CIUDAD › CANSADA DE LA PERSECUCIóN Y EL HOSTIGAMIENTO DE SU EX MARIDO, PIDE JUSTICIA
J. tiene 28 años y cuatro hijos pequeños. Pese a la prohibición de acercamiento emitida por un Tribunal de familia, el agresor la intercepta por la calle, la amenaza y ha llegado a golpearla. En la fiscalía, desestiman su situación.
› Por Sonia Tessa
La última vez que su ex pareja la amenazó por la calle, J. B. (tales sus iniciales) atinó a meter a sus cuatro hijos de entre 11 y 4 años en la casa de su madre. Era el jueves pasado a la nochecita y el hombre le gritaba: "Te voy a matar a vos y a los chicos, vos te lo buscaste". La chica tiene 28 años, está separada definitivamente del padre de sus hijos desde 2010. Desde entonces vive una pesadilla que incluye violencia económica (nunca recibió la cuota de alimentos), física y psicológica. Las amenazas se reiteran, como así también las "apariciones" del hombre, cuando logra averiguar adonde está. El agresor tiene una prohibición de acercamiento (por el oficio 1645 del Tribunal Colegiado de Familia número 3) y J. cuenta con botón de pánico, pero nada surte efecto. J. B. presentó 35 denuncias por la violencia que ejerce su ex pareja y está inquieta por las respuestas que recibe en la Fiscalía. "Quiero vivir en paz. El no mantiene a mis hijos, yo salgo adelante con los cuatro. Si él me mata, ¿quién se va a quedar con mis hijos? Quiero que esté preso, en un centro de rehabilitación, en algún lugar lejos de mis hijos", dice la chica, sentada en un bar céntrico. Lo de centro de rehabilitación es porque una de las causas de la separación es que él consume drogas. Por la "falta de respuestas del poder judicial", un grupo de víctimas de violencia de género, junto a Hugo Capacio, el padre de Dayana asesinada en 2012 por su ex novio se encadenará hoy, a las 10, en la puerta de Tribunales (ver aparte).
J.B. trabaja como relacionista pública en boliches, y con eso mantiene a su familia. Cansada de sufrir la persecución y las amenazas, se decidió a relatar públicamente (sin develar su identidad) lo que viene sufriendo. Su hijo de siete años toma una chocolatada con medialunas, y modela un hombre con plastilina. Parece ajeno a la conversación, pero cada tanto aporta en el relato. "Yo sé cuándo fue la primera vez que se separaron. Fue cuando papá rompió la mesa", comenta el nene y su mamá asiente. "Me destrozó una mesa de vidrio", completa el relato. En 2009, tras la pérdida del trabajo de su marido, que además empezó a consumir drogas, J. decidió separarse. Unos meses después, le dio otra oportunidad, porque él prometió cambiar. Concibieron a la hija más pequeña y luego, al volver los problemas, la decisión de J. fue definitiva. "Cuando me separé fue peor. Le pedí que se fuera de casa, se fue el miércoles diciéndome que me iba a arrepentir. En aquel entonces, yo vivía en Roldán. El viernes, como tenía que venir a trabajar a Rosario, me quedé todo el fin de semana en la casa de una amiga. Cuando volví a mi casa, el domingo, me había robado todo, me había vaciado la casa", relata ella. Una vecina le contó que había visto a un amigo de su ex marido llevando las cosas. "Se llevó el televisor, no dejó nada más que algunos muebles", acota el nene. "Me mandaba mensajitos diciéndome que no había sido él y que me iba a devolver todo --continuó J.-- Nunca ocurrió. Me ayudaron mis amigos, mi mamá, mi hermano. Todavía estoy rearmándome". Ese fin se semana de 2010 se cortó la luz en Roldán, y hubo unos 50 robos.
La semana siguiente, el hombre volvió a aparecer en su casa. Cortó las luminarias externas y los cables que alimentaban la luz interna. "Empezó a gritar que había un hombre dentro de la casa. Desde la ventana, los chicos le decían que no, que no había nadie. Los escondí debajo de la cama y llamé a la policía. Cuando el patrullero llegó, le hablaron y se retiró, pero volvió a la media hora", siguió J. La misma situación se repitió 15 veces en la misma noche, cada vez que los efectivos llegaban, él simulaba irse, pero volvía a los pocos minutos. Después de ese episodio, J. decidió mudarse. Estuvo un mes en la casa de una amiga y luego, alquiló un departamento. No notificó el cambio de domicilio a la Justicia porque, según asegura, en la fiscalía afirman que deben notificarle al agresor el domicilio al que no puede acercarse. "Si él sabe dónde estoy, va a ir de inmediato y yo no me puedo mudar una vez por mes", apuntó la joven. Recibe permanentemente mensajes de texto y llamadas intimidatorias de su ex pareja. "Me llama y me hace gemidos, me dice 'te encontré'". Los mensajes dicen, por ejemplo, "Ponete el chaleco antibalas, que me las vas a pagar", contó.
El periplo de J. incluyó una agresión en 2013 que la dejó desfigurada. "El descubrió dónde quedaba la primera casa a la que me mudé. El y un amigo que lo acompañaba me agarraron de los pelos y me pegaron, mi hijo estaba al lado mío. Me fisuró las costillas y me quedó toda la cara morada", continuó su relato J. Entonces, la vio el médico forense y constató las lesiones, pero ese peritaje ya no figura en el expediente abierto en agosto, tras la penúltima denuncia, por la entonces fiscal especializada en género Verónica Caini. La funcionaria recopiló todos los antecedentes del agresor. "Ahora, en la fiscalía me dice que sólo figuran dos de las 35 denuncias realizadas", se quejó J. de la atención judicial. "Hablan de falta de pruebas pero cuando le muestro los mensajes de texto los desestiman, me dicen que lo del chaleco antibalas no es una amenaza", lamentó. Por la bronca que le generan esas respuestas, J. le dijo una vez a la secretaria del fiscal: "Yo no voy a ser un número más para vos. No quiero ser una muerta más".
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