicas y los muchachos de Unión Pro Federal están más perdidos que Miguel Del Sel en la Biblioteca Argentina. En ese universo sólo se destaca el comediante con la única fórmula que conoce que es su éxito y simpatía con una porción del electorado, algo que -ya se vio jamás hay que subestimar pero que difícilmente alcance para conquistar a otros sectores capaces de impulsar los cambios políticos.
Por ende, la oposición más interesante incluso en la delicada agenda de la inseguridad y el narcotráfico sigue en ebullición dentro del propio Frente Progresista santafesino que va en busca de su propia suerte, a sabiendas de que los movimientos nacionales del FAUnen le pueden acarrear por ahora más complicaciones que otra cosa.
Concejo en verde
La decisión del presidente del Concejo Miguel Zamarini, acompañado por ediles de distintos partidos, de impulsar la discusión por la despenalización de la marihuana, no deja de ser un gesto a destacar en la ciudad. Más allá de los posicionamientos, la idea de avanzar en debates que están íntimamente relacionados con el combate de fondo al narcotráfico, son para saludar.
La despenalización del autocultivo para consumo personal así como otras regulaciones que ahora están vigentes en el Uruguay, suponen sacar a los usuarios del cannabis del circuito de la ilegalidad y quitar una importante fuente de financiamiento a los traficantes que venden la marihuana junto a drogas más "pesadas" como la cocaína.
Es claro que el parlamento local no tiene ingerencia sobre el tema, pero un posicionamiento global institucional adquiere otra dimensión. La prédica y el trabajo responsable de algunas organizaciones no gubernamentales ha empezado a mover a la clase política de posiciones más cómodas sobre temas tabú, y eso siempre debe ser un aspecto para celebrar.
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